Traigo aquí un curioso editorial del Diario "Pueblo" del mes de julio de 1974, elaborado sobre la percha de una bonita fotografía en la que aparezco con mi padre, llevando el uniforme de la OJE, contraponiendo la tecnocracia y el utilitarismo, representados por Garrigues, a la lucha imposible de mi padre por evitar que el Movimiento languideciese como un cascarón vacío que, en pocos años, acabaría por disolverse por falta de sustancia.
Sin embargo, me ha llamado la atención la siguiente frase por su indudable actualidad, cuarenta años después: «Malo sería que deseásemos volver a presuntos racionalismos en los que no fuese posible que la palabra política que se proyecte sobre el mañana se hiciese mano apoyada en el hombro de un niño. Y malo será que ese lenguaje no se entienda por quienes dicen que pretenden entender lo que es nuestro pueblo.»
LFU
27 de enero de 2015
20 de enero de 2015
España, Patria y Ejército. Por José Utrera Molina
Para dar vida a la vida, Dios creó la palabra. La palabra lo
es todo y no caben envolturas perniciosas que ataquen su propia esencia. Desde
mi niñez, he respetado siempre no ya el uso de las palabras, sino su propia raíz
para no crear confusiones ni desalientos. Hoy leo en las páginas del diario ABC
un artículo de Gabriel Albiac que encuentro absolutamente improcedente. Se
reitera en todos los medios de comunicación la exigencia de respeto a la
libertad de prensa, pero todos sabemos que esa palabra hermosa, justiciera y
universal a veces se quiebra en la vileza de las malas intenciones. El artículo
al que me refiero ofende no solamente a colectivos muy concretos sino a
muchísimos españoles, entre los que me cuento.
El Señor Albiac tiene derecho, que no discuto, a escribir lo
que le parezca oportuno. Pero hay límites a esa oportunidad. Afirma que en
España, la patria, el ejército y ella misma, fueron secuestradas por la
dictadura quebrantando el uso normal de su sentido en la lengua, que el sentido
de tales vocablos nos fue arrebatado por aquél régimen. Y yo le contesto que
tal aseveración no solamente constituye un error de visión, sino un ataque injusto
y miserable a los que hemos pronunciado el nombre de España con las entrañas de
nuestro corazón.
Estoy obligado a decir que al menos yo y muchos que pertenecen
a mi generación -y tengo ya 88 años-, hemos nombrado y comprendido a España
como un valor permanente y absoluto y no como una expresión insulsa y zarzuelera.
La hemos escuchado con emoción en labios de los que iban a morir, la hemos ensalzado
en estudios y en trabajos que valoraban en alto grado lo que nuestra patria
representaba. Es cierto, que el vocablo patria estuvo muy presente en la etapa
de la dictadura que el señor Albiac condena. “Todo por la patria” era el
emblema común que presidía nuestros acuartelamientos y centros militares. Quien
lo ideó no creo que estuviera ofendiendo con ese rótulo, -cuya significación es
de todos conocida- a un valor extraordinario y permanente. En relación con el ejército, al que me siento
ligado desde la etapa de la milicia universitaria, declaro que su contenido,
sus formas y su disciplina no constituían jamás un abuso sino una declaración
formal y efectiva de lo que como esencia permanente correspondía al nombre de
España. Creíamos entonces y lo recoge también el artículo 8 de la Constitución que
el ejército era la salvaguardia de lo permanente y no la referencia más o menos
retórica de un valor circulante.
Afirmar que España, patria y ejército han sido exhibiciones
permanentes de un régimen político determinado, no sólo no responde a la verdad
sino que entra en la infame categoría de las vilezas. Afirmar que el valor de
la patria, el sentido de España y la esencia del ejército se perdieron en 1939
es simplemente una mentira. Desde 1939 no secuestramos las palabras sino que las
rescatamos y ensalzamos orgullosos frente a aquellos que, primero las condenaron
al ostracismo, sustituyendo a España por la República y luego las insultaron
con aquellos gritos de ¡Muera España! que muchos todavía recordamos y que por su
edad el señor Albiac no ha podido conocer.
Ya va siendo hora de que estos vocablos enaltecedores de
valores permanentes y absolutos mantengan su valor sin menoscabar su esencia. Que
se pronuncien, como entonces, con orgullo y sin estúpidos complejos. Sostener que
el régimen anterior arrebató a los españoles el uso normal de tales palabras no
es un error, es una infamia y como tal espero que quien ha escrito esas
palabras indeseables sepa rectificar cabalmente. Ya va siendo hora de que se
diga la verdad y toda la verdad.
JOSÉ UTRERA MOLINA
16 de enero de 2015
Sobre Charlie y los peligros del multiculturalismo
Como acertadamente escribía hace
días Enrique
García Máiquez, todos los que creemos en los valores de la civilización
cristiana somos víctimas potenciales del islamismo radical. Eso es lo único que
me une con quienes hacen negocio de la blasfemia, de la procacidad y la
provocación soez, a los que por lo visto no se puede reprochar su actitud so
pena de ser acusados de justificar su asesinato.
Me gustaría ver al “equidistante”
Fernando Ónega decir lo mismo que ha dicho hoy del Papa Francisco, si estuviéramos
hablando de una revista que reivindicase, por ejemplo, los valores del nazismo
y la negación del holocausto y quienes les hubieran acribillado hubiera sido un
comando de desvariados integristas judíos.
Las civilizaciones entran en
decadencia cuando dejan de creer en sí mismas y la civilización occidental
comenzó su declive cuando dejó de defender y reivindicar los valores de la
cristiandad que son los que han constituido su basamento.
Lo que estamos viviendo en Europa en los últimos tiempos es
una consecuencia lógica del llamado “multiculturalismo”, que no es sino la plasmación
del complejo de nuestra civilización ante culturas claramente inferiores que
niegan el respeto a la dignidad profunda del ser humano, que degradan a la
mujer hasta límites intolerables y discriminan al infiel de forma notoria, pero
cuya fuerza viene de la propia cohesión de sus componentes quienes fomentan el
arraigo de sus valores y creencias.
Toda comunidad tiene derecho a
defender su modo de vida y sus principios frente a la agresión de quienes se
niegan a integrarse y quieren imponer una cultura totalitaria basada en el
fanatismo religioso. Pero para exigir la aceptación de unos valores, primero
hay que creer en ellos y no tengo muy claro que los líderes europeos estén
dispuestos a reconocer y reivindicar los valores de nuestra civilización
cristiana y occidental.
LFU
2 de enero de 2015
La Cruz y el Puñal
Título: The Cross and the Switchblade.
Autor: Reverendo David Wilkerson.
Se trata de unos de los libros fundacionales del movimiento carismático cristiano en Estados Unidos y por extensión en el resto del mundo. La Renovación Carismática, potente motor en la actualidad dentro de la Iglesia Católica reconoce, sin embargo, como uno de lospioneros de la experiencia carismática al reverendoprotestante Wilkerson y sus seguidores que a finales de los 50 surgen en las barriadas más castigadas por la droga, la violencia y la exclusión en Nueva York.
Es una narración autobiográfica centrada en el nacimiento de la experiencia de redención personal y espiritual de los jóvenes miembros de las bandas delictivas que surgen en la periferia del sueño americano, precisamente en el lindero más cercano del American Dream, en el Bronx y en ciertas zonas de Brooklyn, en las zonas suburbiales de Nueva York, dónde las condiciones de vida de los inmigrantes venidos de Puerto Rico, República Dominicana y las comunidades negras más humildes convivían en unas circunstancias de enorme precariedad, en vecindad dolorosa y contradictoria con la gran opulencia de la ya entonces, capital del mundo a fines de la década de los 50.
También es un relato de conversión y seguimiento interior a la llamada del Señor. Ése y no otro es el leit motiv del relato. Escrito con sencillez es difícil no sintonizar y emocionarse con la obediencia valiente y humilde a la llamada que el reverendo recibe y la tenacidad llena de fe con la que prosigue su obra en la confianza que la Providencia es la que guía sus pasos. Asimismo resulta no poco chocante y sorprendente, para la mirada racionalista y analítica del europeo actual (creyente o no),la invocación al Espíritu Santo y su manera de manifestarse que el reverendo y sus seguidores plantean como elemento medular de su predicación y experiencia religiosa.
Quien quiera conocer esta realidad emergente en el Cristianismo actual, que tiene una fuerza notable, aparentemente destinada a seguir creciendo y a jugar un papel importante en la unidad de los cristianos de todas las confesiones, éste es un buen libro para comenzar a conocer a la Renovación Carismática, cálida e inconfundiblemente cristiana.
César Utrera-Molina Gómez