Para la mayoría, esta fecha pasará inadvertida en el calendario, solo marcada por la resaca de un debate en el que el infame lo fue más que nunca sacando a los muertos en su defensa y el aspirante no fue capaz de fulminarlo.
Pero para aquellos que alguna vez en su vida han sentido el azul mahón en sus corazones, el 4 de marzo les traerá el recuerdo de una mañana luminosa de la Castilla de 1934 en la que sonaron, poéticas y juveniles, las voces de José Antonio, Onésimo y Ramiro en medio de un clamor de unidad que los tres rubricarían dos años después con el sacrificio supremo de sus vidas.
Para mí, el 4 de marzo es mucho más. Cuando yo apenas contaba cinco años de vida, mi padre, José Utrera Molina, en el mismo escenario vallisoletano en el que se proclamó la unidad de un movimiento nuevo, pronunció el que posiblemente sería el mejor discurso de su vida política. El más vibrante y genuinamente jose antoniano, por la poesía que impregnaba sus palabras y por el fondo unitario de su mensaje: el último de los que conseguirían devolver al teatro Calderón la emoción de una efemérides inolvidable que hace tiempo cayó en el olvido. Todo un canto a la Esperanza, a la unidad y a la superación de la fractura nacional, y una profesión de fe en la juventud, en un tiempo en el que muchos se apresuraban a vender de nuevo su alma por treinta denarios. He visto la grabación y leído el discurso muchas veces. Y aunque es imposible transmitir con palabras la emoción de unas imagenes inolvidables, no me resisto a transcribir algunos de sus últimos párrafos:
(...) A los jovenes no les va ni la simulación, ni la hipocresia, ni el enredo, los jóvenes quieren que nos liberemos de una vez para siempre de cualquier clase de espíritu de contienda y que quememos, de verdad, nuestro corazón en la superación de las fracturas el alma nacional. No quieren vivir bajo un cielo vacío, ni quieren existir en un aire muerto, ni pueden disciplinar su indignación ante los que quieren detenerse y ver también el tiempo forzosamente encadenado y detenido. Quieren también que España amanezca, pero que amanezca con justicia para todos. La juventud sigue a los hombres, pero no está dispuesta a alistarse con los budas.
Creo que cuando los mayores se saben servidores de una causa justa y cuando de verdad se hallan empeñados en empresas de signo moral auténtico, tienen siempre el respeto de los jóvenes. (...) Creo en la juventud; los que no creen en ella no pueden creer tampoco en el amor, en la esperanza y en la vida. Por eso estoy seguro de que la juventud estará con nosotros, si llevamos la conducta en el corazón y no en los labios, si somos capaces de llevar la vida en la palma de la mano, si nos atrevemos, en suma, a alzar con ellos fraternas y aliadas, las banderas de la justicia con el signo de la libertad.
Estamos en la esperanza. Por eso nuestros ojos no están hundidos en la nostalgia y nuestras venas repiten, en esta mañana castellana, la conmovida jaculatoria de nuestra fidelidad a los que cayeron por una España mejor, más justa y más libre. Elos esperaron sin esperanza, creyeron con generosidad y combatieron sin odio, por eso les sentimos junto a nosotros y estamos orgullosos de fundirnos, después de tanto tiempo, con el vigor de sus espíritus que hoy cumplen su destino sobre la luz de la etierra. En nuestro corazón oímos aún el sonoro silencio de sus voces vivas que vuelven a exigirnos, por encima de todo, el sagrado compromiso de la unidad y el abrazo fraterno de los que combatieron en trincheras distintas.
Camaradas; no pueden morir nuestros caminos, no pueden perecer nuestras ilusiones; sólo los que se cansan pueden ser vencidos. Hay alma todavía en las estrellas, hay otro sol ardiendo en la aventura, hay otro día. Caballeros de la camisa azul: templemos el brazo y clavemos otra vez la Rosa de los Vientos en el corazón de esta Castilla escueta y esencial, fraterna ysolidaria, y hagamos penitencia y sacrificio para que nazca limpia, audaz y joven, la nueva y alegre mañana de España.
LFU
9 comentarios:
Enhorabuena por la entrada de hoy,
Reyes
Muchas gracias
IPE ME HA ENCANTADO TU ARTICULO
MARGA
Me alegro. Gracias
Tu padre es una de las personas más honestas y coherentes que conozco, y su libro "Sin cambiar de bandera", de lectura obligada. Vuestro orgullo está muy justificado.
Un abrazo,
DAL
Muchas gracias DAL, en nombre de mi padre, en el míio propio, en el de sus otros siete hijos y dieciocho nietos, todos orgullosos de la fuente de su claro nacimiento.
Un fuerte abrazo
Entiendo tu emoción por tan claras palabras. Algo que, por otra parte, no me extraña nada conociendo a tu padre. Un gran ejemplo. desde aquí mi cariño, respeto y admiración.
Antonio Vallejo
no está mal... felicidades, Luis Felipe.
Te invito a mi propio blog. Creo que te gustará.
"hablamoscuandoquieras.blogspot.com"
Un saludo
D. José Utrera Molina siempre ha demostrado su valía tanto política como profesional. Y, por supuesto, su gran talla humana. Lástima que en nuestro país no haya políticos de su clase, tan honestos y entregados en servir a España como él hizo hace muchos años. Desde estas líneas transmito mi más sincero reconocimiento a su labor.
Un abrazo, tanto para ti, Luis Felipe, como para tu padre, Don José, al que Dios guarde todavía muchos años.
¡Arriba España!
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