Varón e inclinado hacia lo espartano, lo marcial y una cierta dureza en la educación de la prole, me encuentro, ¿casualidad?, educando a tres hijas: M. R. y V. que responden en diversos e inteligentes grados evasivos hacia esa, mi corriente educativa. M. con su facciones regulares, frente florentinamente persuasiva, ojos entre marinos y aéreos y voz dulce, delimitó con apenas 5 años los definitivos confines de mi propósito educativo.
Un enérgico regaño y castigo no ponía fin a su llanto, raro pero persistente cuando hace presencia, cuando me miró abriendo sus ojos arrasados en lágrimas y abrazándome me gritó: “¡necesito consuelo, no regaños!”. Luego el abrazo, los besos y la calma. Como el mar, también femenino, que también (y tan bien) nos revuelca y nos devuelve a nuestra exacta estatura y pretensión.
César Utrera-Molina
3 comentarios:
¡Cuántas ideas preconcebidas se nos han caido tras una sonrisa, un abrazo o el pálpito acelerado y cálido de un recién nacido...!
Tu Marga, te descoloca hermano, es maravillosa y precioso tu comentario!!!!!!!!
Preciosa reflexión. Las niñas son inefables y a los hombres nos desbordan.
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