Ahora que la
actualidad mundial está centrada en la polémica figura de Fidel Castro,
quisiera recordar algunos apuntes para la historia. En los años 60, durante mi etapa como
gobernador civil en Sevilla, tuve una frecuente y cordial comunicación con el cónsul
de Cuba en Sevilla, gran amigo de Fidel.
Se llamaba Ramón Ara, y estaba empeñado en convencerme de la verdad
revolucionaria de su líder y amigo. Yo
le combatía limpiamente y le envié las obras completas de José Antonio para que
las hiciese llegar al líder de la Revolución.
El propio Fidel me contestó, aprobándolas efusivamente y prometiéndome
que formarían parte de su biblioteca personal. Pasó el tiempo y a medida que las horas de la
historia cambiaban su rumbo, conocí el radicalismo absoluto en que se vio
envuelto Fidel Castro. Fueron muchas las causas de su cambio que yo no voy a
analizar ahora pero sí quiero escribir que en principio, el clamor
revolucionario de Fidel tuvo un ajuste preciso y noble.
Sí quisiera
recordar una anécdota significativa que presencié como testigo directo. Era el mes de enero de 1959 y en mi condición
de Gobernador civil de Ciudad Real estaba junto al Generalísimo Franco en la
Encomienda de Mudela con ocasión de una cacería de perdices. La noticia que se
comentaba en los corrillos era la reciente entrada de Castro en la Habana y la
opinión generalizada entre las ilustres y altisonantes personalidades que
rodeaban al jefe del Estado era que se trataba de una asonada más y que Castro
duraría cuatro días. Como era habitual
en él, Franco dejó a hablar a todos,
escuchando con atención sus comentarios. Y finalmente, sorprendiendo a todos,
dijo: “Se equivocan, señores. La revolución de Castro no es una asonada más,
tiene un arraigo popular innegable y mucho me temo que tenemos Castro para los
próximos 40 años”. Recuerdo también su predicción: “hay que esperar un tiempo,
pero muy pronto podremos ver sus verdaderas intenciones, que probablemente
pasarán por establecer una férrea dictadura”.
Todo esto me
conduce a afirmar las mismas convicciones que yo tenía y tuve acerca de Fidel
Castro. Cayó en manos de un grupo de
fanáticos que alteró sus primitivas convicciones, surgidas de la injusticia
social y del deseo de afirmar la soberanía de una patria que se había
convertido en el prostíbulo y el casino de América. El líder de la revolución se convirtió en un
tirano que repartió el poder entre su familia y unos pocos amigos, atribuyendo
al ejército un poder económico relevante, mientras arruinaba literalmente a la
población. Poco a poco fue
intensificando su personalismo a veces irracional y se convirtió más que en un
político en un soporte revolucionario de la demagogia existente en muchos
países de Hispanoamérica. Hubo una etapa de tranquila suficiencia e
inmediatamente cayó en manos de la Unión Soviética que constituyó el baluarte más
fuerte que tuvo el régimen fidelista. Rusia se convirtió en apasionado apoyo
del régimen imperante hasta llegar a que el mismo Castro confesara que era marxista
y leninista cuando las cortinas de casi toda Europa se cerraban para ocultar la
barbarie que representaba el comunismo y llenar de muertos lo que hubiera
querido ser en principio un triunfo de la revolución y de la paz.
No niego que
desde el primer día fueron otras las aspiraciones de Fidel pero las circunstancias
del mundo y el poderío indiscutible de la Unión Soviética constituido en
protector del régimen frente a los Estados Unidos, fue radicalizando
irracionalmente lo que pudo haber sido una limpia obra revolucionaria y que
desgraciadamente acabó siendo un régimen de terror, muerte y miseria al más
puro estilo del resto de las tiranías comunistas del mundo.
Ahora, cuando
tantos se ceban en el elogio o le maldicen por su actuación política, yo sigo
pidiendo en este tiempo litúrgico de la misericordia que la querida tierra de Cuba,
donde vivieron mis antepasados,
encuentre por fin una senda civilizadora y que el amor que algún día alumbró
sus entrañas en relación con España, reverdezca ahora en un mundo distinto y
eterno. Yo lo pido, lo suplico al Creador que conoce bien el sufrimiento de un
pueblo hermano que ha vivido durante tantos años las amargas consecuencias de la
mentira, la miseria y la tiranía.
JOSÉ UTRERA MOLINA
2 comentarios:
Lo mejor y lo más limpio que he leído sobre la efeméride. Realmente emocionante.
¿Recuerda alguien que al morir Franco Fidel decretó tres días de luto? ¿O me traiciona la memoria?
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