Anoche terminé de leer un libro ciertamente recomendable,
tanto para amantes como para detractores e indiferentes del mundo del toro. Se
trata de un libro en el que el torero José Miguel Arroyo, Joselito, narra con
especial crudeza y abierta sinceridad una trayectoria vital en la que se
aprecian ciertos paralelismos con la vida del gran Juan Belmonte, espléndidamente
narrada en su día por Manuel Chaves Nogales.
Confieso que la noche que comencé a leerlo tuve problemas
para conciliar el sueño y es que la crudeza descarnada con la que el autor
describe su terrible infancia parece sacada de la más inquietante de las
pesadillas. Abandonado por su madre y separado de sus dos hermanos, su infancia
transcurrió, junto a su padre en una buhardilla de diez metros cuadrados de la
calle Cartagena compartida con papelinas, farlopa y hachis que constituían,
junto con el juego y la bebida, la principal ocupación de su padre cuyo
complejo retrato psicológico resulta paradójicamente benigno a la postre en
comparación con el de su madre biológica, que no resiste el menor análisis
desde el punto de vista de la moral humana.
La historia de Joselito es de quitarse el sombrero. Como
recalca en reiteradas ocasiones, el mundo del toro fue el que impidió que
acabara en la cárcel o muerto por sobredosis como la mayor parte de sus
compinches de la Guindalera. Es la historia de una admirable superación
personal que le llevó a las cimas más altas del toreo, a base de esfuerzo, ilusión y seriedad, resultando especialmente emotiva la narración de sus grandes triunfos en Madrid.....y en Sevilla, donde hasta entonces le llamaban despectivamente, "Pepito".
El libro muestra las
grandezas y también las miserias de tan apasionante mundo, constituye una espléndida
reivindicación de la fiesta nacional. Pero, más allá de esto, impresiona cómo
un hombre que careció de infancia –o quisiera olvidarla- a causa de una familia
desestructurada, sin un espejo donde mirarse, de espaldas a Dios, va
descubriendo poco a poco, a través de sus padres adoptivos, su mujer y sus
hijas el valor de la familia, de la vida, del amor y a la postre, de Dios, al
que recibió por fin cuando hacía tiempo que había tocado la gloria en la tierra
y que sin duda evitó que su historia acabase como la de Belmonte.
Imprescindible.
LFU