No es lo que parece. Líbreme Dios de hacer odiosas comparaciones harto ofensivas para con los bravos hombres del Tercio. Pero la licencia literaria es inevitable en este caso. El gobierno que padecemos, consciente de la precariedad que puede causarle el agujero negro en el que la crisis económica está sumiendo a España, se ha echado en brazos de la guadaña en un último intento de morir matando.
Seamos francos. A nuestro presidente le importan un higo tanto los muertos de la guerra como los muertos del aborto o de la eutanasia. Cuando se carece de principios –como es su caso- el fin justifica los medios y el infame se ha propuesto no perder el voto de los desheredados, de los adictos a Tele5 y Gran Hermano y de los menesterosos de la izquierda radical echando carnaza a una acomplejada derecha a la que esos tres temas le queman en la mano como ascuas de acero, empeñada como está en acaparar los votos de todo el espectro social. La derecha, como siempre, caerá en la trampa saducea y ZP conseguirá, una vez más, que la izquierda que padece la crisis no se quede en casa por miedo a que gobiernen los que siempre se oponen a “ampliar derechos”.
Así, al grito de ¡Más derechos para todos!, la muerte se llevará el gato al agua. El número de niños descuartizados en el seno de sus madres se multiplicará exponencialmente; los ancianos dejarán de ser un estorbo para sus familiares, quienes podrán convencerles legalmente de lo bien y rápido que se puede morir uno sin molestar a los demás; las fosas comunes comenzarán a abrirse y los vivos y los muertos volverán a vivir de nuevo la tragedia de aquél fraterno enfrentamiento cuya sombra nos acompañará mientras el infame no deje el poder y la izquierda no pida perdón de una vez por todas por las atrocidades cometidas en la misma.
Decía Edmund Burke que “lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. ¿Despertará de una vez por todas la sociedad española ante la iniquidad de sus gobernantes?. No podemos quedarnos con los brazos cruzados mientras la muerte llama a nuestras puertas, envalentonada ante la llamada del infame, pues algún día nuestros hijos nos lo demandarán, y con razón. Es el momento de defender la vida y en esa tarea estoy seguro de que contaremos con la mejor ayuda: la que viene de Dios.
LFU
Seamos francos. A nuestro presidente le importan un higo tanto los muertos de la guerra como los muertos del aborto o de la eutanasia. Cuando se carece de principios –como es su caso- el fin justifica los medios y el infame se ha propuesto no perder el voto de los desheredados, de los adictos a Tele5 y Gran Hermano y de los menesterosos de la izquierda radical echando carnaza a una acomplejada derecha a la que esos tres temas le queman en la mano como ascuas de acero, empeñada como está en acaparar los votos de todo el espectro social. La derecha, como siempre, caerá en la trampa saducea y ZP conseguirá, una vez más, que la izquierda que padece la crisis no se quede en casa por miedo a que gobiernen los que siempre se oponen a “ampliar derechos”.
Así, al grito de ¡Más derechos para todos!, la muerte se llevará el gato al agua. El número de niños descuartizados en el seno de sus madres se multiplicará exponencialmente; los ancianos dejarán de ser un estorbo para sus familiares, quienes podrán convencerles legalmente de lo bien y rápido que se puede morir uno sin molestar a los demás; las fosas comunes comenzarán a abrirse y los vivos y los muertos volverán a vivir de nuevo la tragedia de aquél fraterno enfrentamiento cuya sombra nos acompañará mientras el infame no deje el poder y la izquierda no pida perdón de una vez por todas por las atrocidades cometidas en la misma.
Decía Edmund Burke que “lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. ¿Despertará de una vez por todas la sociedad española ante la iniquidad de sus gobernantes?. No podemos quedarnos con los brazos cruzados mientras la muerte llama a nuestras puertas, envalentonada ante la llamada del infame, pues algún día nuestros hijos nos lo demandarán, y con razón. Es el momento de defender la vida y en esa tarea estoy seguro de que contaremos con la mejor ayuda: la que viene de Dios.
LFU
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