«La presente Ley
reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida, que implica, entre
otras cosas, que las mujeres puedan tomar la decisión inicial sobre su embarazo
y que esa decisión, consciente y responsable, sea respetada. El legislador ha
considerado razonable, de acuerdo con las indicaciones de las personas expertas
y el análisis del derecho comparado, dejar un plazo de 14 semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad
de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo, sin
interferencia de terceros (…)» Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de
salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.
Esta mañana, rompiendo mi recién adquirido hábito de no escuchar
los programas informativos de la mañana, he tenido el infortunio de escuchar
una entrevista al ministro de justicia Catalá quien en un alarde de cinismo y desvergüenza
colosales, ha afirmado con total tranquilidad que “la actual regulación del aborto en modo alguno reconoce el derecho al
aborto.” (sic). Más miserable aún, si cabe, ha sido el ministro al insistir en la idea de que en este asunto están en juego las creencias religiosas de los católicos, como si la vida del embrión fuera un dogma o una cuestión de fe.
El Partido popular, bajo
la inspiración del inefable Arriola, ha decidido que aquella “barbaridad” (en
palabras de Rajoy) de ley aprobada por el gobierno sectario de ZP ha alcanzado
hoy un alto grado de “consenso”. Ahora ya no es un “disparate”; lo “sensato” es
mantenerla porque al fin y al cabo, cuando vengan “los otros” la van a cambiar (Rajoy dixit).
Mientras tanto, en una contradicción esquizofrénica, el Partido popular no ha
retirado el recurso contra dicha ley ante el Tribunal Constitucional. Así que
para salvar la evidente contradicción, nada más efectivo que recurrir a la
mentira.
Como decía Bismark «Nunca
se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la
cacería». Pero en este caso, estando
en juego la vida de tantos miles de inocentes, la mentira adquiere caracteres
de una grosería intolerable.
Son muchas las presiones que están teniendo que soportar un
grupo de parlamentarios del partido popular por haber anunciado que no actuarán
de comparsas en la miserable reformita que se ha sacado Rajoy de la manga. En
mi opinión, debían haber abandonado sus escaños hace muchos meses.
Pero aún
están a tiempo de salvar la dignidad. Espero que perseveren y no se asusten. La mentira tiene un poderoso príncipe, pero somos muchos los
que sabemos que su destino no es otro que la derrota definitiva.
LFU
Al final han conseguido que no esuchemos los informativos (hábito muy saludable) ni sigamos las noticias: Todo es una mentira que responde a oscuros intereses, como avisaba Juan Pablo II al hablar de la cultura de la muerte.
ResponderEliminarPero no perdemos la esperanza, porque sabemos que la Vida ha vencido a la muerte.