7 de abril de 2010

Crimen en Seseña. La hipocresía de una sociedad decadente.

Estremecedores resultan los detalles que se van conociendo del terrible crimen de Seseña. Y muy preocupantes las reacciones de políticos y contertulios, discutiendo si se debe o no legislar en caliente y si conviene endurecer las penas o rebajar la edad penal.

Y es que lo verdaderamente preocupante no es la mayor o menor dureza de las penas, sino el modelo de sociedad que, desde el poder político y mediático están creando desde hace décadas en toda Europa. La educación en valores como el cumplimiento del deber, el sacrificio, el orden o la disciplina desaparecieron para dejar paso a una cultura proteccionista y hedonista en la que el valor de la tolerancia se ha prostituido con la ausencia de referentes de un comportamiento moral de acuerdo con el derecho natural, que ha sido totalmente proscrito y desterrado de la enseñanza. La crisis de la familia, célula natural en la que el individuo encuentra su seguridad, está dejando una sociedad desestructurada y sin referentes morales válidos que han sido los que han cimentado la civilización cristiana, la más avanzada de las que existen en la tierra.

Los niños y los jóvenes necesitan ejemplos edificantes que poder imitar, pero los niveles de audiencia televisiva nos abren los ojos a la espeluznante realidad de una sociedad de adultos más preocupados por la vida sentimental de Belén Esteban o la paternidad de mengano y de zutano y por los resultados de la liga que por saber dónde y con quien están sus hijos, qué mensajes están recibiendo a través de la televisión y qué hacen en su tiempo libre.

Si nuestro sistema penal era válido para los menores hace veinte años, y ahora no, tenemos que preguntarnos si de verdad tenemos que cambiarlo o tenemos que tratar de transformar la sociedad. Yo me inclino por esto último.

Hay motivos de sobra para alarmarse y estar alerta ante la sociedad en la que están creciendo nuestros hijos. Y procurar cada día con nuestro ejemplo, darles a nuestros hijos, al menos, una mínima parte de lo que nosotros recibimos de nuestros mayores, esa generación «reprimida y puritana» que nos dejó una España mucho mejor que nosotros no hemos sabido defender.

LFU

4 comentarios:

  1. Estupenda entrada. Una salvedad que espero que nos salve. Entre nuestros padres y nosotros, ha habido una generación que es la responsable (hablo cronológicamente) de esto. Nosotros estamos prácticamente llegando ahora a algunos puestos de alguna influencia. Quizá podamos defender todavía algo. Blogs como éste hacen concebir esperanzas.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Gonzalo.

    Mi admirado Enrique: tu generosidad me conmueve. Ojalá tú y yo podamos mirar a los ojos de nuestros hijos sin avergonzarnos. Es lo menos que debemos conseguir.

    ResponderEliminar
  3. Me gustaría pensar como tú, Enrique, pero no sé si llegados a cierto grado de putrefacción cabe confiar en la posibilidad de arreglo o sólo cabe esperar que todo haga crack -como decía en los comentarios de mi bitácora hablando de lo mismo, no sé por dónde, pero lo acabará haciendo- y entonces empezar de nuevo.

    ResponderEliminar