Estaba pensando ayer en hacer un gasto extra y decidí finalmente posponerlo a la espera de que la situación económica mejore. Digamos que mi comportamiento era previsible y lleno de sentido común.
Por el contrario, la actitud del gobierno de España, aunque previsible, no se ajusta a ningún parámetro de sensatez. El llamado “modelo” de financiación es un disparate mayúsculo que consiste en gastar mucho más, pese a recaudar menos, a base de endeudarse ad infinitum. La única finalidad de dicho modelo es asegurarse el apoyo de los independentistas de ERC y de CIU y pagar las consecuencias de aquella promesa irresponsable que el infame hizo a los catalanes sobre el Estatuto.
Cataluña tiene lo que quería, esto es, mucho más que las demás regiones de España, a las que se tapa la boca con más dinero, con más gasto,……y con más deuda. El principio de solidaridad consagrado en los artículos 1 y 38 de la Constitución ha mucho que se convirtió en un espejismo y el segundo párrafo del 38 “las diferencias entre los estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”, en motivo de sonora carcajada.
¿Y quién –aparte del infame gobernante que padecemos- es el verdadero artífice de este cachondeo?. El Tribunal Constitucional, que alcanzando las más altas cotas de desvergüenza y desprestigio, ha retrasado durante tres años la Sentencia sobre el recurso de inconstitucionalidad del Estatuto de Cataluña hasta que el gobierno haya hecho mangas y capirotes con el tema de los dineros. La anunciada sentencia ya no se hará esperar y será sin duda una auténtica marranada jurídica que en base a criterios interpretativos deje las cosas como están.
Con todo, lo más deprimente es que el indignante pisoteo del Estado de derecho está avalado por una inane oposición que, en espera de la alternancia sagastacanovista vocifera hoy, para dejarlo todo como está cuando le llegue el turno. Las reglas del juego sucio sirven igual para un roto que para un descosido.
LFU
Muy bien dicho. Tienes toda la razón. Me pregunto cómo se ha llegado a caer tan bajo, sobre todo en una institución como el Tribunal Constitucional.
ResponderEliminarAmén
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