El sábado, aprovechando un par de horas de soledad en casa,
vi de nuevo La Pasión de Gibson. Me estremecí de nuevo contemplando la crudeza
de la pasión y muerte de Jesús, reflexionando sobre su humanidad y la
consciencia de su misión salvífica. El continuo diálogo del Hijo con el Padre y
el acecho constante del demonio que acaba siendo derrotado por la entrega
amorosa de Cristo en la Cruz.
La película, durísima –como lo fue la tortura y muerte de
Jesús- te atrapa y envuelve y te invita a la oración. Duele y emociona desde el
primer instante y constituye una
inestimable ayuda para vivir la Cuaresma.
Así que no puedo por
menos que recomendarla como práctica cuaresmal, aunque reservada a los mayores
de 18 años.
LFU
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