17 de noviembre de 2008
En las catacumbas
En la España de las libertades del siglo XXI los homosexuales militantes pueden apropiarse de las calles de Madrid durante todo un día haciendo gala de un mal gusto insufrible, ofendiendo a la decencia y haciendo una exhibición pública de obscenidad.
Esa misma España asiste indiferente a los aquelarres nacionalistas en Cataluña y en el País Vasco en los que con una impunidad vergonzante se insulta a la patria, se queman sus simbolos y se pregona la secesión.
Pues bien, en esta misma España, en la que la libertad de expresión se ha convertido en dogma, el Parlamento aprobó, con la repugnante algarabía de la izquierda sectarea y la indiferencia acomplejada de una derecha inerme, una ley que, entre otras cosas, impide que unos cuantos miles de españoles, desafiando al pensamiento único, rindan homenaje a Francisco Franco, a José Antonio Primo de Rivera y a todos los caídos por España, en el monumento erigido como símbolo de la reconciliación entre los españoles. En efecto, a falta del preceptivo desarrollo reglamentario de la infame Ley de memoria histórica, el Gobierno por sí y ante sí, ha decidido que si quieren ir a rezar, que se abstengan de llevar una sola insignia, que destierren el color azul de su indumentaria, guarden sus banderas y se dejen registrar a la entrada por las fuerzas del orden, como si fueran vulgares delincuentes.
Mientras tanto, hace unos días y ante las cámaras de todos los medios de comunicación, las hordas de la Esquerra Catalana hicieron gala de todo su macabro ritual, con sus banderas inconstitucionales y sus gritos anti españoles en el mismo lugar que sirvió de sangriento paredón para miles de catalanes que cayeron por España mucho antes que Luis Companys, sin juicio alguno y cuya memoria por lo visto merece todo el desprecio de las instituciones públicas.
Hay desgraciadamente dos varas de medir. Y está claro que los que presumen de demócratas han decidido relegar a la clandestinidad a quienes osan denunciar su sectarismo sin límites y siguen fieles a un limpio ideal.
Pues bien. Quienes creemos en el poder de la oración, seguiremos acudiendo, mientras Dios nos de vida, a rezar por España bajo una colosal Cruz que nos recuerda el sufrimiento y la salvación. Sin banderas nacionales, sin insignias, sin recuerdos, pero con la cabeza bien alta, como homenaje a quienes hicieron posible una España mejor.
El infame nos ha convertido en españoles de segunda. Nos ha relegado a las catacumbas con el silencio escandaloso de la oposición. Pero se equivocan -y mucho- si piensan que han vencido. Todo lo que se construye sobre el odio acaba por consumirse y desaparecer. No conseguirán provocarnos, porque no somos como ellos. Cuanto más fuerte sea su odio, más grande será nuestra esperanza en un nuevo amanecer.
LFU
Felicidades por tu articulo.
ResponderEliminarUn beso,
Marga
Magnífico y magnánimo.
ResponderEliminarDAL
Gran artículo acorde con la Cruz más grande del mundo.
ResponderEliminarEnhorabuena,
MTL
Impecable como de costumbre, Luis Felipe. De las catacumbas surgió con un poder inexpugnable la fé, ¿por qué no soñar con que de estas catacumbas resurja la bandera alzada hace 75 años con aquel gran discurso y hace 72 con la Cruzada?
ResponderEliminarPor siempre, ARRIBA ESPAÑA
FRANCISCO FRANCO
JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA
¡¡¡PRESENTES!!!
Antonio Vallejo
Gracias, anima leer tanta sensatez. Es la primera vez que caigo por aquí, buscando cosas sobre Franco y los judios que salvó, y creo que volveré bastante a menudo...
ResponderEliminarsaludos, y espero que crezca como se merece.
Castellani definió la libertad de opinión como el «chillar de los ineptos hasta acallar al sabio».
ResponderEliminarEn esas estamos.
Enhorabuena por tu artículo. Un abrazo.
Abu
Castellani definió la libertad de opinión como el «chillar de los ineptos hasta acallar al sabio».
ResponderEliminarEn esas estamos.
Enhorabuena por tu artículo. Un abrazo.
Abu
Castellani definió la libertad de opinión como el «chillar de los ineptos hasta acallar al sabio»
ResponderEliminarEn ese proceso estamos.
Enhorabuena por tu artículo.
Un abrazo
Abu