Les ha escocido, y mucho.
Primero Almudena Grandes y después Javier Marías, verdaderos epítomes de la progresía más trasnochada, vomitan su bilis en El País sobre la Jornada Mundial de la Juventud, atribulados por el éxito arrollador de un evento tan incómodo para mentes obtusas como las suyas. Saben que la fuerza vivificadora de la fe, de la alegría y la esperanza que inundó Madrid durante el mes de agosto amenaza su sueño sectario y totalitario, oscuro y sin salida, cuya estrella decadente nos anuncia una nueva amanecida.
Hace veinte años era difícil ver a miles de jóvenes por la calle exhibiendo con orgullo un crucifijo. Los seminarios y las Iglesias se vaciaban y la confusión se apoderaba de buena parte de la jerarquía eclesiástica. Juan Pablo el Magno rompió muchos complejos con aquél "No tengáis miedo". Benedicto XVI, el Papa profesor rompe moldes con un lenguaje directo y valiente que llega a la juventud.
Por eso, al leer los desvaríos de estos pobres heraldos de la progresía, no puedo sino alegrarme. El éxito ha sido rotundo. Ni en sus peores pesadillas pudo Zapatero imaginar que su sueño laicista y disgregador iba a terminar pisoteado por la alegría de millones de jóvenes firmes y arraigados en la fe.
Laus Deo.
LFU
Desde luego que si algo se respiraba esos días en Madrid era alegría sincera, la alegría de estar arraigados en Cristo y firmes en la fe, el Sr. Marías se debió perder en otro sitio de veraneo en donde probalemente si había "huestes deambulando sin sentido y tratando de parecer alegres",
ResponderEliminarReyes