24 de octubre de 2011

Perdonavidas


Hace unos días, mi buen amigo Manuel me ponía un ejemplo clarificador del escenario que se abre tras el comunicado de la ETA. Imaginaos que un grupo de facinerosos decide ocupar una parte de vuestra casa y se dedica a pegaros, molestaros y amenazaros. Insultan a vuestros padres, pegan a vuestros hijos, matan a vuestros hermanos y asustan a vuestras mujeres...

De repente, cuarenta años más tarde y algo asustados, pues las denuncias y medidas que hemos tomado comienzan a hacer mella en su comodidad, se presentan en vuestra casa y os dicen: estamos dispuestos a discutir (siempre que nos deis la razón) de quién es el trozo de casa ocupado y mientras discutamos no os vamos a matar ni a pegar (pero recordad que tengo las escopetas guardadas) además como prueba de buena voluntad tenéis que retirar las denuncias que tenéis interpuestas.

¿Estaríais contentos? Sin duda que os tranquilizaría el cese de las hostilidades. Pero dudo mucho que os emocionaseis hasta el llanto pensando que por fin los malos han entrado en razón y se avienen a dialogar como buenos amigos.

Pues esta es la sensación que toda persona sensata debería tener. Que la ETA nos perdone a todos la vida después de cuarenta años matando inocentes de forma salvaje -manteniendo su arsenal, por si las moscas- no es como para dar saltos de alegría y mucho menos para derramar lágrimas interesadas de emoción en mítines públicos.

Celebremos que dejen de matarnos, pero no perdamos la cabeza. No podemos darles lo que quieren –una parte de España- y mucho menos rendir el Estado de Derecho haciendo tabla rasa de sus salvajadas. Lo contrario sería traicionar la memoria de las víctimas, pisotear la dignidad de la nación y concederles una victoria que ahora mismo están celebrando frotándose las manos ante la terrible debilidad que –sólo por interés electoral- está demostrando el peor gobierno de la historia de España.

LFU

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