(Artículo publicado hoy en ABC)
«Mientras esa ley tan injusta como innecesaria siga en vigor, los españoles están condenados a ver, una y otra vez, la cara de un bando y la del otro»
LA memoria es siempre un ámbito repleto de peligrosidad. Si se inclina al pasado, sus relieves son, en ocasiones, estimulantes. Si se prende en las horas trémulas del presente, corre el riesgo de caer en una dramática contradicción. La memoria es un gran espacio siempre respetable pero en ocasiones, bien nuestra fantasía o acaso también, nuestro recuerdo, adquiere un perfil difuso y también contradictorio. Yo me quedo con la memoria del pasado, con todas sus notas negativas, pero como una ventana abierta al sol de abril cuando amenazan próximas las oscuridades de los meses nuevos. La memoria te devuelve en ocasiones la alegría, ves con tus ojos figuras que parecían haber desaparecido y que, sin embargo, por obra de Dios, están todavía en tu mente palpitando en tu propio corazón. Hay memorias tan vivas, tan vibrantes, tan consoladoras que merece la pena haberlas vivido porque nos transportan a lugares que creíamos que el tiempo había hecho desaparecer y recobran su apostura, su vigor y su fuerza. La memoria nos sirve para vivir, más que para atormentarnos, y si en ese gran espacio tiene asiento la esperanza verdecida, que sacude los músculos del alma y ofrece mayor fuerza a nuestra existencia, quizás con mayor razón.
En un intento infame de prostitución histórica sin precedentes, navegan aún por los espacios legales, sin que el actual gobierno del Partido Popular haya hecho lo más mínimo para eliminarlos, los pliegos verdaderamente sectarios, injustos y peligrosamente iconoclastas de la llamada ley de la memoria histórica. Advierto que los españoles no podremos vivir una plena reconciliación mientras esta ley esté en vigor, ya que criminaliza a los que un día fueron vencedores y menosprecia a los vencidos con el hedor sectario y manipulador que impregna todo su texto.
Mientras esa ley tan injusta como innecesaria siga en vigor, los españoles están condenados a ver, una y otra vez, la cara de un bando y la del otro, cuando todo tendría que ser ya tumba, recuerdo de grandezas y olvido de miserias.
Yo tenía nueve años cuando en los primeros meses de la guerra vi pasar delante de mi casa aquellas interminables caravanas para escupir, mancillar y hacer cosas peores a los cadáveres que se amontonaban sin cesar. Nadie me lo ha contado, lo viví con ojos estremecidos y asombrados y ya por entonces, doloridos de lo que estaba presenciando. Y también soy consciente de los muchos fusilamientos que después se produjeron en la Málaga liberada, en los que sobró injusticia y faltó generosidad.
Pasaron los años. Allí cerca había una inscripción que recordaba el holocausto de muchos mártires. Las autoridades actuales lo destruyeron y ya habíamos pasado la etapa en la que unos y otros españoles sentían aún en sus venas la tragedia de la guerra civil. Yo tuve constancia humana, directa y personal de aquél drama que partió en dos mi familia. Por una parte, quien era Coronel inspector de la Legión española en Ceuta, fue destituido de su cargo por su condición republicana. Mientras, en Cartagena, un hermano suyo y de mi madre, Comandante de la Guardia Civil, era fusilado y posteriormente macheteado sin piedad por un grupo de milicianos. Podría contar muchas cosas de uno y otro bando pero la memoria me ha ayudado a sepultar aquellas desagradables escenas para abrir una etapa de paz en mi conciencia, olvidar lo innecesario y alejarme metafisicamente de aquellos que quieren empeñar su vida en derribar monumentos, estatuas y lapidas de los que dieron su vida por España.
Desde la atalaya que me ofrece mi avanzada edad y aún consciente de mi insignificancia, pido al Gobierno que derogue de una vez y para siempre la ley de la memoria histórica; una norma legal que resucita y alienta los viejos odios olvidados y nos ponen otra vez al borde de las trincheras, cuando la memoria de unos languidece y la de otros se alimenta de fantasías inaceptables llenas de rencor y de odio. Dejemos a los muertos que reposen en paz. Dejad de mancillar sus esqueletos. Dejad que las horas malditas de una España dramáticamente escindida se borren rápidamente. Que se destaquen por igual los hechos heroicos de las dos Españas, que vuelvan a su cabalgadura las viejas estatuas, al tiempo que se respeten las levantadas recientemente, en recuerdo y homenaje a aquellos que, con razón o sin ella, ofrecieron lo mejor de sus vidas por la España en la que creían.
Las horas del verano se acercan, la primavera está gritando su término, pero entre flores y rastrojos levantemos una oración de unidad, de fraternidad y de concordia.
JOSÉ UTRERA MOLINA
Gracias Pepe. Siempre es un gusto leerte, tanto por lo que dices como por cómo lo dices...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte para ti y todos los tuyos.
Curri
Gracias Pepe. Siempre es un gusto leerte, tanto por lo que dices como por cómo lo dices...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte para ti y todos los tuyos.
Curri
Gracias Pepe. Siempre es un gusto leerte, tanto por lo que dices como por cómo lo dices...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte para ti y todos los tuyos.
Curri
Don José.
ResponderEliminarHa escrito usted con gran lucidez lo que muchos hemos pensado y quizás no nos hemos atrevido a decir.
La ley de memoria histórica (todas las minúsculas intencionales), no ha sido más que una muestra de pequeñez mental de quienes la promulgaron y de quienes la dejan en vigor.
En ambos lados se cometieron actos reprobables durante la guerra. Por desgracia, la guerra suele hacer que se vean las mejores facetas del hombre (honor, valentía, camaradería), pero también saca lo peor de muchos.
Mis respetos a usted y gracias por un artículo tan interesante.
Fas cis tas !!
ResponderEliminarse que nunca publicariais esto por el simple echo de que instaurais la censura. Peropor gente como vosotros este pais es detestable. Pero no importa, me basta conque solo un retasado mental de vosotros pueda leerlo.
Ojala solo tengais hijas, o sea homosexuales vuestros hijos, ojala no llegueis a fin de mes o seais negros y entendais o respesteis minimamente los derechos humanos.
no sois mas que unos asesinos
ya basta por favor.
La verdad es que dudé si publicar o no el anterior comentario, pero decidí que era mejor publicarlo pues define muy bien a su autora ¿ojalá seamos negros? Por cierto, sólo tengo hijas, y a mucha honra.
ResponderEliminarUn articulo para aplaudirlo puesto en pie. Honra a quien lo escribe y denigra a los que tan pronto cambiaron de chaqueta para luego lanzarse en tromba contra el régimen en el cual medraron.
ResponderEliminarLástima la sociedad del odio y del rencor que estamos construyendo. La mejor prueba el increíble comentario de la tal Almudena grande. Odio por todos sus poros...
Admiro a Don Jose, aun cuando no le conozco (si a Cesar...)
Jose Utrera Molina es un gran hombre,excepcionalmente noble,generoso y valiente.Cuenta las cosas con claridad y sin rencor,sin odios ni nostalgias,solo con la sinceridad de un alma noble.Estoy leyendo con mucho gusto su obra "sin cambiar de bandera",y puedo decir que en este mundo de falsedad,traicion,cobardia y fraude la honradez no se reconoce ni premia,en la eternidad posiblemente si,y España,a la vista de la situacion actual que padecemos fue gobernada durante cuarenta años por un santo.El comentario de la tal almudena grandes es el propio de una bruja salida de un aquelarre.
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