Quizá llevado por la desidia estival y tras terminar una nueva relectura del "Madrid de Corte a Checa" de Foxá (al que cada vez le saco más jugo y resulta imprescindible en plena hégira Zapaterista) ayer cayó en mis manos el último número de la revista Hola, dedicada fundamentalmente a la boda de un alto directivo del Grupo Prisa que ocupa su portada y páginas centrales.
Lo de menos es que la boda, a juzgar por las imágenes, fuera una colosal horterada de dos días seguidos al más puro estilo americano con ceremonia civil en el jardín, fiestas pre y post, damas de honor uniformadas y todo el famoseo posible asistiendo encantado a los fastos y posando para la revista, que promete una segunda entrega.
Lo que verdaderamente debe servir de reflexión y el motivo de este comentario es -como tan certeramente me apuntaba mi mujer- lo que estarán pensando los miles de empleados del grupo Prisa que han perdido su empleo por los diversos EREs solicitados, al ver el lujo escandaloso exhibido por uno de sus altos directivos, precisamente cuando la empresa que dirige se arrastra por los parqués cada mañana dejando miles de parados en el camino con sus correspondientes miles de dramas en sus hogares.
Tengo muy claro que si yo fuera su jefe –quien por cierto ha tenido el buen gusto de no aparecer en ninguna de las imágenes- tendría algo más que unas palabras con el protagonista de una exhibición tan snob como inoportuna.
No conozco a los recién casados –a quienes personalmente deseo lo mejor- pero creo que no han empezado su andadura conyugal con la mejor tarjeta de presentación. Ojalá Dios les conceda algo más de sensibilidad de la que han demostrado en este inoportunísimo reportaje.
LFU
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