El hombre está compuesto de esperanzas y de recuerdos.
Algunos de estos últimos configuran toda una vida. De ellos arranca una
borrachera del corazón, un episodio inolvidable que resuena en nuestras almas.
A partir de ellos se configura toda una vida y se fortalece una gran ilusión.
Del dolor arrancan siempre las mayores cuestiones, los más inolvidables
episodios. Todo aquello que dio a nuestros músculos tensión, a nuestra mente el
clamor alborotado, a las decisiones de nuestra voluntad, fortaleza y valor.
Han pasado muchos años. Yo apenas contaba con la
inexperiencia de los diez abriles pero la inolvidable imagen de mi abuelo
vencido ante un aparato Telefunken que trasmitía las noticias sobre la quiebra
de la unidad española abanderada por Luis Companys, ha dejado
en mí una huella tan definitiva y profunda que puedo afirmar que de ahí arranca
el sentido último de mi patriotismo, siempre basado en la unidad de las tierras
de España.
Son pues las lágrimas de mi abuelo las que acaso fecunden mi
tremendo dolor actual. He llevado siempre a Cataluña en el corazón. Sus modos
ejemplares de convivencia, la finura de sus caracteres y su ambición llevada a
todas las partes del mundo con el sello de su irreversible personalidad, no
pueden ser una anécdota vana. Pero ahora,
cuando el griterío demagógico de una parte de los catalanes se empeña en
trocear la unidad española, quiero alzar mi voz, tal vez poco resonante pero
dramáticamente sincera, en defensa de la irreversible españolidad de Cataluña.
A todos nos corresponde la defensa de España y no puede tolerarse
ya ningún avance más en esta ofensiva secesionista llena de zafiedad y nacida
de la mentira que no tiene otro propósito que romper una hermandad con muchos
siglos de historia y que ahora aparece falseada en artículos y en lecciones que
han aprendido para el mal varias generaciones catalanas. Hay ocasiones de nuestra historia en las que el
silencio no es solo culpable, sino alevoso y criminal. Lo que estamos viviendo en
estos días es un episodio trascendente que tiene estas señales malditas. Las
profundas raíces históricas de la españolidad de Cataluña llevan más de 30 años
siendo borradas y manipuladas con notable impunidad por un nacionalismo tan
mezquino como astuto que ha contado con el beneplácito silente e irresponsable
de los partidos mayoritarios como precio intolerable de su apoyo parlamentario.
Yo denuncio esta intolerable actitud de quienes no quisieron atisbar las
consecuencias de su dejación y recuerdo las lágrimas de mi abuelo, que se
enjugan con las mías de ahora, con la voluntad y atrevimiento de ofrecer mi
propia vida si la ocasión lo permite, para defender la españolidad de Cataluña.
He tenido entre mis colaboradores a catalanes excepcionales.
He convivido con ellos y he aprendido la lección de su sobriedad y la pureza de
sus empeños. Casi todos han muerto ya, pero acaso Dios ha querido que yo esté
vivo todavía para denunciar esta monstruosa intención secesionista y para
llamar a las cosas por su nombre y a los políticos tibios y amedrantados como verdaderos
traidores que la historia habrá de juzgar algún día. Ha llegado la hora de que el gobierno escuche, por
fin, el clamor de quienes lo consideran todo perdido y se sienten abandonados a
su suerte en esa parte entrañable de España y demuestre firmeza sin complejos en
el cumplimiento de la ley.
Sé que mis palabras apenas nada significan, que mi emoción
está amordazada, que mi decisión de combatir está lastrada, pero declaro
firmemente que no quisiera morir sin haber presenciado la resurrección de
España. Considero que no vale la pena vivir viendo nuestra patria derrotada y
agonizante. Hoy más que nunca, el
silencio ante esta cuestión vital es culpable. Pidamos a Dios que la historia
no nos condene por cobardía ni nos castiguen por indiferentes, en lo alto de
los valles, en la profundidad de nuestras llanuras, en la longitud de nuestras
playas, en los pueblos en que viven, tal vez olvidados, los catalanes que
sienten a España en su corazón, a los que quiero hacer llegar esta proclama:
Nadie tiene derecho a romper lo que los siglos han amasado con gloria, dolor y
lágrimas.
José Utrera
Molina
Don José, sus palabras significan mucho para mí. Y porque quiero que otros muchos españoles de bien compartan sus patrióticas y sensatas inquietudes, lo difundiré. Muchas gracias por el ejemplo que nos da y ¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!!
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ResponderEliminarDon José, malos tiempos corren para los grandes pensadores, querido maestro.
Sus palabras significan mucho pues éstas son el aliento que tantos necesitamos oír; su emoción hace avivar el latido de nuestros corazones por esta nuestra patria y su decisión a combatir pone en pie nuestra alma para la defensa de nuestra querida España.
Que Dios le bendiga.
Estimado Señor Utrera Molina, digno político con nuestro General Franco. Estos políticos no nos vale. Son adictos al pasteleo y a la cobardía. Rajoy es un cobarde y un traidor. Hay que poner las cosas en su sitio en todas las autonomías. El Estado debe recuperar competencias para evitar la definitiva destrucción de España. Yo, en la medida de mis posibilidades, haré lo que sea preciso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fdo,: Alfonso Arregui Domingo. Valladolid (España).
El "mérito"que tiene el nacionalismo catalán, es sin duda haber inventado en la ciencia política el golpe de Estado de tracto sucesivo, no compulsivo y también pacífico. El hecho de ir reglando y anunciando todo lo que van a hacer les aleja de la sedición, y el no ser armado, de la rebelión. Pero ello no quiere decir que no pueda tratarse hace tiempo el asunto con carácter PENAL, pues el poder autonómico por soberano que se crea puede recibir instrucciones u órdenes del poder central, no se trata en este caso sólo del Gobierno de Rajoy, el Congreso de los Diputados ya resolvió sobre el asunto y seguir r que r, es entrar en lo que son los actos preparatorios punibles del delito de DESOBEDIENCIA.
ResponderEliminarSe quiere esperar a la consumación para actuar; es una opción lela y buenista que parece partir de la ficción de que lo que resuelva el Tribunal Constitucional se ejecuta automáticamente. ¡Pués no!. Si los revoltosos persisten habrá que utilizar la fuerza, aunque esta sea solo la procesal-penal . A lo mejor Mas es lo que quiere, aparecer internacionalmente como el líder independentista ensumariado por un Estado opresor.
Al final como dijo aquel la civilización la salva un pelotón se soldados.
Sr. Utrera Molina,
ResponderEliminarSuscribo totalmente todo lo que Vd. dice con una sola excepcion: y es que "los ejemplares modos de convivencia" [catalanes]de los que Vd. habla tambien han sido barbaramente empañados en la Guerra Civil por el genocidio cometido contra su propia poblacion sea por motivos religiosos o politicos. Sabe Vd. ademas que en Cataluña fue donde se uso por primera vez una silla electrica como refinado instrumento de tortura y donde se cosecharon las peores practicas contra la dignidad humana. Sr. Utrera, mis palabras no son de ningun modo un reproche si no un simple recordatorio de que Cataluña tambien merece un escarmiento.
Sr. Utrera Molina,
ResponderEliminarSuscribo totalmente todo lo que Vd. dice con una sola excepcion: y es que "los ejemplares modos de convivencia" [catalanes]de los que Vd. habla tambien han sido barbaramente empañados en la Guerra Civil por el genocidio cometido contra su propia poblacion sea por motivos religiosos o politicos. Sabe Vd. ademas que en Cataluña fue donde se uso por primera vez una silla electrica como refinado instrumento de tortura y donde se cosecharon las peores practicas contra la dignidad humana. Sr. Utrera, mis palabras no son de ningun modo un reproche si no un simple recordatorio de que Cataluña tambien merece un escarmiento.