24 de diciembre de 2014

El mártir, la guerra y la Navidad

El mártir, la Guerra y la Navidad.

Esta madrugada a eso de las cuatro de la mañana me he despertado agitado por la intensa conversación mantenida esa misma tarde noche con Andrés Trapiello, mi padre y mi hermano Luis Felipe. Había perturbado mi sueño, habitualmente profundo y alérgico a todo insomnio, las palabras cosidas de dolor de Trapiello al hablar de la furia violenta, larvada por la insensatez de tantos, que se desató en aquél verano.

Me he serenado pensando y recordando esta foto estremecedora hecha a un sacerdote aragonés (cuya identidad sigue discutida, algunos se la atribuyen a Martín Martínez Pascual, véase entrada anterior) antes de morir fusilado en los altos trigales de Aragón en el estío sangriento del 36.
En esta mirada está la esperanza del mundo y la de mí patria, España. Ante la proximidad de la muerte, el gesto reposado muestra sin jactancia que la muerte no es el final. Que el encuentro y la intimidad con el Señor le sostiene y su serenidad es un anuncio de que el perdón a sus ejecutores ya está en su corazón, del que su rostro es espejo iluminado.

Toda la furia desatada de ese verano que aún algunos insensatos revuelven sin prudencia, tiene su antídoto en esta mirada. La del perdón. La que permite empezar de nuevo y reconciliar la vida con el dolor, en nuestra vieja tierra y en cualquier otra.

Hoy, día de Nochebuena, volvemos a mirar la ternura del Niño que nace y mi corazón se conmueve de alegría porque el amor de su cuna siguió siendo fecundo 1.936 años después y lo seguirá siendo en el corazón de los abren su vida a Él.

Beato desconocido. Feliz Navidad. Ora pro nobis.



César Utrera-Molina Gómez
24 de diciembre 2014 

23 de diciembre de 2014

Feliz Navidad


"Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos comprenderlo, acogerlo, amarlo"

Benedicto XVI

Los que hacemos Arriba, en esta singladura desde el mes de julio de 2007, os deseamos una feliz Navidad , que Dios os bendiga a todos y que Su Corazón reine para siempre en España.

LFU.



22 de diciembre de 2014

"Ni amnistiados ni prescritos". Por Fernando Suárez González

Pocos se acuerdan ya de D. Lucio Rodríguez Martín, el joven y modesto policía armado que, once meses después de ingresar en el cuerpo y vestido de uniforme, prestaba servicio de vigilancia en las oficinas de la compañía Iberia, en la calle Alenza de Madrid, el 14 de julio de 1975. Eran aproximadamente las diez de la noche cuando un comando del llamado Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (el FRAP de tan triste memoria) le disparó por la espalda. Lo habían escogido al azar, después de recorrer en un coche robado diversas zonas de Madrid buscando al que les iba a resultar más fácil. La propia organización se atribuyó el crimen, en comunicados a diversos periódicos de Madrid. 


Lo enterraron en Villaluenga, en la provincia de Toledo, donde vivía también su jovencísima novia, con la que se disponía a contraer matrimonio. Los padres y hermanos del policía Rodríguez Martín, como los de tantas otras víctimas anteriores y posteriores, no podían entender la razón de tanta crueldad, que era, efectivamente, irracional.


La eficacia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad fue, en aquel caso, total, y en setenta y dos horas fueron detenidos el organizador y los cuatro ejecutores materiales. El consejo de guerra que juzgó aquella causa condenó a la pena de muerte a tres de los implicados y a las penas de reclusión de treinta y veinticinco años, respectivamente, a los otros dos.


Estamos hablando de 1975 y es forzoso recordar que cinco años antes el Jefe del Estado había indultado de la pena de muerte a seis terroristas condenados por un consejo de guerra que había tenido lugar en la ciudad de Burgos. Entre aquel indulto y julio de 1975 se produjeron en España cuarenta y dos asesinatos a manos de bandas terroristas, entre ellos los del presidente del Gobierno, el almirante D. Luis Carrero Blanco, su conductor civil, D. José Luis Pérez Mogena, y su único policía de escolta, D. Juan Bueno Fernández, y los de las doce víctimas que fueron sacrificadas por la bomba de la cafetería Rolando, en la calle del Correo.


Junto con el aludido consejo de guerra que condenó a los asesinos de D. Lucio Rodríguez Martín, otros tres juzgaron a los autores de los asesinatos del cabo de la Guardia Civil D. Gregorio Posadas Zurrón, del teniente de la Guardia Civil D. Antonio Pose Rodríguez y del cabo de la Policía Armada D. Ovidio Díaz López, imponiendo otras ocho penas de muerte. 


El Consejo de Ministros se enteró, como era obligado, de aquellas sentencias, algunas confirmadas por el Consejo Supremo de Justicia Militar, y el Jefe del Estado conmutó por treinta años de reclusión las penas de muerte impuestas a seis de los autores que, aun habiendo prestado su imprescindible colaboración (conduciendo el coche, aportando las pistolas, facilitando la munición o cubriendo la retirada) no habían sido autores materiales de los disparos. Es rigurosamente falso que los ministros impusieran pena o firmaran documento alguno. Como lo es también que el terror de aquellos años tuviera como argumento pretendidamente legitimador la lucha por la democracia.


Si no bastara la consideración de que un verdadero demócrata jamás utilizará la violencia para defender proposición alguna, la vil mentira quedó de manifiesto cuando, aprobada la ley para la reforma política que nos situaba en el camino de la democracia e incluso aprobada la Constitución que consagraba felizmente la Monarquía de todos y estructuraba definitivamente la democracia tantas veces fracasada entre nosotros, se produjeron aún más de setecientos atentados terroristas. Sostener que la democracia española le debe algo al terrorismo es una burda falsificación.


A poco sentido que tuviéramos, sabíamos que se aproximaban tiempos de cambio y que nuestra imagen de políticos sufriría un serio deterioro por las exigencias de la lucha antiterrorista, pero, sin perjuicio de las matizaciones que algunos hicimos y que el juramento impide revelar, teníamos el convencimiento de que la política no es el «arte de negociar la conveniencia propia» –como la definió peyorativamente el padre Feijóo–, sino «profesión de hacer bien a muchos, aun con pérdida propia», como acertó a decir el beato Juan de Ávila.


Quienes vivimos aquellos dramáticos momentos sabemos bien que en las desmedidas protestas suscitadas en algunas capitales europeas había mucho más de ataque a Franco que de petición de clemencia, y sabemos también quiénes cerraron el camino a cualquier benignidad. Cuando en julio y septiembre de 1976 Valery Giscard d´Estaing no tuvo a bien ejercer el derecho de gracia y la hoja de la guillotina cayó sobre el cuello de criminales franceses, no se conmovieron los que se oponen a la pena capital en función de quien la aplique.


Casi cuarenta años después, cuando ya no existe ese duro castigo, cuando creíamos que había sido posible la concordia, cuando España podría tener ante su futuro los más amplios horizontes de convivencia democrática, se intenta resucitar el odio al adversario y parece buscarse una infame revancha, intentando ennegrecer el prestigio y la honra de algunos intachables gobernantes que en el pasado trabajaron, con decencia impecable, por el desarrollo cultural, económico y social de España. No tengo espacio para trazar el perfil de los ministros de los que hablan estos días los medios de difusión, y quiero solo dejar constancia de que de todos ellos –de todos– me siento solidario.


En algunos casos, todavía no ha comentado ningún creador de opinión que la juez argentina que pretende encausarnos actúa, no sé si por mala o por ignorante, a instancia de tres de los participantes en el asesinato del policía armado de que hablaba al principio. Indultados por Franco y amnistiados por la ley de octubre de 1977, pretenden ahora, con pasmosa inverecundia, que se olviden sus delitos y que se persiga a quienes aplicaron las leyes entonces vigentes. 


La magistrada no se ha dirigido jamás a ninguno de nosotros, que somos lo suficientemente notorios como para localizarnos con bastante facilidad. Ha viajado por España dedicada a sus pesquisas y sin el menor interés en hacernos una sola pregunta y se descuelga ahora con la petición de extradición a Argentina para una «declaración indagatoria», en un auto que por cierto ordena comunicar a los querellantes, seguramente para trasladar el escándalo a la prensa, pero que en ningún momento hace llegar a los ciudadanos perseguidos.


Para añadir confusión a tanto desatino, hay algunos preclaros responsables actuales que pretenden eludir el problema recurriendo a prescripciones y amnistías, lo que equivale a aceptar que hubo delitos, y por eso no vamos a pasar. Indague cuanto quiera la juez rioplatense, pero tiene muy poco que indagar: Todo ha sido notorio, conocido, publicado mil veces y sabido de sobra por los electores de 1982, de 1986, de 1987 y de 1989.


Ni delitos, ni prescripciones ni amnistías. Excuso decir la tranquilidad con que espero que me vengan a detener policías o guardias civiles, compañeros de los centenares que fueron víctimas del terrorismo que ensangrentó España y a quienes somos muchos todavía los que no vamos a olvidar. 


15 de diciembre de 2014

Cuatro mentiras gruesas sobre el Valle de los Caídos


1.       Una obra faraónica en tiempos de miseria.  El Valle de los Caídos no costó una sola peseta al erario público. El 75% de su coste se financió con el sobrante de la “suscripción nacional”, las donaciones voluntarias al bando nacional durante la guerra civil y el 25% restante con los ingresos derivados de dos sorteos extraordinarios de Lotería Nacional a partir de 1957.

2.       Construido por mano de obra “esclava”. En su construcción participaron principalmente trabajadores libres y un porcentaje menor de presos (inferior a 2.000 en total y nunca más de 750 a la vez), entre los años 1942 y 1950, en régimen de redención de penas.  Todos ellos eran voluntarios, que debían solicitar ser destinados a dicha obra con lo que reducían
el tiempo de su condena por este medio (primero 3 días de condena por día de trabajo y luego 6 días de condena por día de trabajo), además de cobrar un salario exactamente igual al de los trabajadores libres. Además, disponían de una serie de ventajas (seguros sociales, amplia libertad de movimientos y trato normal con empleados libres, visitas, estancias y colegio para familia e hijos, mejor alimentación, etc.).  Muchos de ellos continuaron trabajando como libres después de redimir su tiempo de condena.

3.       “Miles de muertos” en su construcción.-  El médico de las obras, D. Angel Lausín a la sazón, preso redimiendo condena contabilizó un total de 15 accidentes mortales entre 1943 y 1962, tanto de trabajadores libres como de presos que redimían condena, lo que teniendo en cuenta las colosales dimensiones de la construcción, la duración de la misma y las medidas de seguridad entonces vigente.

4.       El “mausoleo” de Franco.   Todo parece indicar que Francisco Franco jamás pensó en ser enterrado en el Valle de los Caídos. Nada dejó por escrito y tampoco dijo nada a su familia. De hecho, tanto él como su mujer tenían preparado un pequeño panteón en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio que Franco visitó y al que eliminaron algunos adornos por haberlo considerado excesivamente suntuoso. La decisión la tomó el Consejo de Ministros presidido por el Rey Juan Carlos, tras preguntar a su familia si había dejado alguna indicación al respecto, firmando el primero y único de sus Decretos con la fórmula tradicional de “yo el rey”.  Comunicado a la comunidad benedictina, hubo que hacer un agujero a toda prisa en la parte posterior del presbiterio  desviando los conductos de calefacción que pasaban por dicho lugar (lo que explica bien que nunca se pensó que aquél lugar alojase ningún enterramiento). Uno de los monjes recordaba que al enterrar a José Antonio, la primera de las losas de granito que sirvió una cantera de Collado Villalba fue desechada por no tener las dimensiones requeridas, por lo que llamó a la cantera por si la conservaban. Ante la respuesta afirmativa, pidió que grabaran por la parte posterior el nombre de “FRANCISCO FRANCO”. Así que el reverso de la lápida que hoy puede verse en la Basílica lleva escrito el nombre de “JOSÉ ANTONIO”. 
LFU





10 de diciembre de 2014

«Podemos» o el espíritu de la Cheka

La campaña de acoso y derribo contra el periodista de Tve Sergio Martín por la entrevista a Iglesias Turrión por parte de la izquierda chequista, instalada desde hace décadas en el Consejo de Informativos de la televisión pública, es un síntoma más de la eficacia e impunidad con la que la cheka acúa en la represión de cualquier actitud desviacionista o contrarrevolucionaria.

Resulta quimérica una condena semejante a periodistas chequistas como Wyoming, Sopena, Llamas o a otros más taimados como la incisiva Ana Pastor por parte de un partido del centro derecha, por supuestos agravios a un líder de su espectro ideológico. Al día siguiente de intentarlo, toda la progresía cejijunta, con Pilar Bardem a la cabeza organizaría un casposo y multitudinario aquelarre tricolor en defensa de la libertad de información.

Sergio Martín no hizo más que colocar a Iglesias frente a sus propias mezquindades, en un acto de osadía poco frecuente dado el sesgo a babor de la mayor parte de sus compañeros de profesión.

Iglesias ha señalado más de una vez públicamente la conveniencia de que los presos de ETA salgan de las cárceles, por lo que a nadie debe extrañarle que se le tenga por satisfecho por haberse cumplido su deseo. El problema es que al final, todos los chequistas, acostumbrados a pastar entre sumisos correligionarios, se arrugan a la interperie. No ha tenido el valor de mantener ante millones de españoles lo que arenga en sus homilías podémicas ante el populacho hambriento de circo.

Iglesias se aleja así de la frescura original, rompedora y revolucionaria de su primer momento, para instalarse en el ámbito de la corrección política de su denostada “casta”. La sangre inocente derramada por Santi Potros ha hecho que se tenga  que tragar inesperadamente sus palabras y eso no le ha gustado nada.  Por eso envía a sus perros de presa contra el osado entrevistador que acaba de ingresar en las nutridísimas filas de “fascistas” a los que arrojar a los leones.


LFU 

24 de noviembre de 2014

El PP y el voto del miedo

No descubro la pólvora si digo aquí que el Partido popular a estas alturas, tiene toda la esperanza puesta en el miedo al advenimiento de PODEMOS como su única tabla de salvación de cara a las próximas generales.  Arriola es malo, pero no tonto y tiene abducida a la cúpula del partido que ve como la tierra se empieza a mover bajo sus pies.

Como todo partido que aspira a conquistar la mayor cuota posible del electorado, el Partido popular hace tiempo que renunció a los principios propios de su electorado tradicional, limitando sus objetivos al buen hacer en materia de política económica y a la defensa de principios genéricos políticamente correctos como la Constitución, el progreso , la democracia, etc… evitando la defensa de cualesquiera valores o principios comprometidos, especialmente los de carácter moral, que pudiera ocasionarle una fuga de votos.

Si ha podido hacerlo es gracias a costa de despreciar olímpicamente a una parte de su electorado- precisamente aquél que defiende los valores tradicionales de la derecha española- al cual considera absolutamente cautivo y extraordinariamente perezoso a la hora de considerar nuevas alternativas, ante el miedo a que los zarrapastrosos de PODEMOS pudieran gobernar en España.

Esto no es nuevo, pues ya desde Aznar la búsqueda del centro comenzó a desnaturalizar a la sucesora de Alianza Popular. Lo que sí es una novedad son las formas, pues frente a la sinuosa estrategia del pasado, ahora los modos han sido harto más groseros y desafiantes. Primero la retirada de la reforma de la ley del aborto presentada descaradamente por Rajoy como “lo más sensato”, y apelando a un imposible “consenso” (una vez más el lenguaje políticamente correcto) y después, la absoluta claudicación ante el independentismo catalán concretado en una catastrófica gestión de los sucesos del 9 de noviembre en el que el Estado de derecho desapareció ante la crónica de un delito anunciado, han constituido un duro golpe para ese electorado cautivo que se empieza a resquebrajar.

Rajoy se equivoca fiándolo todo al miedo. Muchos miles de votos como el mío –que tapándome la nariz les di hace tres años- están ya irremisiblemente perdidos, pues ya estoy harto de sonreir cuando me escupen a la cara. Es la hora de una nueva alternativa que recoja la desilusión de miles de españoles que creemos en la vida frente a la cultura de la muerte, que creemos firmemente en España y no estamos dispuestos a asistir impasibles al desmantelamiento de una unidad secular ni al mercadeo continuo con los nacionalistas mirando para otro lado mientras se incumple todos los días la ley en una región española.

Ha sonado la hora. Si queremos cambiar la realidad actual, el cambio tendrá que venir de nosotros mismos, pues nadie va moverse por nosotros. Si no lo hacemos, acabaremos siendo cómplices de nuestro propio desprecio como españoles.


LFU

17 de noviembre de 2014

El abrazo de las dos Españas

58 después se han vuelto a encontrar. Tras la emocionante llamada de solidaridad del viejo militante comunista, Benito García "El Trilla" (96 años), mi padre decidió ir a visitarle por sorpresa a la residencia de Ciudad Real en la que vive con su mujer para abrazarle, acaso por última vez. Los dos han llorado y han reído. Ha sido una mañana luminosa en la que un viejo falangista y un viejo comunista, dos españoles de bien, se han abrazado y emocionado juntos. Esta imagen es de hace una hora, pero debería servir como una lección de vida frente a los que quieren volver a enfrentar a aquellas dos Españas, que si ayer eran capaces de helar los corazones hoy han quedado así fundidas en un abrazo fraternal.

LFU

14 de noviembre de 2014

Luis Felipe Utrera-Molina en COPE

La intervención en el Programa "La Tarde" de Cope ayer, a partir del minuto 11 podéis escucharla pinchando aquí

LFU

13 de noviembre de 2014

Nota de prensa de D. José Utrera Molina

NOTA DE PRENSA


En relación con las noticias publicadas relativas a mis responsabilidades como ministro durante el Régimen anterior, y en defensa de mi honor afirmo:


1.   Mi condición de ministro y el ejercicio de las responsabilidades propias de dicho cargo no constituye, ni ha constituido ni en España, en Argentina, ni en ningún otro ordenamiento jurídico, delito alguno.

2.   La supuesta acción judicial instada desde la judicatura argentina contra mí y otros miembros del gobierno de la nación, no puede ser considerada como tal. Constituye una iniciativa política dirigida en la sombra por quienes en España no pudieron llevar a término su inicua y prevaricadora instrucción penal, por carecer de fundamento legal alguno.

3. La imputación de supuestos crímenes o delitos derivados  del cumplimiento de mis responsabilidades políticas es una calumnia y un atentado contra mi honor, y no descarto ejercer las acciones judiciales pertinentes en mi defensa.


José Utrera Molina
Noviembre 2014.

  

11 de noviembre de 2014

9 de noviembre. Vergüenza nacional

Lo de menos es el número de votos, los porcentajes y demás zarandajas del esperpento secesionista del domingo. Entrar en ese juego es hacer el caldo gordo a los nacionalistas. Lo peor, con mucho, fue la absoluta inacción del gobierno de la nación ante un hecho delictivo sin precedentes por parte de una Comunidad autónoma, anunciado abiertamente con suficiente anticipación.

Artur Mas ha conseguido de largo su objetivo propagandístico mientras la nación española ha sufrido una humillación sin precedentes.  El gobierno de Rajoy ha dinamitado el prestigio que les quedaba a unas instituciones, paralizadas e inoperantes ante un desafío intolerable.

Como escribía ayer Ussía en la Razón, no es un acto de prudencia sino de flagrante cobardía. El gobierno ha cometido una clamorosa dejación de funciones al permitir que se incumpla la ley con premeditación, publicidad, alevosía y chulería. España, después del domingo, es una nave a la deriva con un timonel apocado y ausente, en la que ya todo es posible y cualquier delincuente está legitimado para invocar en su defensa el nefasto precedente de la pasividad del gobierno ante un concurso de delitos tan escandaloso como los que se cometieron el domingo por la Generalidad de Cataluña.

Mariano Rajoy y todo su gobierno -que se comprometió públicamente a impedir el acto del domingo- han cometido un delito de omisión cuyas consecuencias se me antojan impredecibles y fuera del control de las instituciones.  Produce sonrojo que ahora se anuncien querellas extemporáneas por parte de una fiscalía inoperante ante la pública comisión de un delito de desobediencia y que se opuso a las medidas cautelares solicitadas por particulares y organizaciones a los Juzgados de guardia.

Todo esto tiene un tufo insoportable a pacto vergonzante de alcantarilla arriolesca entre el gobierno y Artur Mas. Pronto lo sabremos. Por el momento, el sentimiento de humillación, de vergüenza y de indignación con un gobierno cobarde y desaparecido, es lo que llena el corazón de cualquier español bien nacido.



LFU

28 de octubre de 2014

La insoportable indolencia de un Presidente


De las tres definiciones que nos da la Española (que no se afecta o conmueve; flojo (perezoso); insensible, que no siente el dolor) todas ellas son predicables del Presidente Rajoy, que parece decidido a pasar a la posteridad más por lo que no ha hecho y por sus silencios que por sus concretas realizaciones, decisiones y declaraciones.

Claro que es más fácil errar cuando se habla que cuando se calla, pero el silencio de un gobernante que se pone de perfil ante la gravedad de los problemas que aquejan a la sociedad española resulta cada vez menos tolerable. 

No le escuchamos una sola palabra de político cuando aquella sentencia estrictamente jurídica y largamente preparada del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot; ni una sola palabra –más allá de lo de “sé fuerte Luis”- sobre el cáncer de la corrupción que asola todo el espectro político, empezando por el partido popular; con pocas palabras –y ciertamente lamentables- despachó la retirada del proyecto de ley de reforma de la infame y criminal ley Aido y tan sólo invitaciones al diálogo –y al manido consenso- han salido de su boca ante la insoportable chulería de un presidente de comunidad autónoma al que le importan un bledo las Sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional.

Vivimos cada día un episodio más de la decadencia de un sistema que necesita urgentemente una regeneración y un liderazgo fuerte. Sé equivocan aquellos que lo centran todo en la política económica. Eso no basta. Hace falta política con mayúsculas, firmeza sin complejos, recuperar los valores que siempre nos han hecho respetables en el mundo y recuperar la confianza en la fortaleza de España como nación.

Nada de eso puede venir de quien espera que el tiempo o la ventura le acaben solucionando la papeleta, de quien le dice a todos lo que quieren oír, de quien ha abandonado los principios más básicos del humanismo cristiano, de quien resulta incapaz de hacer honor a sus compromisos y promesas electorales, ha tapado la suciedad que tiene dentro y fía su estrella al descalabro de quienes pudieran hacerle sombra y, sobre todo, al miedo a quienes vienen a comerse los restos de una bacanal que ha durado ya demasiados años.

España, por su grandeza y por su historia, merece un Presidente que crea en ella, que la ame y que la sirva con pasión y no a un equipo de técnicos grises dirigidos por un aprendiz de brujo capaz de vender su alma al diablo con tal de conservar el poder.


LFU  

23 de octubre de 2014

De las tarjetas opacas

Confieso que me revientan los linchadores profesionales, los oportunistas y los envidiosos encantados con la desgracia de los demás. Todo este amplio y variado género –tan abundante en nuestra sociedad- ha salido con el cuchillo en la boca para despellejar a los flamantes usuarios de las tarjetas opacas de Caja Madrid/Bankia sin pararse a pensar que, la inmensa mayoría de ellos, en circunstancias similares, habría quemado la dichosa tarjeta sin pensar dos veces lo que estaba haciendo.

Dicho lo anterior, lejos de mí tratar de justificar a los privilegiados que hicieron uso de la tarjeta confiando en que formaba parte de su retribución y que el Banco pagaba por dichos ingresos a Hacienda.  Desde luego, si los agraciados con la tarjeta fueran personas sin formación, aunque la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, qué duda cabe que el reproche moral sería considerablemente menor pues son pocos los que entienden algo de este galimatías en el que se ha convertido la legislación tributaria. Pero si resulta que el usuario de la tarjeta es nada menos que un ex ministro de Economía y Hacienda, la negligencia en saber que hay que practicar retención por los ingresos que se perciben e incluirlos en la declaración del IRPF es absolutamente imperdonable.   

De ahí que, en la inmensa mayoría de los casos –sino en todos- resulte absolutamente inexcusable el supuesto error padecido al no tributar por dichos ingresos, puesto que dicho error podría haber sido fácilmente evitable empleando una diligencia media, exigible en todo caso a miembros del Consejo de Administración de una entidad financiera.  

Otra cosa es el espectáculo bochornoso y muy probablemente delictivo –o cuando menos merecedor de una sanción por la escrupulosa Agencia de Protección de Datos-  de hacer públicos los gastos realizados por cada uno, ya fuera en lenocinios o en establecimientos de arte sacro.  Esto era absolutamente innecesario salvo para echar más leña al fuego y alimentar las fauces revolucionarias de Podemos.  Que cada uno pague lo que deba, con las sanciones que correspondan y si la cuota pasa de 120.000, procédase por delito fiscal, pero no hay derecho a que además le desnuden a uno en la plaza pública para regocijo de los linchadores de cada aldea.

Yo que Goirigolzarri y los que desde arriba le amparan estaría algo inquieto pues la venganza es un plato caliente que se sirve frío y hay que estar limpio como una patena (cosa rarísima tanto en la banca como en la política) para aguantar la resaca que más pronto que tarde, acabará llegando. Al tiempo.


LFU

13 de octubre de 2014

El ébola en una sociedad enferma

La llamada “crisis del ébola” ha puesto de manifiesto, una vez más, las miserias morales que aquejan a nuestra sociedad. Ha bastado un solo caso de contagio secundario en España para que afloren los más bajos instintos de nuestros conciudadanos, a los que les importa una higa que en África hayan muerto ya más de 8.000 personas por el virus, hombres, mujeres y niños.

Más parece que Dios, como siempre, escribe derecho con renglones torcidos. Parece claro que  si no hubiésemos repatriado a esos dos misioneros y no se hubiese producido el contagio en un país del primer mundo, las farmacéuticas no se habrían visto obligadas a apretar el acelerador con la producción en masa de los medicamentos adecuados para su tratamiento.

¡Que se mueran ellos!. Total, a quién le importan 8.000 negros más o menos…Y a los que sí les importan, a esos misioneros que entregaron su vida por sus semejantes, ¡que se queden también allí, y no pongan en peligro nuestras preciosas vidas, pues ya sabían a lo que se exponían!. Y la enfermera contagiada, una genocida peligrosa.  

A este grado de miseria moral hemos llegado y este tipo de argumentos, edulcorados con una pátina de political correctness,  los he escuchado yo de personas que no se sitúan ni mucho menos, en ámbitos de marginalidad.  

Mientras en poco menos de 24 horas se recogieron más de 300.000 firmas para salvar a un perro que había estado expuesto al virus, Médicos sin Fronteras sigue pidiendo ayuda para su operativo de emergencia en los países afectados, pero no han recibido ni una pequeña parte de los apoyos que recibió el perro.

Estos son algunos de los síntomas de una sociedad gravemente enferma.

LFU



9 de octubre de 2014

Cobardes y acomplejados

Decía Gonzalo Fernández de la Mora en su colosal libro de memorias "Río Arriba", que era habitual que los regímenes acomplejados arremetiesen contra sus predecesores, tanto más cuanto más eminentes habían sido éstos.

Viene al caso la cita al hilo de la noticia de que el Parlamento gallego -que no debe tener mucho que hacer- aprobará mañana, con el voto favorable del PP, una declaración de condena al 18 de julio y al régimen capitaneado por Francisco Franco, a los 39 años de su desaparición.

Es natural. Que un enjambre de politicastros abrazafarolas incapaces de garantizar una mínima eficacia a sus conciudadanos  se una entusiasta en la condena al gobernante más honesto y eficaz que ha conocido la historia reciente de España es un timbre de honor para aquél régimen que, con todos sus defectos, se engrandece día a día en la comparación con la nefasta II restauración, que amenaza con destruir lo que se construyó con el esfuerzo y la sangre de tantas generaciones de españoles.

Que los diputados del Partido que fundó Manuel Fraga, tantos años ministro de Franco se revuelquen en ese repugnante y ridículo aquelarre retrospectivo con nacionalistas, comunistas y socialistas, es un paso más en la esquizofrenia de un partido del que muy probablemente hoy abominarían la totalidad de sus fundadores.

Alguna vez pensé que Feijóo era un político distinto, con personalidad y visión de futuro. Pero su bochornoso complejo ante los nacionalistas, su abierto apoyo de la abominable ley del aborto, su infame imposición en los colegios de la ideología de género y, por último, su entusiasmo en condenar 40 años después a los que hicieron posible el progreso y la democracia en España frente a los que preconizaron la revolución bolchevique, quemaron iglesias y asesinaron a millares de religiosos, le define como lo que es. Un cobarde y un peligroso acomplejado.

LFU

4 de octubre de 2014

Luz del mundo. Benedicto XVI



Título: Luz del mundo.
AutorJoseph Ratzinger. Benedicto XVIPeter Seewald
Editorial: Herder.
Año: 2010


Bajo un formato que ya como Cardenal de la IglesiaCatólica había utilizado Joseph Ratzinger –el  de una larga entrevista hecha por un periodista nos encontramos con la novedad absoluta de la primera entrevista/libro dada por un Papa de la Iglesia católica.
Sin duda, pocos títulos responden tan bien a su contenido como éste. Benedicto XVI aborda e ilumina con sencillez, rigor y claridad múltiples asuntos que dan respuesta a las preguntas más urgentes y también a las más habituales que pueden afectar y han afectado a la Iglesia Católica, desde siempre y aquellas que se han puesto de manifiesto durante su pontificado.
Las respuestas de Benedicto son siempre equilibradas, de una sensatez que te desarma. No hay disonancias, ni respuestas que no sean inteligibles. Leerle ha sido un ejercicio continuo de sorpresa, gratitud y serenidad. En pocas ocasiones he tenido, como leyendo a Benedictola experiencia intelectual de sentirme hijo: de sus consejos; de sus opiniones y sus juicios. En cierto modo, me ha sabido a poco. Tras acabar el libro he sentido la urgencia de leerle más y mejor, porque es difícil encontrar una paternidad como la suya, porque quiero seguir siendo hijo suyo.

César. Octubre 2014.

2 de octubre de 2014

Como niños

San Mateo 18,1-5.10

“En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?”. Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.”

Es el evangelio de hoy uno de mis preferidos, así que me permito compartir con vosotros esta reflexión. 

Sólo haciéndonos pequeños seremos grandes a los ojos de Dios. Sólo desde la humildad del corazón puede el hombre hacer grandes cosas. Viendo cada día a nuestros hijos pequeños nos damos cuenta cuánto nos cuesta abandonarnos a nuestro Padre con la confianza y sencillez que ellos ponen en nosotros. Nosotros somos su seguridad, su fortaleza. Nuestra alegría es la clave de su felicidad. Así deberíamos vivir quienes nos llamamos cristianos. Y, sin embargo, nos empeñamos cada día en poner nuestra confianza en dioses de barro, en becerrillos varios, olvidándonos que la verdadera felicidad sólo se encuentra abandonándonos en la voluntad de nuestro Padre como nuestros hijos hacen con nosotros.

Que tengáis un buen día.


LFU

23 de septiembre de 2014

Con el honor intacto

Hace unos meses, cuando ya se vislumbraba que el proyecto de ley de reforma de la ley del aborto acabaría acumulando polvo en un cajón de presidencia del gobierno y siendo consciente de su soledad, le envié el mensaje de aliento y agradecimiento que había recibido de mi madrina, una mujer que dedicó 30 años de su vida a cuidar del amor de su vida, una niña con Síndrome de Down hasta que Dios quiso llevársela y que ahora cuida de su marido, enfermo del Alzheimer. Todo un ejemplo de amor y defensa de la vida.
Su contestación fue escueta, pero significativa: “Muchas gracias Luis. Esos son los ejemplos que confirman la necesidad de dar esta batalla. No tengas ninguna duda que la llevaré hasta el final, aunque me costase el ministerio. En toda mi vida política es ésta la causa más noble que he defendido.

Lo que en un principio fue la negativa a habilitar una partida presupuestaria para ayuda a la maternidad –lo que ya dejaba cojo el anteproyecto- pronto comenzó a derivar en obstáculos, objeciones y recortes de todo tipo, que amenazaban con desnaturalizar por completo un anteproyecto que, como hemos comprobado, iba mucho más allá de lo admisible para un amplio espectro de la sociedad, en el que se enmarca la dirección del Partido popular. El final de la historia era previsible: una apelación a un consenso imposible para vestir el muñeco de lo que no es sino una clamorosa claudicación de principios.

Produce honda desazón comprobar cómo la falacia del falso progresismo ha contaminado al principal partido de la derecha (o de lo que sea). El inexplicable complejo de inferioridad frente a la izquierda ha acabado por aniquilar el menor atisbo de defensa de unos principios que habían llevado a muchos a darles su apoyo. Y es que todo el proyecto de ingeniería social de los ocho años de Zapatero (aborto, memoria histórica, etc…) se mantiene incólume en nuestro ordenamiento, ante la pasividad de un gobierno alérgico a los valores tradicionales de sus votantes y empeñado en confiarlo todo a la economía y al miedo que puedan meter los de “podemos”.

Era plenamente consciente de que poniéndole un plazo a la aprobación del proyecto de ley se estaba poniendo un plazo a sí mismo. Acaso era la única forma de que cada uno se retratase y asumiese su responsabilidad. Y él ha acabado asumiendo la suya con enorme dignidad. Con auténtico señorío. Ha tratado de dar una batalla imposible para concienciar a la sociedad de la necesidad de defender la vida frente a la cultura de la muerte y ha fracasado en el intento, o no, porque esto no acabará aquí, ni mucho menos. Y para mí, esa convicción interior que le ha llevado a sacrificar su carrera política por una causa tan noble como la defensa de la vida de los más débiles justifica y redime toda su trayectoria. Empezó en política de la mano de su padre defendiendo la vida frente a la primera ley del aborto y Dios ha querido que sea también esa la causa de su adiós.

Se va con el honor intacto. A otros les toca administrar las consecuencias de una vergonzosa claudicación. A él, recuperar su vida, ese mundo aparte que todos tenemos en un rincón del alma.

Un gran abrazo y gracias por tu ejemplo.

Luis Felipe Utrera-Molina

15 de septiembre de 2014

Cataluña en el alma. Por José Utrera Molina

El hombre está compuesto de esperanzas y de recuerdos. Algunos de estos últimos configuran toda una vida. De ellos arranca una borrachera del corazón, un episodio inolvidable que resuena en nuestras almas. A partir de ellos se configura toda una vida y se fortalece una gran ilusión. Del dolor arrancan siempre las mayores cuestiones, los más inolvidables episodios. Todo aquello que dio a nuestros músculos tensión, a nuestra mente el clamor alborotado, a las decisiones de nuestra voluntad, fortaleza y valor.

Han pasado muchos años. Yo apenas contaba con la inexperiencia de los diez abriles pero la inolvidable imagen de mi abuelo vencido ante un aparato Telefunken que trasmitía las noticias sobre la quiebra de la unidad española abanderada por Luis Companys, ha dejado en mí una huella tan definitiva y profunda que puedo afirmar que de ahí arranca el sentido último de mi patriotismo, siempre basado en la unidad de las tierras de España.

Son pues las lágrimas de mi abuelo las que acaso fecunden mi tremendo dolor actual. He llevado siempre a Cataluña en el corazón. Sus modos ejemplares de convivencia, la finura de sus caracteres y su ambición llevada a todas las partes del mundo con el sello de su irreversible personalidad, no pueden ser una anécdota vana.  Pero ahora, cuando el griterío demagógico de una parte de los catalanes se empeña en trocear la unidad española, quiero alzar mi voz, tal vez poco resonante pero dramáticamente sincera, en defensa de la irreversible españolidad de Cataluña.

A todos nos corresponde la defensa de España y no puede tolerarse ya ningún avance más en esta ofensiva secesionista llena de zafiedad y nacida de la mentira que no tiene otro propósito que romper una hermandad con muchos siglos de historia y que ahora aparece falseada en artículos y en lecciones que han aprendido para el mal varias generaciones catalanas.  Hay ocasiones de nuestra historia en las que el silencio no es solo culpable, sino alevoso y criminal. Lo que estamos viviendo en estos días es un episodio trascendente que tiene estas señales malditas. Las profundas raíces históricas de la españolidad de Cataluña llevan más de 30 años siendo borradas y manipuladas con notable impunidad por un nacionalismo tan mezquino como astuto que ha contado con el beneplácito silente e irresponsable de los partidos mayoritarios como precio intolerable de su apoyo parlamentario. Yo denuncio esta intolerable actitud de quienes no quisieron atisbar las consecuencias de su dejación y recuerdo las lágrimas de mi abuelo, que se enjugan con las mías de ahora, con la voluntad y atrevimiento de ofrecer mi propia vida si la ocasión lo permite, para defender la españolidad de Cataluña.

He tenido entre mis colaboradores a catalanes excepcionales. He convivido con ellos y he aprendido la lección de su sobriedad y la pureza de sus empeños. Casi todos han muerto ya, pero acaso Dios ha querido que yo esté vivo todavía para denunciar esta monstruosa intención secesionista y para llamar a las cosas por su nombre y a los políticos tibios y amedrantados como verdaderos traidores que la historia habrá de juzgar algún día.  Ha llegado la hora de que el gobierno escuche, por fin, el clamor de quienes lo consideran todo perdido y se sienten abandonados a su suerte en esa parte entrañable de España y demuestre firmeza sin complejos en el cumplimiento de la ley.

Sé que mis palabras apenas nada significan, que mi emoción está amordazada, que mi decisión de combatir está lastrada, pero declaro firmemente que no quisiera morir sin haber presenciado la resurrección de España. Considero que no vale la pena vivir viendo nuestra patria derrotada y agonizante.  Hoy más que nunca, el silencio ante esta cuestión vital es culpable. Pidamos a Dios que la historia no nos condene por cobardía ni nos castiguen por indiferentes, en lo alto de los valles, en la profundidad de nuestras llanuras, en la longitud de nuestras playas, en los pueblos en que viven, tal vez olvidados, los catalanes que sienten a España en su corazón, a los que quiero hacer llegar esta proclama: Nadie tiene derecho a romper lo que los siglos han amasado con gloria, dolor y lágrimas.


José Utrera Molina

10 de septiembre de 2014

Sic transit gloria mundi

Eso es lo primero que me ha venido a la cabeza al escuchar la noticia del fallecimiento de Emilio Botín.  Reflexionar sobre lo efímero de la gloria terrenal y pensar si, sorprendido por la guadaña en plena noche, habrá tenido tiempo para bien morir. Saber que de nada sirve en ese último viaje lo atesorado en la tierra, que el único equipaje que hay que tener siempre a punto son las cuentas de amor que tenemos en el haber.

Me ha venido a la memoria aquella impresionante carta de un joven José Antonio, condenado a muerte, a su amigo Rafael en la que se quejaba de la forma en la que había de entregar la vida: “Quisiera haber muerto despacio, en casa y cama propias, rodeado de caras familiares y respirando un aroma religioso de sacramentos y recomendaciones de alma, es decir, con todo el rito y la ternura de la muerte tradicional. Pero ésta no se elige”

No se elige. Ni el día ni la hora tampoco. Viene sin avisar y todos vivimos como si fuéramos a estar aquí para siempre. Por eso olvidamos con frecuencia qué importante es vivir cada día como si fuera el último, disfrutar de los que queremos, darnos a los demás, no dejar para mañana esa palabra, ese perdón, ese gesto amable que los demás esperan y que siempre dejamos para un mañana que a lo mejor no lo es.

He rezado por su alma, que por muchos juicios terrenales que ahora reciba, sólo conoce Dios. Es lo que debe hacer un cristiano. Y estar preparado, también.


LFU 

8 de septiembre de 2014

Ha muerto el soldado Palomo. Por José Utrera Molina



Ninguna etapa de mi vida ha tenido una resonancia en mi corazón tan fuerte y definitiva como los años inolvidables del servicio militar.  Allí tuve la ocasión de conocer a un hombre excepcional. Una mañana, en el cuartel de San Jerónimo (Granada), sorprendí a un grupo de soldados que atendían absortos a las palabras de un soldado de filas, para mí desconocido. Me acerqué al grupo y escuché con admiración las palabras cortantes, lacónicas y firmes que utilizaba el soldado Francisco Palomo.  Cuando terminó, le pregunté: soldado, ¿vendrías conmigo a donde yo te dijera? “Aunque fuera al infierno” -me contesto-. “Al infierno, no –le dije-, pero tienes derecho a conocer muchas cosas de la vida, porque creo en tu valor, en tu inteligencia y mereces una vida nueva. Cuando termine mis prácticas de Alférez, quiero que vengas conmigo.”

No lo dudó y desde entonces tuve el extraordinario honor de su compañía. Lo llevé conmigo al Gobierno civil de Ciudad Real, luego a Burgos y por fin a Sevilla, donde se asentó, ya casado, en una pequeña vivienda juntó a la que instaló un quiosco en el que vendía todo aquello que sabía que la gente necesitaba.

Jamás se interrumpió nuestra amistad. Hablábamos con frecuencia. Palomo amaba a España con la intimidad de su corazón insatisfecho. Decía que su patria era la mejor del mundo, cuando él había nacido sin ningún medio y perpetuaba su existencia sin lujos de ninguna clase.

Pasó el tiempo. Yo cesé de ministro, abandoné mis responsabilidades políticas y con el tiempo, también las privadas pagaron el precio de mi lealtad. Palomo, que sabía de mi abundante carga familiar, me llamó un día y me dijo: “Mi alférez: tengo cinco millones ahorrados. Son para usted”. Las lágrimas que derramo ahora, brotaron entonces de la emoción y le dije: “Gracias, amigo. Puedo todavía enfrentarme con la vida sin ninguna clase de ayuda, pero jamás olvidaré tu enorme gesto de generosidad.” Esa era la nobleza de un hombre sencillo que atesoraba una riqueza en el corazón que no he conocido en nadie más.

Hace tres días me llamó su mujer: “Mi alférez, soy la mujer de Palomo y le llamo para decirle que se ha ido”. ¿Dónde se ha ido?, le pregunté. “Se ha ido, para siempre”, me contestó. Aquella lacónica comunicación me produjo una perturbación emocional que nunca había conocido. Palomo, mi soldado, mi entrañable amigo, había muerto, y su viejo Alférez lloraba de dolor.

Era su corazón el más puro, el más auténtico que traté jamás.  Poseía un altísimo grado de intuición, que es siempre el principio motor de la sabiduría. Tenía valor, pero sus límites estaban claros y limitados por su bondad. Ya no escucharé más su voz preguntándome “¿cómo está, mi Alférez?” Pero yo seguiré cada día, mientras pronuncie su nombre en mi oración de cada mañana,  contestándole lo acostumbrado: “voy viviendo, Palomo.”


Escribo esto en homenaje a su hombría de bien, a su profundo amor a España, a su generosidad y a su amor por su familia. Fue un soldado ejemplar. Un hombre de una pieza. Yo le rindo mi homenaje y se me rompe el corazón al recordarlo. Tengo la seguridad de que ahora nos mirará desde el lugar de privilegio que Dios tiene reservado para quienes pasan por la vida haciendo el bien, sin proclamarlo.

Descansa en paz, Palomo, amigo del alma.


José Utrera Molina, Exministro y Alférez del Arma de Ingenieros

4 de septiembre de 2014

Un heróico 16%

Con la que está cayendo, que algo más de un 16% de los jóvenes españoles esté dispuesto a dar la vida por España, lejos de ser una mala noticia, resulta una invitación a la esperanza.  Yo creía que eran, o éramos -pues con cuarentaytantos aún  me considero joven-muchos menos.

Fue la derecha –no olvidarlo- la que eliminó de un plumazo el servicio militar con la repugnante gracieta del peor ministro que recuerdan los militares, Federico Trillo, que quiso hacerse el enrollado con aquello de “se acabó la puta mili”.  Era evidente que Aznar pensaba más en las próximas elecciones que en las siguientes generaciones, aunque con su proverbial humildad seguro que tampoco es capaz de reconocer aquél inmenso error. Se privó a generaciones de jóvenes de conocer la milicia, de aprender valores como la disciplina, la humildad, la renuncia o el compañerismo. Se les hurtó la posibilidad de escuchar en la orden del día las hazañas gloriosas de nuestro ejército, de sentir el orgullo de servir a una patria que para muchos ha desaparecido de su entorno, de saber en definitiva, lo que representa ser español.  

Como decía Spengler, al final siempre es un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización. Y en una España en plena decadencia, en la que los valores del honor y de la patria quedaron arrumbados, cuando no proscritos, hace decenios; en los que los chavales estudian de memoria los churros, rosquillas y huesos de santo como alimento tradicional e ignoran el nombre de nuestros legendarios conquistadores del XVI; en la que la categoría de las personas se mide por el precio de su teléfono y el sacrificio ha pasado de ser un valor a convertirse en una patología más del masoquismo, saber que hay un 16% de los españoles que, resistiendo heroicamente el colosal embite de un medio hostil, serían capaces de dar su vida por España, es como para estar orgullosos y sacar pecho.

En ese 16% caben muchos pelotones. Con muchos menos, D. Pelayo inició la reconquista. Definitivamente, un nuevo motivo para creer aún en nuestra querida España.


LFU

1 de septiembre de 2014

De vuelta

Gracias a Dios, he podido disfrutar de un mes de vacaciones en compañía de mi mujer, de mis hijas, de mis padres y de mis hermanos. No todos pueden decir lo mismo. Por eso sé que soy un privilegiado. Por eso no sé qué es eso del "síndrome posvacacional", esa horterada insensible con quienes no pueden permitirse ni un día de vacaciones porque no tienen donde trabajar.

Así que de vuelta al trabajo y feliz por tenerlo. Ojalá muchos españoles encuentren trabajo el curso que comienza, que se nos antoja vital para nuestra querida España y en el que procuraré asomarme a esta página, en su7º año de vida, cuando mi trabajo me lo permita. "Primum vivere..."

Como decía Don Quijote, podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, jamás.

Un abrazo a todos

LFU


29 de julio de 2014

Pujol, Game over

El reciente destape de una mínima parte sus vergüenzas pecuniarias por el patriarca nacionalista Pujol ha hecho emerger de las profundidades enormes dosis de impostura en no pocos políticos y comentaristas que parecen recién caídos del guindo tras décadas mirando para otro lado mientras la familia hacía caja con las pingües comisiones que formaban parte de la normalidad empresarial en medio del paisaje putrefacto de un oasis mantenido durante lustros por tirios y troyanos gracias a una ley electoral hecha a la medida de las fuerzas centrífugas.

No creo demasiado en las casualidades. Que precisamente en el año clave para la ofensiva separatista y pocos días antes de que el presidente de la Generalidad visite la Moncloa se destape el escándalo conocido y tapado por tantos durante tanto tiempo, tiene un tufillo a seria advertencia más que a descubrimiento policial, y me provoca un asco inmenso por el desprecio y agravio que supone al resto de los españoles que procuramos cumplir con nuestras obligaciones y no tenemos nada que ofrecer para la “estabilidad” institucional de la nación.

Es precisamente la quiebra del Estado de derecho que durante tantos años ha estado ausente de forma selectiva en Cataluña y que tuvo quizás su faceta más turbia en la Sentencia del caso Banca Catalana, la que me hace dudar que, una vez más, al final de esta historia, y a cambio de frenar el proceso secesionista, hayamos de tragarnos los demás el inmenso sapo de que las millonarias comisiones del 3% se hayan convertido para la historia en una romántica y añeja masa hereditaria tardíamente regularizada.

Parece claro que a Pujol y a su familia se les ha acabado su rentabilísimo juego. Pero no apostaría a que sufrirán como cualquier otro ciudadano el rigor de la justicia. Las cloacas del Estado aprietan, pero no parece que ahoguen.


LFU

17 de julio de 2014

Cataluña. La cesión al chantaje

Sólo desde la humildad y la autocrítica pueden afrontarse los problemas que nos afectan. España debe reconocer que, ante el desafío separatista del nacionalismo catalán, lleva décadas a la defensiva, cediendo continuamente a su chantaje y tratando de encontrar un “encaje” de “Cataluña” en España, cuando en realidad de lo que se trata es de calmar a la fiera con carne cruda.

Pero la fiera –el nacionalismo separatista- cada vez pide más. Hasta ahora se había contentado con inyecciones de dinero y transferencia de competencias. Con ese dinero y esas competencias han educado a dos generaciones que en su mayor parte no se sienten españoles, con la inestimable ayuda del control de los medios de comunicación, al servicio de los mitos goebbelsianos del separatismo.  

Resulta desazonador comprobar cómo en las élites de la sociedad prevalece el tacticismo y la resignación y toda la estrategia gira en torno a ver cómo se puede contentar “a los catalanes” cuando de lo que verdaderamente se trata es de contentar la voracidad del separatismo, olvidando absolutamente a ese 40 o 50% de los catalanes que se sienten españoles, a los que nadie toma en serio y que sufren en silencio la opresión nacionalista.

No resulta baladí el hecho de que el rey Felipe en los últimos meses haya viajado en ocho ocasiones a Cataluña y en ninguno de sus viajes se haya reunido con alguna de las plataformas que se atreven a hacer frente públicamente al nacionalismo.  

En los últimos días se habla incesantemente de nuevas maniobras opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costa de la soberanía de los españoles y si hace falta cambiar la Constitución, ésta no será la barrera.

Es la derrota del Estado de derecho frente al desafío y la chulería del nacionalismo. España está abandonando a su suerte a millones de catalanes que se sienten catalanes y españoles y sobre cuyo atemorizado silencio cabalga triunfante la hidra nacionalista.

El verdadero triunfo del nacionalismo separatista está en la extrema debilidad de España como nación. Se equivocan quienes piensan que esta vez lo van a solucionar con dinero. Ya es demasiado tarde. La única solución pasa por la firmeza en la defensa de la ley y el estado de derecho frente al chantaje y la desobediencia.


LFU