"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

24 de noviembre de 2015

Franco, ejemplo de gobernante católico

(Publicado en "Adelante la fe")

Quizás suene a destiempo histórico la nominación de un Jefe del Estado con la calificación de cristiano. Nadie parece tener en cuenta que Europa no se explica a sí misma sin la religión católica, aunque desde hace décadas esté empeñada en renegar de su propia identidad.  Por eso hoy parece disonante encontrar una titulación que vinculara a un poder público con la religión católica.

Franco fue un católico ferviente, nada amanerado, nunca se perdió en ninguna clase de rutina al uso, mantuvo la dignidad de su imagen vinculada por esencia y por fe a lo que constituía para él la verdad esencial del cristianismo.
Su régimen no fue en modo alguno el nacional baluarte de una iglesia asediada, pero como creyente proyectó su actividad pública en beneficio de la Iglesia. Templos, ciudades, universidades, centros de enseñanza y todo aquello que era medularmente importante en la vida de España, tuvo la impronta del catolicismo, que fue siempre lo que respaldó todos sus actos humanos, atento siempre a un fin de misericordia, no a una voluntad de agresividad, ni a una actitud de hiriente combate.
Nadie en su sano juicio puede negar la inmensa aportación de Franco a la reconstrucción de una Iglesia dañada por el odio. Los signos de todas las realizaciones del régimen no desecharon nunca la significación de la cruz en el proyecto de la historia.
Tuve con él por imperativo de las responsabilidades de mi cargo, conversaciones que han quedado para siempre grabadas en mi alma. Hubo algunas en las que actuaba más como confesor que como poseedor de cualquier clase de radical autoritarismo. Franco sabía siempre perdonar, nadie debería juzgarle como gobernante frío y desconectado de los dolores del pueblo. Siempre demostró un interés apasionado por aquellas personas en situación de deficiencia laboral, por un imperativo y exigencia de justicia social.
Su obra ha de ser imperecedera, sus frases finales contenidas en su testamento dan asiento de verdad a lo que fue su vida.

José Utrera Molina
Madrid, 22 de noviembre de 2015

23 de noviembre de 2015

La búsqueda del Padre


Es muy infrecuente escuchar en la televisión declaraciones que resuenen más allá de la inmediatez del asunto, testimonios que producen ecos que no se silencian con facilidad. Lo cierto es que Manuel Díaz, el Cordobés, en una entrevista emitida el pasado 18 de noviembre, testimonió con sencillez y claridad, cómo un hombre no puede renunciar a saber de su origen, a conocer y a tratar a quién es su padre, siendo esta ausencia algo imposible de aceptar. Resultó especialmente emocionante cómo explicó que, precisamente, esa ausencia y la confianza y defensa de la palabra y recuerdo de su madre, fueron el acicate, estímulo y esperanza para hacerse hombre en la difícil profesión de matador de toros y buscar la plenitud personal fundando una familia, donde no faltara el padre.

El momento en que se emitieron esas palabras amplifican su importancia. Manuel Díaz estaba contando su historia, su verdad, como dijo con énfasis y empeño, pero es imposible no pensar que la ausencia del padre, no sólo le ha ocurrido a él. Sucede de continuo a muchos otros hombres como él, les sucede a muchos inocentes cuyos padres se desentienden y no sólo a ellos. Los sucesos de París han puesto, de nuevo, de manifiesto que hay un continente entero, una civilización milenaria que hace siglos que comenzó a dejar de mirar al Padre y que renuncia vergonzosamente a su origen. Es Occidente que pese a toda su opulencia y fuerza camina sin rumbo. Un rumbo perdido porque no se puede caminar sin saber quién se es, sin asumir la historia que nos precede y aprender de la herencia que se recibe como hijo.

No sería justo decir que esas palabras surgieron espontáneamente. La amistad y la confianza de un matrimonio, Bertín y Fabiola, le dieron la oportunidad al Maestro, Manuel Díaz y éste, con coraje y autenticidad, no la dejó pasar. Gracias, Maestro, por tu verdad. Gracias, Bertín y Fabiola, por hacerla posible. Digo una cosa más, tu confesión, que es una verdad y también una oración implícita, Maestro, no se pierde, Dios no lo quiere.


César Utrera-Molina Gómez
Abogado, alumno Máster Juan Pablo II de Familia.    

11 de noviembre de 2015

Arriba España

No ha tardado mucho la dirigente del Pp andaluz en pedir disculpas por haber dicho que el proyecto de su partido, único para toda la nación no era otro que "Arriba España". Imagino la angustia y la tribulación que habrán asaltado a esta pobre criatura tras ser asaeteada por propios y extraños (seguro que no faltó la llamada de la merdellona Villalobos) por pronunciar una expresión tan políticamente inconveniente.  

Y es que, al fin y al cabo, comprendo perfectamente la reacción de la dirección de su propio partido. No hay más que recordar las bellas palabras con las que José María Pemán explicaba la síntesis de un grito hoy tan denostado:   

“No servimos para cosas bajas, pequeñas o menudas. No servimos más que para las cosas altas y grandes. Por eso cuando decimos ‘Arriba España’, en esas dos palabras, a un tiempo, resumimos nuestra Historia y ciframos nuestra esperanza. Porque lo que queremos es que España vuelva a ‘su sitio’: al sitio que la Historia le señala. Y el sitio es ese: ‘Arriba’. Es decir, cerca del espíritu, del ideal, de la fe… Cerca, sobre todo, de Dios“.

Ese no es el proyecto del Pp, un partido que ha renunciado a defender y reivindicar lo mejor de nuestra historia y, sobre todo, a situarla cerca de Dios. La llamada derecha vive aún secuestrada por el mundo ideológico construido hace decenios por la  izquierda española más sectaria, que al no poder derribar a Francisco Franco en vida, terminó identificando a España con el franquismo por puro resentimiento. De ahí la alergia de buena parte de la izquierda hacia los colores nacionales, de ahí la proliferación de tricolores y los eufemismos de "país" o "estado" para evitar pronunciar la palabra España. Una alergia tan contagiosa que ha llevado a una representante de la derecha a pedir perdón por decir Arriba España. 

Por esa misma razón, sin complejos ni disculpas que valgan hoy grito muy alto, para que me oigan: ¡Arriba España!

LFU

9 de noviembre de 2015

Rajoy y las siete plagas

Impávido. Así se muestra el presidente mientras un parlamento autonómico desafía descaradamente a toda la nación saltándose la propia legalidad que lo ampara. El pueblo español está harto de la tomadura de pelo de unos golfos apandadores que han secuestrado una parte de nuestro territorio para robar a manos llenas y llevarse calentito lo que hemos pagado todos.

España clama por una actuación contundente del gobierno y la respuesta que se encuentra es que van a recurrir, una vez más al propio Tribunal Constitucional al que el parlamento catalán ha decidido por votación que le va a hacer una peineta como una catedral.

Me recuerda la imagen de aquél Ramses II que, tras cada plaga, reunía a sus notables para encontrar una solución plaga, sin decidirse nunca a hacer lo que tenía que hacer para que cesase el tormento divino.

Rajoy es así. No tiene redaños ni personalidad para tripular la nave de España en medio de una de sus peores tormentas. El tiempo, otrora su aliado para dejar las cosas como están, ahora corre en su contra. O se decide de una vez a aplicar la ley de una vez por todas en Cataluña caiga quien caiga, o quien acabará cayendo, con deshonor y vergüenza, será él mismo, a quien todos pediremos responsabilidad por la ruptura de España.

LFU