Mentiría descaradamente si no dijera que anoche respiré aliviado y no precisé
de ningún barbitúrico legal –léase lexatin- para conciliar el sueño. Pese a mi
radical desafecto hacia un Partido popular acomplejado y socialdemócrata, plagado
de corruptos, incumplidor de promesas, continuador del proyecto de ingeniería social
del zapaterismo y cobarde frente a los nacionalismos, no tenía muchas ganas de
arder en la pira del Frente Popular, pues, ni soy funcionario, ni tengo el
futuro resuelto, ni mi profesión me permite mirar con indiferencia los
cataclismos populistas. Lo confieso. No tengo madera de mártir y respiré
aliviado tras el triunfo del mal menor y el inesperado fracaso del amenazante
frente popular que ya se veía instalado en la Moncloa.
El alivio vino regado además de alegría al saber que Julio
Rodríguez, el indigno exmilitar, había sido olímpicamente ignorado por los
almerienses como lo fue de los maños hace seis meses. España no paga traidores
o, al menos, a este tipejo se le habrá borrado la sonrisa de la cara. Que
Maroto y Semper se hayan quedado sin escaño ya fue la guinda que necesitaba
para acabar plácidamente en brazos de Morfeo.
Pero soy consciente de que se trata de un alivio
cortoplacista, como lo es el miedo que lo ha provocado. A la vista está que no
va a ser fácil la formación de gobierno, pero ninguno de los otros partidos –PSOE
y Ciudadanos- está legitimado tras su retroceso, a forzar unas terceras
elecciones que llevarían al Pp a una mayoría más amplia. Así que muy
probablemente veremos a Sánchez o a quien le sustituya, abstenerse para evitar
un batacazo mayor.
En todo caso, es hora ya de pensar en España y no en el
trasero de cada uno. Ya sé que estamos ante un triunfo de Arriola, pero Rajoy
tiene una última oportunidad de liberarse de su nefasta brujería y pasar a la
historia por algo más que ser el presidente que vino del miedo. De optimista que soy caigo siempre en la
ingenuidad, pero qué sería de nosotros –Calderón- si no tuviéramos sueños.
Celebro que los más tristes se hayan equivocado con sus
negros presagios. Visto lo de anoche, dudo mucho que las huestes podemitas
superen algún día este resultado. Era su ocasión de oro y han perdido más de un
millón de votos. Si la economía ayuda y de una vez por todas el gobierno se
pone a hacer política de altura, pensando en las próximas generaciones, hay
lugar para la esperanza.
Yo, desde aquí –anoche deshice el hatillo que tenía
preparado por si las moscas- , espero que Dios me de cuerda para seguir
escribiendo, como hasta ahora, pensando sólo en España.
LFU