Confieso que aún sigo atrapado por ciertas dosis de ingenuidad que lastran cualquier posible análisis político de la situación política actual. Frente a los que a mi alrededor (David, Guillermo, …) sostienen convencidos que Pachi López acabará echándose en manos del PNV, he mantenido hasta ahora mi convicción de que tal estrategia sería letal para Zapatero después de haber proclamado a los cuatro vientos el pretendido “cambio”. Pensaba que el votante socialista entendería mejor la soledad de su partido en el Parlamento nacional por despecho nacionalista que un nuevo contubernio al estilo Benegas que sostenga a Zapatero a costa de mantener maquillado el status quo que desde hace 30 años oprime a los vascos.
Lo cierto es que cada día que pasa mis restos de ingenuidad se resquebrajan y van dejando paso a mayores dosis de realismo que me hacen acoger como más verosímil la postura de los pesimistas. En primer término porque los antecedentes de Pachi López no son precisamente tranquilizadores (fue él quien se encargó de defenestrar a Nicolás Redondo y a todo intento de entendimiento entre los partidos nacionales); en segundo lugar, porque ZP no engaña a nadie y hará al final –máxime en medio de la que está cayendo- lo que más le interese a él y menos a España y porque, en último término, ¿qué hago yo poniéndome en los zapatos de un votante de Zapatero?. El último es, quizá, el mayor error que tengo que reconocer.
Y para colmo de males, el artículo de ayer de Juaristi en ABC (del que sobra la referencia a Onésimo Redondo, que es falsa y de muy mal gusto), vino a apuntillar mis escasas esperanzas.
En todo caso, la esperanza es lo último que se pierde.
LFU
1 comentario:
Ya sabes que un pesimista es un optimista bien informado...
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