Título: La soledad de Alcuneza.
Autor: Salvador García de Pruneda.
Editorial: Renacimiento. Colección Espuela de Plata.
Año: 2013 (Reedición).
Autor: Salvador García de Pruneda.
Editorial: Renacimiento. Colección Espuela de Plata.
Año: 2013 (Reedición).
Una novela apenas conocida sobre la
Guerra Civil pisa fuerte, en su quinta reedición, reclamando su sitio entre los
mejores títulos escritos sobre ella. La reedición nos regala quinientas y pico
páginas de enorme e indiscutible talento y belleza. Estamos ante un libro mayor,
que nada tiene que envidiar a clásicos como las memorias bélicas de Jünger o la
Caballería Roja de Babel y entronca con una larga tradición en la cultura
hispánica, la del hombre de letras en guerra, que encabezan Garcilaso y Cervantes.
El tono autobiográfico de la narración parece
templado por el tiempo. El autor dejó pasar 18 años desde la Guerra hasta su
redacción. Los materiales del libro transitaron de unas memorias de guerra a
una novela, ganando como el buen vino con los años de cuidado y silencioso reposo.
Prescinde con acierto de plasmar al detalle los lugares de operaciones, para centrarse
en el paisaje que le circunda, los colores, los ruidos y aromas del campo, para
que nos dejemos llevar por la sensual evocación que genera. Sabemos que está en
Aragón, que pasa a Castilla que vuelve al Ebro catalán, pero de una forma confusa
y premeditada, como la propia guerra que nos narra. Con acierto, García de
Pruneda expurga lo irrelevante para dar énfasis a lo esencial: a aquellas
operaciones que sintetizan tres años de guerra; a los personajes que aportan
definición y tono a cada situación narrada; a las reflexiones que destilan la
esencia de su experiencia militar.
García de Pruneda compone en el
acontecer de la narración un vibrante y esmerado homenaje a la milicia, y en
especial a la caballería. A ese estoico y peculiar modo de entender la
existencia que procede de la vida militar. Los versos de Calderón, “Este ejército que ves/vago al yelo y al
calor/la república mejor y más política es/ del mundo (…)” parecen ser el
hálito que estructura el relato, que explica a los personajes, que descubre las
motivaciones o el desnortamiento de muchos en el acontecer duro y exigente de
la guerra. El protagonista, un hombre con estudios clásicos, se incorpora como
oficial a una unidad de zapadores en un regimiento de caballería. La disciplina,
la esforzada observancia de las ordenanzas, el trato con la humanidad diversa
de la tropa, el poderoso vínculo entre animal y jinete, la acrisolada
profesionalidad de los veteranos de carrera van ganando poco a poco, el ánimo y
el corazón del civil que se torna, emulando el ejemplo y el sacrificio de sus
superiores en un auténtico soldado. No se encuentra aquí una superficial
glorificación de la violencia o una adolescente idealización de la vida de
acción, sino que hay una sutil y progresiva comprensión y reconocimiento de que
las virtudes del mundo castrense no sólo humanizan al torbellino atroz y
caótico del conflicto armado sino también generan hombres ejemplares. La
milicia como civilización de la guerra, como antídoto al caos que asedia siempre
a la violencia desatada. Así lo atestiguan los preciosos ejemplos del cuidado
de la tropa por oficiales al mando, la forja de amistades que no caducan, el
común desprecio de todo auténtico soldado al oportunismo y al ventajismo, el
natural respeto al adversario al que se le combate sin odio o cómo ante la
proximidad de la muerte, sólo procede el silencio o las palabras verdaderas
ante Dios o los camaradas de armas.
Otra virtud no pequeña del texto, un
medido tono nostálgico y elegíaco, a veces, se abre paso: no sólo en los fragmentos
descriptivos del paisaje; sino en las marchas de aproximación; en los escuetos diálogos
que el servicio provoca o en los momentos de ocioso esparcimiento. Así
percibimos -con una tristeza compartida con los protagonistas de la obra- que
la caballería, por su aristocrática idiosincrasia, por la fusión del jinete y
bestia, de caballero y soldado, resulta un anacronismo vivo en las guerras del
siglo XX, que nuestro conflicto ya prefigura. La simbiosis de jinete y animal
se corresponde con un mundo que desaparece a toda velocidad, la dolorosa belleza
de la carga a caballo resulta un sinsentido atroz y brutal ante la ventaja de
las máquinas automáticas, de los blindados que acabarán por proliferar.
Tampoco falta como en toda historia
verdadera de guerra: aventuras, humor y amor. La mirada del autor, consciente
de la dolorosa circunstancia que supuso nuestra guerra, acoge con generosidad e
ingenio, lo anecdótico, lo inusual, los caracteres que dan color y gracia al
discurrir de la azarosa vida del hombre en armas. No se sobrevive en guerra,
sin abordar la realidad inmediata con la distancia inteligente y lenitiva que
da el humor. Capítulo aparte merecen el relato vibrante, humanísimo y dolorido
de las aventuras galantes, lejos de una exhibición vanidosa están teñidas de la
punzante urgencia del superviviente, de la tristeza de las promesas incumplidas.
No quería terminar sin hacer una pequeña
advertencia. No se trata de una novela neutral políticamente, no lo es en
absoluto sin ser una novela politizada. Hay críticas que le asignan esta
asepsia, como si les ofendiera que este libro, raro y valioso, se escribiera en
el bando vencedor. No la han leído bien o faltan a la verdad, me atrevo a
decir. En esto como en lo demás, el autor sintetiza con altura, la del
diplomático que fue, uno de los significados de nuestra guerra, en España se
jugó otra vez –como en la Reconquista, como en Lepanto- la partida de Occidente
contra sus adversarios. Occidente ganó y se aplazó, un poco, su ocaso.
César Utrera-Molina.
Muchas gracias por la estupenda reseña. Me apunto a leerlo ¡ya mismo!
ResponderEliminarNo tengo el dato exacto a mano, pero recuerdo que Rafael García Serrano, nadie menos, decía que era la mejor novela que se había escrito sobre nuestra guerra.
ResponderEliminarJJGD