Siento verdadero
dolor al insistir sobre una cuestión que martillea continuamente mi conciencia
y lastima sensiblemente mi corazón. El gobierno social-comunista de la Junta de
Andalucía ha decidido dar un paso más en el proyecto de ingeniería social
iniciado por el gobierno Zapatero -y mantenido con enorme irresponsabilidad por
el actual gobierno del Partido Popular-, consistente en la manipulación institucional
de la historia con fines políticos y su imposición coactiva, prescindiendo del
método científico y vulnerando la neutralidad y el espíritu crítico que debe
presidir la labor del historiador.
Hago
referencia al proyecto de Ley denominado esta vez de “Memoria Democrática” y a la adopción de diversas disposiciones
sectoriales que la acompañan, algunas de las cuales alcanzan cotas
inimaginables de cinismo y falsedad histórica.
Recientemente, la Consejería de Administración Local de la Junta adoptó
un acuerdo declarando treinta y cuatro lugares de “Memoria Histórica de Andalucía”. Entre ellos se menciona la antigua
prisión provincial de Málaga que, según el citado decreto, «cumplió con los objetivos de reinserción del
gobierno republicano» y que, «sobre
todo a partir de la ocupación franquista el 8 de febrero de 1937», se convirtió en un centro de terror y
sufrimiento. Ignoro el significado que para la Junta de Andalucía tiene el
término «reinserción», pero por mi
edad he conocido cientos de familiares de hombres, mujeres y niños reinsertados durante la dominación roja
de Málaga. Algo más de 2.600 reinsertados
durante el año 1936 que jamás volvieron a ver la luz del día.
No aparece,
entre los lugares de memoria señalados, el sitio donde la turba asesinó,
arrancó los ojos y mutiló salvajemente al Capitán Agustín Huelin, sometiendo a
su cadáver a las más bajas humillaciones. Tampoco figura el lugar del Camino Nuevo
en el que, noche tras noche, se fusilaba a decenas de malagueños desafectos al frente popular y a sacerdotes
–algunos aún imberbes- que no tenían más demérito que haber sido fieles a su
vocación, y en el que a la luz del día siguiente acudía una macabra romería
para escupir y profanar los cuerpos sin vida de unos fascistas que ni siquiera sabían que lo eran. No me lo ha contado
nadie. Yo lo viví con diez años y aún resuenan en mis oídos las descargas de
los fusiles, los tiros de gracia y las risas y aspavientos de una turba
enloquecida. Y así podría seguir, hasta llenar páginas de horror de aquellas
fechas que, en mi ingenuidad, creí superadas para siempre.
La Junta de
Andalucía –la del 46% del paro juvenil- se apresta también a imponer el estudio
del «franquismo» (más bien su visión manipulada del mismo) a los niños
andaluces, aleccionándoles con una clara y bastarda finalidad política. Y en
las páginas de ABC, el designado Director General de la “Memoria democrática” –eufemismo con el que se trata de encubrir al
moderno comisario político- amenazaba abiertamente a la Iglesia Católica con
eliminar cualquier vestigio de la contienda de Iglesias y Conventos, olvidando
que las principales huellas de la guerra civil yacen silentes en las tumbas de
los más de 7.500 religiosos asesinados por los que ahora son llamados «defensores de la legalidad republicana».
Y me pregunto
si alguien en su sensatez podrá parar esta increíble inmoralidad. Recuerda Joaquín Leguina en su libro “Zapatero el gran organizador de derrotas”,
que he leído con honda admiración, que en la Tribuna de las Cortes, un día de
octubre del año 1977, el líder de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, hablando
en nombre del Partido Comunista, refiriéndose al espíritu de reconciliación que
había de presidir la transición, pronunció las siguientes palabras: “Hoy no queremos recordar el pasado porque
hemos enterrado a nuestros muertos y a nuestros rencores”. Me pregunto si
esta afirmación tan contundente como aleccionadora encontrará alguna vez eco en
el corazón de los desalmados que pretenden volver a recordar una tragedia que
para el bien de todos tratábamos de dejar en la tribuna de la historia, para
que sólo ella, desde la serenidad que otorgan los años, se encargue de otorgar
la razón a quien la tuvo y arrancarla de cuajo a aquellos que la han utilizado
a su favor.
Como yo soy
testigo de todo aquello, con mis ochenta y siete años puedo decir bien alto que
es mentira que el Alzamiento Nacional fuera una asonada de militares codiciosos
y resentidos. Soy testigo de que fue el pueblo el que se levantó en armas
contra el terror organizado por el Frente Popular dominado por el comunismo
estalinista, que amenazaba con destruir el propio ser de nuestra nación. Son
palabras de Julián Besteiro, no mías: “La
verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas: estamos derrotados
nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la
aberración política más grande que han conocido quizás los siglos... La
reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea
bolchevique la representan genuinamente, sean los que fueran sus defectos, los
nacionalistas (es decir, el bando llamado “Nacional”, capitaneado por Franco),
que se han batido en su gran cruzada anti-Komitern.”
En mi propia
carne, torturando mi sangre, están todavía los sucesos de la guerra civil, que,
rompieron en pedazos la familia de mi madre como la de muchos miles de
españoles. Hora es ya de dejar de remover los muertos y mirar al futuro.
Pero si vamos
a tolerar que una de aquellas Españas imponga su verdad después de ochenta
años, reclamo el derecho a defender a los miles de hombres y mujeres que
levantaron la bandera de la hidalguía y de la libertad de España en la llamada
zona nacional, sin condenar y zaherir a los que lucharon por su ideal en la
trinchera contraria. A lo largo de mi vida política, con cerca de 900
intervenciones públicas, jamás utilicé una palabra de reproche a los vencidos.
Quise siempre unir en una nueva España a los hijos de los que mataron con los
hijos de los que murieron. Por eso ahora tengo derecho a denunciar lo que considero
un miserable intento de las instituciones de dividir otra vez a los españoles
en buenos y malos.
Todo esto lo
escribo cuando he llegado al paroxismo de mi indignación. ¿Cómo es posible que
pueda permitirse un falseamiento de la historia tan lleno de cinismo y de
desvergüenza?. ¿Cómo es posible que me encuentre sólo en mi denuncia cuando
están aún vivas tantas voces que debiendo unirse a la mía, permanecen
cobardemente silenciosas? ¡No lo entiendo!. La agresividad con que se muestran los
llamados apóstoles de la reconciliación, que no son otra cosa que sembradores
de la discordia, debe tener un mentís rotundo por parte de todos aquellos que
hemos presenciado aquella tragedia y que ahora la tratamos con noble
consideración. Y mis palabras no son el producto de ningún resentimiento, sino
el recuerdo de una realidad dolorosamente vivida. ¡Me duele España!.
Los que
aprendimos el patriotismo con notas de dolor y con afán de perfección, no podemos
permanecer impasibles ante lo que constituye una ignominia que nos lleva
irremisiblemente a una sociedad indecente que la gran mayoría de los españoles
no nos merecemos. Tenemos derecho a alzar nuestra voz enronquecida, después de
tantas provocaciones y pedirle a Dios que España encuentre alguna vez la paz y
el sosiego que necesita para conquistar su futuro.
JOSÉ UTRERA MOLINA
Ex-Ministro
Sus artículos siempre me han emocionado, pero especialmente este.
ResponderEliminarGracias.-
Ayer le escribí unas líneas, pero no debí dar adecuadamente a "enviar".
ResponderEliminarLe decía que me parece una denuncia lúcida y demoledora. ¡ Qué necesarios los testigos de la Historia, incapaces de doblegarse ante las mentiras!
Faltan en España un puñado de políticos como usted. Sería suficiente.
Somos muchos los españoles que sentimos, pensamos y nos indignamos como usted ante la manipulación, la desfachatez y las injurias de esa izquierda radical trasnochada, vil y manipuladora de intereses oscuros.
ResponderEliminar¿Qué se puede hacer si aquellos que tienen la responsabilidad institucional y moral de velar por la unidad de todos los españoles se dedican a dividir en pos de intereses políticos y personales por encima del cargo para el que fueron elegidos?
Don José, tiene todo mi respeto y mi admiración, es una pena que en este país no haya muchas más personas, no digo ya políticos, como usted.
Yo no había nacido, pero le aseguro que en Ciudad Real, no le olvidamos.
Pablo Galán Espadas.
De parte de mi padre, gracias, Luis, Pedro y Pablo por vuestro afecto y vuestros comentarios. Un abrazo
ResponderEliminarNo quiero ni pensar que el partido popular, haya suscrito el nombramiento de los falsarios de la memória histórica, que no es otra cosa qué: rencor, odio, mentira y en el mayor de los casos, desconocimiento de la Verdad, porque
ResponderEliminaren Málaga, se cometieron desde el 18 de julio, hasta el 8 de febrero de 1937, casi 4.000 asesinatos de inocentes, amén de casi 5.000 que salvarón las legaciones extranjeras,en la ciudad que con mil artes consiguieron sacar de aquel infierno a aquellas personas algunas de las cuales se les condenó por leer el ABC,por ejmplo y bastantes republicanos DECENTES que estaban aterrados de aquella ignominia(mejor dicho aquel genocidio.
La Republica como Dios manda es un sistema tan bueno como el mejor, pero puesta en manos de salta-trenes, es una locura colectiva.
Toda la memoria es falsa.
Franco entró en Barcelona con un millón de combatientes que le siguieron para implantar EL ORDEN Y LA JUSTICIA.
¿Que se cometieron desmanes? Seguro, y no pocos, pero la caza de brujas de estos mamarrachos, es totalmente intolerable
D.José, gracias por sus comentarios, son un rayo de sol ante el falseamiento vergonzante de la Junta de Andalucia tolerado y respaldado por el gobierno central del PP, que Dios sabrá porque oscuros secretos colaboran tan activamente con la ignominiosa fractura de nuestra patria. Soy de Málaga y la familia de mi madre sufrió torturas, muertes, horror y todas las cosas que vd describe. Nunca me inculcaron odio ni rencor, pero sí conozco la historia de boca de mi abuela y sus hermanas, y conozco el punto del Camino Nuevo desde donde fusilaban y despeñaban a tantos inocentes (que ahora han allanado para que no quede señal alguna de la masacre). Gracias de nuevo por hacerme sentir que no estoy sola.
ResponderEliminarLas actuaciones de la izquierda en general en este asunto está perfectamente encardinadas en su visión histórica y solo un esfuerzo especialmente algo utópico nos puede llevar a adoptar criterios "conciliadores" que no pueden darse nunca. Lamentablemente es así independientemente de nuestras opiniones, de nuestros sentimientos. La izquierda persigue un determinado tipo de sociedad a la que sacrifica absolutamente todo, la verdad, la historia, la moral, la economia. No hay faceta humana que no sea utilizada "políticamente" para favorecer las condiciones que consideran como adecuadas para el triunfo del tipo de sociedad que anhelan. Y que además consideran su establecimiento como una consecuencia inexorable del desarrollo de la sociedad. La Memoria Histórica es una de ellas: la lucha de clases. Apoyan todo aquello que les favorezca y ocultan, tergiversan, manipulan, mienten en todo aquello que consideren un inconveniente para su "devenir histórico". No hay más. Y desconocer esta auténtica naturaleza del enemigo es un grave error. Y perseveras en esta "utopica variante del buenismo interclasista" llegados a este punto constituye algo más grave. En cuanto al PP es lógico y consustancial a sus intereses el apoyar dicha ley pues significaría una demostración real de que ellos no tienen absolutamente nada que ver con el "franquismo", hasta tal punto que apoyan cuantas leyes sean precisas y que en caso contrario serian denunciados como "herederos del aparato franquista". Y esto les repele de forma brutal. Esto es lo que hay. No lo olvidemos. Ya es hora de modificar el argumentario y saber que la lucha es a muerte. Y que Dios me perdone.
ResponderEliminarEntrañable y querido Pepe Utrera.
ResponderEliminarTus artículos son siempre un reflejo fiel de tu amor a España, un ejemplo de reconciliación y concordia. Tus palabras llenas de pasión y verdad nunca persiguen el rencor o el odio. Tu generosidad y gallardía enlazan armoniosamente con tu magnífico verbo. Es cierto que echamos de menos otras voces que se alcen para denunciar la mentira y la manipulación pero, al menos, ten la absoluta certeza de que somos muchos los que defenderemos la verdad y los que no permitiremos que nuestros hijos sean educados en la falsedad histórica y en el rencor.
Desde Málaga, tu tierra, un fuerte abrazo del hijo de un amigo tuyo que nos ve desde el cielo.
Ignacio Hidalgo