6 de mayo de 2011
Consumatum est
No por esperada, la sentencia del Tribunal Constitucional resulta menos indignante. El fallo de anoche viene a sumarse a un sin fin de resoluciones obedientes al poder de turno que ha venido perpetrando el desacreditado Tribunal desde su creación, sin que ninguno de los partidos que se han alternado en el poder haya hecho nada por modificar el lamentable sistema de designación de sus miembros, para poder utilizarlo a su antojo como un resorte más del poder del ejecutivo.
Mayor Oreja ha demostrado dotes sobradas de profeta cuando decía que todo estaba pactado y que, al final, ETA volvería a las instituciones. Son legión –de uno y otro lado- los que han venido pasándole la mano por el lomo como si de un esquizofrénico se tratara y ahora se rasgan las vestiduras al encontrarse de bruces con la desnuda realidad.
Los magistrados del Tribunal Constitucional que han hecho posible la presencia de ETA en los Ayuntamientos españoles no han hecho más que demostrar al partido que los nombró que eran acreedores de semejante poltrona, cuya dignidad han vuelto a pisotear en primer tiempo de saludo.
Zapatero y Rubalcaba, con este vergonzante baile de máscaras con el que han pretendido engañar una vez más a los españoles, no han hecho más que destapar algo más las vergüenzas de un Estado de Deshecho cuyo hedor cada día se hace más insoportable al olfato de cualquier persona bien nacida. Y el Partido popular, que ahora llora con despecho la nueva trampa y el nuevo embuste, debe recordar que no movió un dedo cuando pudo hacerlo para evitar el desprestigio de una institución que nunca ha sido otra cosa que la voz de su amo.
Han tratado de engañar a todos, pero me temo que no han engañado a nadie que no quisiera ser engañado, que, por desgracia para España, son demasiados. Mientras otras naciones sin complejos abaten a los terroristas a la luz del día, aquí seguimos dandoles de comer.
Pobre España.
LFU
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