Siguiendo la inveterada costumbre española, muchos se han tomado a chanza la creación por el infame del Ministerio de Igualdad, poniendo al frente del mismo a una jovencita de 31 años cuyo exiguo currículo dificilmente pasaría el filtro del menos exigente departamento de recursos humanos.
Pero la broma deja de tener gracia cuando se conoce que el insólito departamento cuenta con una dotación presupuestaria de casi 5 millones de euros anuales, que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos.
Resulta grotesco -como apuntaba mi hermana Rocío el pasado viernes en la cena- que sea precisamente el gobierno de la historia de España que más desigualdad ha fomentado entre los diversos territorios de España, y por ende, entre los españoles de cada región, a base de alentar las ansias nacionalistas de unos y otros, el que haya decidido crear un Ministerio con ese nombre. Si la intención fuera buena, el presupuesto se le quedaría corto porque no hay nadie capaz de desfacer los entuertos que la irresponsabilidad del infame ha creado en cuanto a se refiere a la igualdad de los españoles ante la ley. Entre otras cosas, podría ocuparse en garantizar a los niños de Cataluña que la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de dicha Comunidad, que ordena a la Generalidad que se imparta el número legal de horas lectivas en lengua española, se va a cumplir, a pesar de la insoportable chulería del Gobierno autonómico anunciando que se pasa por el forro de sus verguenzas dicha Sentencia.
Podría ocuparse de que cualquier español tenga garantizada la escolarización de sus hijos en lengua española en cualquier lugar de España, algo que parece ciertamente complicado explicar a un extranjero, siendo el castellano la lengua común de los españoles.
Podría ocuparse de que los embriones humanos puedan alcanzar un nivel de protección similar a la de los simios o chimpancés, ahora que hasta en la emisora de la conferencia episcopal española se defiende con desparpajo el aborto en algunos supuestos por parte del enano presentador estrella y sus corifeos, mientras en el parlamento los señores diputados se empeñan en ser los primeros en promulgar la declaración de los derechos del mono.
Pero, por el momento, la Ministra podría empezar por taparse la boca con un esparadrapo y dejar de dar coces al español como lo ha hecho hasta ahora. Me molesta profundamente la soberbia de una "personaja" que pretende que el resto de los españoles (¿o españolos y españolas?) hablemos tan mal como ella nuestra lengua común. Ya está bien con que pretendan meternos con calzador la ideología de género, y que tengan cinco millones de euros para ello, para que encima quieran convertirnos en ignorantes enciclopédicos como ellos. Ni miembras ni leches. Ni policíos ni imbécilas.
La sombra del infame es alargada. Y su ministra de igualdad, una desgracia.
LFU
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