Hace unos días,
murió un militar español al que conocí en mi edad más temprana. Si se pudiera
hacer un diseño de su noble figura me encontraría con serias dificultades. En primer término, porque ninguna de las
virtudes militares que han existido en nuestro Ejército a través de nuestra larga historia, estaban
fuera de su noble personalidad. Era
militar “hasta las cachas”, sentía la milicia con gran devoción religiosa y su
patriotismo era tan ejemplar que conmovía a cualquiera que analizara con
objetividad la historia de su vida. Antonio Vallejo Zaldo, había combatido en
la guerra de España. No contento con haber ofrecido a su Patria pruebas inequívocas
de bizarría, de heroísmo y de valor, solicitó ir como oficial a la División
Azul española. Allí se comportó con una dignidad extrema hasta el punto de
conseguir las máximas condecoraciones que otorgaban a los miembros del ejército
que combatieron en Rusia. Le conocí muy de cerca y no he podido encontrar un
ejemplo tan vivo, tan escandalosamente conmovedor como el ejercicio del
patriotismo de este soldado español que acaba de morir. Amaba España
delirantemente; para él no había objeto merecedor de un amor tan intenso como
el que sintió desde siempre por el ser dolorido de España. La defensa de sus
ideales no se redujo a la contienda española, ni tampoco al credo que defendía
en las trincheras de Rusia formando parte de una compañía avanzada. Antonio fue
algo más. Era un patriota poco indulgente con los que habían cursado la nefasta
asignatura de la versatilidad. Combatió siempre con nobleza y con hidalguía.
Era un tipo de caballero a la usanza antigua, nunca le vi arrugado por el
rencor, extraviado por nada que no fuese noble y verdadero. En cierta ocasión
fue agredido cobardemente a la salida de un metro de Madrid. Varios meses
después se recuperó totalmente y nunca dejó que se apoderara de su alma el odio
o el rencor. Me dicen que era el Presidente de la Confederación de
Excombatientes y estimo que no podía existir un lugar tan conforme con su
personalidad y con su coraje. Yo le saludo con la emoción de un viejo soldado
que sirvió solamente en las épocas de la paz pero que me incliné siempre
emocionado, ante el ejemplo de mis mayores, que cumplieron valientemente con su
deber y elevaron el nombre de España a las más altas cimas.
Amaba, por
cierto, a una España que no le gustaba, pero ese disgusto interior lo suplía
con el ejercicio de su voluntad y con la aportación de todo su ser y su espíritu a las causas más elevadas. Estoy
seguro que encontrará allá en el infinito otros camaradas de su estirpe. Pero
él aparecerá con unas insignias todavía lucientes y con una bandera que jamás
arrió. Yo le llevé a su féretro las cinco rosas de una leyenda compartida y
estoy seguro que comprenderá el sentido de esta ofrenda y sé que le robo las
palabras con que siempre me saludaba, el ¡Arriba España! que no tuvo en su
corazón ni olvido ni cobardes claudicaciones.
JOSE UTRERA
MOLINA
OFICIAL DE
COMPLEMENTO DEL EJERCITO ESPAÑOL
"Nosotros amamos a España porque no nos gusta. Los que aman a su patria porque les gusta la aman con una voluntad de contacto, la aman física, sensualmente. Nosotros la amamos con una voluntad de perfección. Nosotros no amamos a esta ruina, a esta decadencia de nuestra España física de ahora. Nosotros amamos a la eterna e inconmovible metafísica de España".
ResponderEliminarE.P.D.
Una oración, y toda mi admiración, por don Antonio Vallejo, héroe del requeté, ejemplo a seguir.
ResponderEliminar¡Viva España! ¡Viva Cristo Rey!
Después de leer la extraordinaria semblanza que de este héroe ha hecho don José Utrera uno no tiene más remedio que sentir en carne propia la emoción auténtica del amor a la patria y del deber cumplido cada día, de la auténtica vocación de servicio.
ResponderEliminarGracias a hombres como Antonio Vallejo Zaldo ser español es un privilegio.
¡¡¡ ARRIBA ESPAÑA !!!