Hace tan sólo unas horas, exactamente a las ocho y media de la mañana, se nos ha muerto el gran Rafael de Penagos, uno de los mejores poetas del siglo XX español, premio nacional de literatura. Su obra queda para la posteridad en sus numerosos libros y su vibrante y melodiosa voz quedará para siempre en nuestra memoria cada vez que oigamos la de Miguel de Cervantes en la serie El Quijote, la del Cardenal Richelieu en «Dartacán y los Tres Mosqueperros», la del Sr. Roper, la de Stan Laurel en «el Gordo y el flaco» o la del Capitán Renault en «Casablanca».
Ayer por la tarde fui a visitarle a la habitación del hospital donde parecía recuperarse de haber estado al borde del abismo, para llevarle el aliento y el abrazo de su gran amigo, mi padre, y el de todos mis hermanos que le querían como si fuera alguien de la familia. Se alegró mucho al verme y no quiso que me fuese sin sentir su gratitud. Pude ver en sus ojos el brillo del optimismo y la esperanza y salí reconfortado por haberle arrancado varias sonrisas y la promesa de que, tan pronto estuviese repuesto, le escribiría un soneto a mi hija Paloma de la que siempre –y ayer también, por última vez- me decía que su belleza renacentista parecía sacada de un cuadro de Boticelli.
Confieso que he llorado al conocer su muerte y saber que debo decirle a mis hijas que ya nunca volverán a tomar el aperitivo con el Cardenal Richelieu y que tendrán que esperar a mejor ocasión para tener su soneto.
Para siempre nos quedará el limpio y precioso soneto que dedicó a la casa de mis padres, que da la bienvenida a todos desde su entrada:
Sólo me queda el consuelo de haberle podido llevar, pocas horas antes de partir, una muestra del gran cariño que todos le profesábamos. Estoy seguro de que nuestras oraciones de estas noches últimas, le habrán servido para ver con mayor claridad el rostro divino del buen Pastor que a buen seguro le habrá recibido con el mejor de sus abrazos.
Descansa en paz, querido Rafael y que Dios te premie tu bondad.
LFU
Con su muerte se nos va algo a todos. Descanse en paz.
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