Gracias a la hospitalidad de un amigo
común, conocí por fin hace unos meses, en carne mortal, a Enrique García-Máiquez,
a quien llevaba tiempo admirando y leyendo como magnífico prosista en su
extraordinario blog Rayos y Truenos,
en su “no-blog” El Trampolink (con su columna diaria en el Diario de Cádiz)
y como enorme poeta: Casa
propia (Renacimiento, Sevilla, 2004) y Con
el tiempo (Renacimiento, Sevilla, 2010), mis preferidos.
En aquella cena de diciembre en
la que ya conjeturábamos sobre los pronósticos electorales –qué tiempos- salió a relucir Don Colacho y sus escolios a un tiempo implícito.
Disfrutamos con los aforismos del genial colombiano y no fuimos capaz ni David
ni yo de darle la musa que EGM esperaba para escribir, en la soledad de su
hotel, la columna de mañana.
Días después, recibí por correo Palomas
y Serpientes, su libro de aforismos, a raíz de cuya lectura comencé a admirarle
también como aforista. Carezco de otra formación
para ser crítico literario que mi afición a la lectura, por lo que me limitaré
a decir que el libro es extraordinario, que pasé buenísimos ratos con su
lectura –que se me hizo corta- y que mi mejor recomendación está en traer aquí,
como aperitivo para abrir el apetito del lector, algunos de los aforismos que
señalé en el libro por su brillante sencillez o por su sencillez brillante:
La manera más rápida de irritar a alguien es sugerirle que no se irrite.
A los que nos mienten lo que no podemos perdonarles son los detalles.
Lo interesante de los que hablan mucho de sí mismos es lo que se callan.
Cuando uno se arrepiente de haber sido bueno, fue tonto, no bueno.
La imaginación: memoria más amnesia.
Yo, cuando me abandono en los brazos de la melancolía, me siento
adúltero.
Acabar con principios.
Sólo podemos hablar con quien podemos estar en silencio.
El tiempo es la paciencia de Dios.
Le temo al pasado. Ataca por la espalda
A la brújula lo de la veleta le parece una frivolidad: ella no pierde
nunca el norte.
Clásico es el libro al que siempre tendríamos que haber llegado antes.
Enrique García-Máiquez es un
verdadero lujo para las letras españolas. No sólo escribe bien, sino que piensa
mejor y encierra en párrafos prodigiosos lo que muchos querríamos decir y no
sabemos hacerlo. El pasado ataca por la
espalda, pero EGM tiene un futuro brillante y yo ya presumo, ufano, de su
amistad.
LFU