"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

29 de enero de 2014

En la muerte de Blas Piñar. Por José Utrera Molina


Reproduczo a continuación, en su integridad, el artículo publicado hoy en ABC bajo el título 

"Prototipo de una España desconocida"

Ha muerto Blas Piñar. Estoy seguro que para muchos españoles habrá muerto también el resto de ilusiones que él mantuvo por encima de cualquier dificultad, haciendo frente a ataques injustos y a críticas demoledoras.

Ahora, caliente aún su cadáver, muy cerca de él y de los suyos, proclamo aunque mi voz sea siempre un grito solitario, que Blas Piñar no fue uno de los mejores españoles de nuestro tiempo, sino el mejor.

Reunía una serie de cualidades excepcionales: la primera, el valor, la segunda, la increíble resistencia al cambio ventajoso y acomodaticio. Su corazón latió siempre con el nombre de España. No hubo para él ningún descanso, ningún silencio y por supuesto, ninguna cobardía. Amó a España hasta la extenuación viviendo su sacrificio personal alentado siempre por la alegría de servir permanentemente a su nación y a su patria. Hubo un tiempo en que hasta el mismo ABC le prestó en muchas ocasiones su Tercera. Sí, eran otros tiempos, pero Blas había levantado una bandera que no estaba dispuesto a arriar a pesar de dificultades, ataques, agravios e insultos.

Latía en su pecho un delirante amor a su patria. Nada podía suplirlo, nadie podía adelgazarlo. La verdad entera de España la guardaba en su alma de patriota ejemplarísimo. Pienso que frente a la dignidad suprema de este personaje, pocos hay que recibieran como él en vida la vil expresión que le alejaba de la nómina de los españoles de bien. Conocí a Blas cuando yo tenía 20 años. Un primo hermano mío, Ángel Molina -que firmó mi carta de afiliación a la Falange Española de las JONS y cuyo padre fue vilmente asesinado en Albacete-, me dio sus primeros consejos que estaban ya ungidos por su firme carácter de Alférez Provisional.

Me figuro la perplejidad de algunos que dirán: “ya se fue el fascista Blas Piñar” y posiblemente, en su desvío emocional y en su odio recalcitrante, serán incapaces de ver y conocer todo lo que representó la figura de Blas Piñar en la historia de España. Blas no fue nunca fascista, se comportó siempre como un soldado enamorado y ajeno a galas innecesarias.

Yo le conocí a fondo y sabía de sus afectos y fervores hacia mí, que por supuesto, yo no merecía en absoluto. En ocasiones critiqué algunas de sus posturas radicales; ahora entiendo mejor la radicalidad de su amor y de su actitud de permanente lealtad a la esencia de España que él soñaba.
Jamás dobló su espalda ante nadie, ni ante el mismo Franco Caudillo de España, al que sirvió con lealtad crítica e incomprendida y quien le alabó ante mí en más de una ocasión. Él, que no entendía de desvíos ni de alteración de circunstancias marcadas por un interés político, representó como ninguno la fidelidad a la egregia figura del Capitán de nuestra juventud, Francisco Franco, para deshonra de tantos aduladores provisionales que pronto le habrían de mirar con desprecio desde las poltronas del poder. Nadie, absolutamente nadie ofreció jamás un testimonio tan conmovedor, tan delirante en la lealtad a Franco y al movimiento nacional. Y no conozco a ninguna persona que haya sufrido con tanta entereza los viles ataques de sus enemigos. Yo le veía siempre en mis sueños como defensor del Alcázar, al que él amó de forma infinita y estremecida.

No era orgulloso, no presumía de ninguna clase de monopolio. Estaba radicalmente solo y aguantó la soledad como un héroe clásico. Jamás le vi con la mirada enturbiada por el rencor, jamás le vi cercano a cualquier clase de odio. El amor que sentía por España invadía todo su ser y hacía imposible una beligerancia hacia nadie. Sólo España era el rosario permanente de sus oraciones y la verdad estremecida de su esperanza. A ella consagró su vida, sin ayudas, sin prestaciones, sin limosnas que él rechazaba siempre con una suprema caballerosidad. Pero aceptó la soledad como un grado de dignidad y de honor y como una obligación que él sentía como la del más erecto soldado de España.

Nadie podía decirme que iba a ser yo quien trazara esas líneas necrológicas ungidas por la pasión y el dolor de su pérdida, pero él sabrá, allá donde los luceros nos alumbran, que su fiel camarada estuvo al pie de su cadáver con postura militar y ánimo de soldado saludando a quien había sido el mejor artífice de la lealtad de vida a un Capitán hoy maltratado.

Sé que todavía la ponzoña con que se le atacó tendrá sus grados de recuerdo, pero mi voz que está ya, sino cansada, avejentada por el paso de los años, estará siempre en pié junto a su recuerdo, firme ante el ejemplo que dio en su vida, alta mi frente para mirarle a los ojos sin que pudiera bajarlos en ninguna ocasión. Blas era el prototipo de una España ya desconocida que pasó a la historia, pero que un día volverá con resplandores, con canciones y con himnos a alegrar un poco nuestro corazón entumecido.

Te prometo Blas seguir tu ejemplo. Bendito sea tu patriotismo, bendita sea tu lealtad, bendita sea la entereza de tu ánimo y bendita la firmeza de tus convicciones y la elegante manera de tratar a los que eran tus enemigos. Tu amor a España lo invadía todo e invadirá las maderas de tu féretro hoy tendido. De él se desprenderá el amor que le profesaste, tú no puedes morir del todo porque eres la encarnación de la España moribunda, pero no muerta, y desde mi dolor, desde mi tristeza, grito en el umbral de tu muerte aquel grito que nos unió en vida y que nos abraza en la muerte: 

¡¡¡ Arriba España!!!  


JOSÉ UTRERA MOLINA

28 de enero de 2014

Blas Piñar. En la muerte de un triunfador.

Ha muerto Blas Piñar. Mejor dicho, ha muerto hoy, para vivir siempre.  Descansa en paz, por fin, el gran español. Su batalla con la muerte ha sido dura, como lo fue su vida en constante lucha por mantener intacta su dignidad, sin cambiar de bandera.

Hace tan sólo unos días, uno de sus nietos compartía con nosotros una última fotografía del hombre cuyo pie de foto lo decía todo: “Estamos con vosotros, Abuelos. Sois un ejemplo. Siempre juntos, hasta el final. Gracias por la Fe, la Patria y la familia”.  

No me corresponde a mí hacer la glosa del político. Lo dejo para mis mayores. Me quedo con el testimonio emocionado de sus 8 hijos,  44 nietos y más de 70 biznietos. El testimonio de amor y de fe de una gran familia, tan unida como la suya, nos dice mucho del enorme sentido que ha tenido su vida. Y esas manos unidas hasta el último aliento son el mejor testamento que alguien pueda dejar. No cabe duda de que un hombre que deja la huella de amor, de fe y de admiración de una familia que ha sabido honrarle hasta el final y que lleva con orgullo su apellido, es un gran triunfador.

No faltarán los enanos de siempre que, ignorantes de su grandeza, quieran cavar hoy más hondo en el pozo de su miseria.  No importa. Hoy es día de dar gracias por la vida, el  ejemplo y la honradez de un gran español, de un hombre bueno al que habrán recibido de pie en el firmamento, pues hasta el final de su larga vida supo mantenerse en pie.

Que Dios te de su eterno descanso y tu ejemplo de fe y de insobornable amor a España permanezca siempre vivo  entre quienes hoy recogen tu testigo.


LFU

27 de enero de 2014

El otro Anson

LUIS MARÍA ANSON
"LA HORA DE LA MONARQUÍA"

(Colección de  Doctrina  Monárquica,
 Edit. Círculo, Zaragoza, 1.958)"

Hace unos meses, en una entrada anterior hacía referencia al célebre académico para recordar que mucho antes de alcanzar la cima de su popularidad, dejó escrito un libro excepcional “La Hora de la Monarquía”, dedicado a su entonces maestro Eugenio Vegas Latapie, en el que abomina de lo que ahora defiende con ardor, la monarquía liberal, defendiendo la monarquía católica representativa.

Ayer, rebuscando entre mis papeles, apareció una nota con algunos extractos del libro que mi querido amigo Miguel Toledano quiso destacar tras su lectura y que no tienen desperdicio y harán la delicia de muchos.  

Lean, lean.....

I. CONTRA LA MONARQUÍA LIBERAL.


"la Monarquía liberal es la táctica que emplean los republicanos para llegar más fácilmente a la República'' (p. 80).

"la alianza de la Monarquía con el liberalismo o el izquierdismo significaría, en un plazo más o menos corto, indefectiblemente, la anulación y  eliminación de la Monarquía. Por eso sobre la miopía política de algunos monárquicos que propugnan la colaboración con los grupos liberales o izquierdistas, lo cual no demuestra más que una completa superficialidad doctrinal y un desconocimiento casi total de los principios sobre los que se asienta la Institución Monárquica" (p. 152).

"La Monarquía auténtica es la Monarquía representativa; rechazo la Monarquía liberal" (p. 207).

"La Monarquía en España o es católica o no puede existir porque la llamada Monarquía liberal· es el puente tendido hacia  la República" (p. 240).

"No existe posición más inconsecuente para España que la del monárquico liberal" (p. 241).

"El monárquico liberal es un completo absurdo aunque, eso sí, un absurdo bastante frecuente" (p: 241).

"[El monárquico liberal] A la larga tal vez sea más dañoso para el país y  para la propia Institución que el mismo republicano. La característica  fundamental del monárquico  liberal  es su rotunda y   contundente falta de toda base doctrinal [...]  no existen teóricos con un mínimo de prestigio procedentes del campo monárquico liberal" (p. 242).

"el monárquico liberal [...]   es, cuando mucho, el oportunismo político, el arribismo, la incapacidad y la incompetencia y, eso sí, indefectiblemente, la pedantería y la suficiencia" (p. 242).

"la Monarquía liberal es la Monarquía de los republicanos"  (p.242) 

"El monárquico liberal, por consiguiente, o es un ambicioso, en el mal sentido de la ambición política, o es un débil mental" (p.243) 

"entre el sistema monárquico y  el liberal existe un abismo doctrinal'' (p. 243).


II. CONTRA EL LIBERALISMO.

“Para algunos el totalitarismo es lo contrario del liberalismo. Y, sin embargo, tienen una misma e idéntica esencia" (p. 21).

"lo que procede es [...] atacar la sistemática  liberal y su dialéctica en sus mismas bases hasta que se desmorone  su edificio construido a medias de sofismas y de paradojas" (p. 64).

"Lo peor del liberalismo no es esto, con ser de por sí nefasto" (p. 65).

“El liberalismo, espejo y símbolo de la libertad para los indocumentados,  es, en sí mismo, un absolutismo: el de la mayoría" (p. 66).

"El liberalismo, que defiende el principio del respeto igual a todas las opiniones, es, en su misma paradójica vertebración, de un sectarismo sin límites" (p. 67).

"los liberales podrían mostrarse orgullosos de poseer las teorías de más absoluta imbecilidad que se han conocido a lo largo de la Historia del mundo" (p. 67).

"Los delirios liberales conducen primero a la mediocridad, luego a la corrupción, finalmente a la anarquía y al caos, abonando fecundamente la obra babeante de la Revolución que inunda con su veneno y su resentimiento las resecas fauces de la sociedad liberal'' (p. 68).

"los liberales machacan y trituran hasta la saciedad la obra de cualquier escritor católico y tradicional que surge a la vida pública con pujanza y posibilidades” (p. 71).

"gran parte de los errores del liberalismo, siempre en servicio del fin de la Revolución, nacen de un falso concepto de la libertad” (p. 72).

"La prensa liberal ha terminado, ciertamente, con la libertad de prensa” (p. 201).

"Los sistemas liberales han sido lamentables para la libertad de prensa" (p. 202).


III. CONTRA LA SOBERANIA POPULAR.


"Principio fatal el de la soberanía del pueblo” (p. 42).

"La soberanía del pueblo es, simplemente, un ateísmo nacional"
(p. 57).

"la elección, como principio, es decir, la elección aplicada a todo, es un principio falso'' (p. 165).

"El sufragio universal, aparte de ser un principio falso surgido de la Revolución, es un pésimo sistema representativo porque [...] supone una estructuración a la sociedad de la que ésta carece, puesto que la sociedad está vertebrada orgánicamente" (p.194).



IV. CONTRA LA REVOLUCION FRANCESA, LA ENCICLOPEDIA, LOS PRINCIPIOS DE LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS PARTIDOS POLITICOS.



"el parto tremendo de la Revolución francesa" (p. 14).

"la Enciclopedia se mostró como una creación funesta y su propia luz fue ruido y dolor del infierno" (p. 36).

"Una nación sin jerarquías es tan absurda como una casa sin escaleras'' (p. 196).

"Para un católico es rechazable la existencia de todo tipo de partidos que mantengan principios distintos o contrarios a aquellos en que se sustenta el Estado cristiano" (p. 208).

"Fueron los partidos los que arrojaron sobre París toda la carroña liberal que convirtió a la más bella ciudad del mundo en una corrompida gusanera" (p. 217).


V. CONTRA LA LIBERTAD RELIGIOSA Y EL ESTADO LAICO.


"en    los       países donde sea posible, el Estado debe ser confesionalmente católico […] este es el caso de España, por ejemplo" (p.56).

“El Estado católico no puede, en consecuencia, admitir la libertad igual para todos los cultos […] que el primer ciudadano vaya a misa y el del culto falso se convierta al verdadero” (página 58)


VI. CONTRA LA LIBERTAD DE ENSEÑANZA.

"En cuanto a la libertad de enseñanza, nada existe más peligroso para el Catolicismo que este principio, hijo bastardo de la Revolución laica" (p. 58).


VII. CONTRA EL CAPITALISMO.

“El capitalismo, lo mismo que el socialismo, es una doctrina económica fracasada” (P. 74).


VIII. CONTRA LA LEGITIMIDAD EXCLUSIVA DE LA DEMOCRACIA.

"condenando expresamente la afirmación de que 'la democracia sea la única forma católica de gobierno” (p. 84).

"Ocurre en la actualidad que casi nadie se atreve a oponerse a la democracia inorgánica y a sus dogmas" (p. 216).


IX. CONTRA EL CENTRISMO.

"El liberalismo situado en el centro, entre el catolicismo y el socialismo, ha despedazado como una bestia fiera la estructura orgánica de la sociedad, ha subvertido el orden existente, ha conducido al reinado de la revuelta y la agitación y ha concluido por ser libertinaje, desorden y anarquía" (p. 75).


X. CONTRA ORTEGA.

"el caso del popular y conocido escritor Ortega y Gasset, cuya falta de base doctrinal y filosófica ha sido demostrada" (p. 70).


XI. LIBERAL Y CATÓLICO, TÉRMINOS INCOMPATIBLES.

"Para los católicos, el liberalismo católico no tiene posible defensa'' (p. 77).

"[los liberales católicos] intentan un maridaje, hijo del pecado, entre esos dogmas [los revolucionarios] y los de la Iglesia de Cristo" (p. 80).

“La incoherencia y la inconsecuencia son los caracteres fundamentales de los católicos liberales” (p. 80)

“¡Gran servicio el del liberalismo católico a esta obra!  Ha arrojado la carne descompuesta de una sociedad confundida y anárquica a las fauces hambrientas de carroña del monstruo revolucionario"  (p. 86).

XII. SOCIALISTA Y CATÓLICO, TÉRMINOS INCOMPATIBLES.

“No se puede ser socialista y  católico a la vez” (p. 103).

“los socialistas que se llaman católicos son, con los liberales católicos y  ciertos demócratas cristianos, los que más daño hacen a la causa de Dios” (p. 103).


XIII. VINCULACIÓN ENTRE LIBERALISMO Y SOCIALISMO, LIBERALISMO Y COMUNISMO, LIBERALISMO Y TOTALITARISMO.

“el padre del liberalismo es el socialismo” (p. 99).

"El comunismo es la coronación natural de todo el proceso revolucionario: herejía, naturalismo, racionalismo, liberalismo, totalitarismo y    socialismo.  Es la voluntad sin límites del hombre actuando en servicio exclusivo de las fuerzas del mal" (p.
109).

"el tortuoso camino que [la Revolución] ha seguido para implantar el Estado sin Dios, fundado en la sola voluntad del hombre, a través de la herejía, el absolutismo, la ideología naturalista, racionalista y laica, el liberalismo, el totalitarismo, el socialismo y  el comunismo" (p. 247).


XIV. CONDENA ABSOLUTA DEL COMUNISMO.

"El comunismo es una teología satánica" (p. 111).


XV. A FAVOR DE LA MONARQUIÍ TRADICIONAL.

"Al hablar de la Monarquía, por supuesto, me refiero a la Monarquía pura, a la que hoy se llama representativa para diferenciarla de sus varias adulteraciones históricas:   la Monarquía absoluta, la Monarquía liberal, la Monarquía electiva" (p.147).

"por cristiana y  por nacional, la Monarquía tradicional española va unida a otros dos postulados básicos que no admiten discusión: la Religión Católica y  la unidad sagrada de la Patria" (p. 151).

"Al hablar de Monarquía tradicional se habla de un régimen modernísimo y renovado, de una Monarquía católica y representativa, social y popular, antiliberal, antiparlamentaria, órgánica y  descentralizada'' (p. 153).

"La Monarquía, para ser española, ha de ser cristiana" (p. 239).

"En España no puede existir otra Monarquía que la cristiana y  la Tradicional” (p. 243).




XVII. DEFENSA DE  LA  LLAMADA  "DEMOCRACIA   ORGÁANICA" DEL  FRANQUISMO.

"Atendiendo a la constitución de la sociedad, la representación más perfecta es la orgánica. Es decir, los representantes surgen por elecciones parciales o por selección a través de los estudios y  oposiciones, de los órganos naturales y  culturales que conforman la sociedad: familias, municipios, regiones, asociaciones profesionales, corporaciones” (p. 194).


XVIII.   DEFENSA     DEL   ALZAMIENTO    NACIONAL    Y   DE    LA    GUERRA    CIVIL ESPAÑOLA,


"Acción Española propugna y justifica catolicamente el alzamiento militar contra una República que está despedazando a España" (p.135).

"la heroica empresa colectiva que es devolver España a su auténtico cauce histórico, empresa que tuvo su iniciación en julio de 1.936, cuando los españoles se alzaron en armas contra un gobierno ilegítimo, contra la República atea y marxista" (p. 250).



XIX. A FAVOR DE LA CONTRARREVOLUCIÓN.


 "es tremenda la necesidad de emprender, con la urgencia vertiginosa de los tiempos que vivimos, un ingente movimiento de Contrarrevolución"
  

"la esperanza contrarrevolucionaria tiene un templo: veinte siglos de tradición cristiana (p. 98).

"la guerra de las ideas, otra vez la guerra de Religión, la Cruzada, por fin, en defensa de los derechos de Dios, contra los hijos de la Revolución, contra los hijos del infierno'' (p. 115).

"La Contrarrevolución exige extirpar por completo el ateísmo de la ley, de las instituciones y del Estado [...] es necesario, pues, luchar contra la Revolución como doctrina y contra las revoluciones en cuanto que quiebran la continuidad [...] la restauración de los principios católicos debe hacerse poco a poco [...] no hay que perder el tiempo.  La hora de los proyectos y de la reflexión ha pasado. Está llegando la hora de la acción [...] Ahora se hace precisa la acción, entablando decididamente la batalla con las fuerzas de la Revolución, hasta conseguir implantar el Estado de la Contrarrevolución" (pp. 127-128).

"hace falta implantar el Estado con Dios, el Estado de la Contrarrevolución" (p. 139).

"El europeísmo, la integración europea, de urgente y vital necesidad, sólo podrá asentarse, no en los principios de la democracia liberal, sino en los verdaderamente universales y fecundos de la civilización cristiana" (p. 217).

"El combate victorioso por la Ciudad Católica, por la implantación del Estado de la Contrarrevolución, por la instauración de la Monarquía cristiana, representa el grito de gozo de la salvación de España" (p. 251).

"No se trata sólo de traer el Rey a España. Se trata de traerle sentado sobre el trono de San Fernando, sobre las bases de la Monarquía católica y tradicional" (p. 251)

23 de enero de 2014

Políticos y estadistas en el debate del aborto


Cuando los principios se miden en número de votos se pone al descubierto el cinismo de quienes dicen defenderlos. Surgen así los “consensos sobrevenidos” y la necesidad de conseguir “amplios espacios de consenso”, que no son sino eufemismos para evitar decir lo que realmente se piensa: que sólo se está dispuesto a defender los principios mientras ello no implique peligro para mantener el poder.

La soledad sonora en la que la dirección del Partido popular ha dejado al Ministro de justicia en la defensa de los derechos del concebido no tiene otra lectura que la del coste electoral que los expertos demoscópicos –con el inefable Arriola, señor de Villalobos, al frente- anuncian para el partido si decide seguir adelante con su reforma de la ley del aborto.

Decía Winston Churchill que la diferencia entre un político y un estadista es que el primero  piensa sólo en las próximas elecciones y el segundo, en las próximas generaciones. Abraham Lincoln no habría pasado a la historia si en lugar de empeñarse en aprobar la decimotercera enmienda hubiera apostado por la comodidad de mantener las cosas como estaban, pues la esclavitud gozaba de un amplio consenso entre los norteamericanos, tanto o más que el que, según Cospedal existe sobre la nefasta legislación sobre el aborto de 1985.

La defensa del derecho a la vida del niño no nacido choca frontalmente con la inercia egoísta de una sociedad anestesiada incapaz de escandalizarse ante las histéricas invocaciones de un supuesto derecho de la mujer a decidir sobre la vida de su hijo como si fuera parte de su propio cuerpo. No es difícil encontrar paralelismos con la esclavitud pues los amos se consideraban con derecho a decidir sobre la vida de sus esclavos. La negación de la evidencia científica –que el embrión es un ser humano diferente de sus progenitores- lleva a los partidarios del aborto a abrazar sin despeinarse los postulados eugenésicos del profesor Mengele sobre la selección de la raza bajo el pretexto del daño psicológico a la madre, que no es sino otro macabro eufemismo para enmascarar la cómoda evitación del sacrificio.

Defender políticamente la vida frente a la cultura de la muerte tan consensuadamente instalada en nuestra sociedad por los postulados del materialismo más cobarde e insensible requiere un ambicioso plan de pedagogía social, pero sobre todo exige valentía, coraje y una profunda convicción por encima del cálculo electoral, tres virtudes que, desgraciadamente, no parece que adornen a nuestro presidente del gobierno ni a su corte, lo que me hace temer que el recorrido del actual anteproyecto será corto y frustrante y que Mariano Rajoy no pasará a la historia como un verdadero estadista.


LFU

15 de enero de 2014

El paseillo de la Infanta

A propósito de la imputación de la Infanta Cristina, me sorprenden los argumentos que esgrimen los partidarios de que ésta haga el paseíllo a pie hasta el edificio de los Juzgados de Palma.  Dejando al margen la intencionalidad que subyace a tal pretensión, si la Infanta debe ser tratada como el resto de los españoles, debe aplicarse  el principio de no discriminación. Y si discriminar es tratar distinto a los que son iguales y tratar igual a los que son distintos, resulta palmario que dar a la Infanta Cristina el mismo trato que al resto de los ciudadanos, implicaría una discriminación evidente.  Y esto no tiene nada que ver con ser monárquico o dejar de serlo. Es de puro sentido común.

Hace muchísimos años que Ulpiano sentó claramente la definición de la Justicia: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi; "La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar (conceder) a cada uno su derecho".  Ese suum quique tribuere" (dar a cada uno lo suyo) no puede desconocer que la Infanta no es igual al resto de los españoles, por mucho que esté sometida como todos al imperio de la ley. Por formar parte de la familia Real, goza de determinados privilegios y está sujeta a un protocolo que es ajeno al común de los mortales, al tiempo que la repercusión pública de cualquier actuación reprochable -como la que indudablemente afecta a la conducta de su marido, conocida o no por ella- es infinitamente  mayor que la que pueda afectar a cualquier otro ciudadano español.  

Así, conceder a la Infanta un trato formal distinto al que se daría a cualquier otro justiciable no implica discriminación, sino estricta justicia. Otra cosa es que la Infanta sea igual que el resto de los ciudadanos ante la ley y la aplicación de la misma no admita distinciones por su rango institucional.  Caiga todo el peso de la ley sobre ella o sobre cualquier otro que haya delinquido, si así lo deciden los Tribunales, pero no pretendamos añadir a la eventual condena, penas adicionales no sólo inútiles –que sólo pretenden convertir su declaración en un circo mediático- sino, además, discriminatorias.


LFU

8 de enero de 2014

Aborto y Progresismo. Por Miguel Delibes

Por su indudable actualidad, merece la pena rescatar el brillante artículo que el gran Miguel Delibes escribió en ABC el 20 de diciembre de 2007.

En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.
La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. 
El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir. Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.
Miguel Delibes

7 de enero de 2014

Reforma de la Ley del Aborto. Un paso necesario

No soy de los que, en materia de defensa de la vida humana, se ajustan a la doctrina del Tribunal Constitucional, institución cuyo prestigio es inversamente proporcional a su docilidad al poder establecido en cada momento. Para mí la vida humana –y ésta existe de forma indubitada desde el momento de la concepción- es un valor absoluto y su defensa y respeto no admite excepciones, por lo que tan sólo en caso de tener que elegir entre una u otra vida resulta lícito sacrificar una de ellas para salvar a la otra. A partir de ahí, se pueden -y deben- aplicar atenuantes o eximentes en función de las circunstancias concretas en las que se pudiera practicar un aborto, como en la comisión de cualquier delito, pero no soy partidario del establecimiento de supuestos de despenalización que, en la práctica, equivalen al reconocimiento de un quasi derecho al aborto, máxime si dichas intervenciones son financiadas por la sanidad pública. Admitir la posibilidad de eliminar una vida ante la existencia de un conflicto de intereses entre una vida humana y un daño psicológico para otra, implica reconocer que no todas las vidas merecen la misma protección, en claro perjuicio, en este caso, del concebido no nacido.

No puedo, por tanto, hacer mío el anteproyecto de ley presentado por el Ministerio de Justicia, tan contestado desde dentro y desde fuera del Partido popular, lo que no me impide, en absoluto, reconocer el enorme valor que tiene dar en el mundo de hoy un paso contracorriente en defensa del derecho a la vida del concebido no nacido.

Sólo un iluso puede pensar que el legislador español pueda defender, por el momento, mi posición sobre este asunto. La postura que yo represento es aún, por desgracia, considerablemente minoritaria en una sociedad en la que impera  la comodidad y el hedonismo y en la que se niega cualquier valor del sacrificio. Una sociedad hipócrita que protege colonias de mariposas en extinción al tiempo que dedica recursos a eliminar embriones humanos no deseados y a apartar a los mayores.

En los ocho años que estuvo gobernando España el Partido popular presidido por José María Aznar, no se tocó ni una sola coma de la ley coladero de 1985 en base a la cual se podían abortar niños con ocho meses con pasmosa facilidad. En las últimas elecciones, el Partido popular no llevaba en su programa ninguna ley de “aborto cero”, aunque sí prometió derogar la ley de Zapatero por la que el aborto se convertía en un derecho y la vida quedaba sometida a un frío plazo durante el cual resulta lícita su eliminación.

Pues bien, el anteproyecto no se limita a derogar la nefasta ley de 2010 -lo que habría sido  visto con enorme comodidad para muchos votantes y cargos del Partido popular- sino que va mucho más allá y supone una regresión cualitativa en la cultura de la muerte, que se había instalado en nuestra sociedad desde hace décadas. El derecho al aborto desaparece como tal y se limitan a dos los supuestos de despenalización del aborto, eliminándose el aborto eugenésico; se exigen dos informes médicos distintos y ajenos al centro en el que se vaya a practicar el aborto, con lo que se pone coto al coladero de la antigua ley de supuestos y se permite a la administración la posibilidad de controlar el cumplimiento de tales requisitos; se exige al menos el conocimiento de los padres de la embarazada menor y se establece un plazo mínimo de espera de 7 días permitiendo al menos un período de reflexión a la madre embarazada desde el momento en que se le comunica la posibilidad de abortar a su hijo.

No es mi ley del aborto, en absoluto, pero es un paso importante en defensa de la vida, que me propongo apoyar, pues hoy por hoy, es la única ley posible.  Si tenía alguna duda al respecto, las declaraciones de personajillos como Semper, Monago, Cifuentes y etc… y el significativo silencio cómplice de otros populares como Mato, Aguirre, etc… han terminado de convencerme. Es claro que la ofensiva contra esa ley, desde dentro y fuera del PP va a ser enorme. Desde la izquierda, porque no aceptan que se desafíe su supuesta superioridad moral, desde la derecha, por el miedo que tienen muchos a perder votos por la defensa de unos principios que no comparten buena parte de los votantes del Pp, por lo que intentarán descafeinarla todo lo posible.

La apuesta del Ministro, me consta, es decidida para dar un paso al frente en defensa de la vida, que no será sino el comienzo de un cambio de tendencia en la cultura de la muerte. Esta es una guerra que hay que ganar batalla a batalla y que no se va a ganar en un día. Su propuesta de internacionalizar el asunto en el Parlamento Europeo permitirá que se abra un debate internacional sobre el aborto, muy necesario para despertar conciencias adormiladas.

No se conquistó Granada en un día. Hicieron falta ocho siglos para ello. Por eso cada paso que se de en defensa de la vida, por pequeño que sea, merecerá mi apoyo y mi compromiso.


LFU