30 de noviembre de 1934. Se debatía en el Congreso de los Diputados una enmienda de D. Honorio Maura para derogar el Estatuto de Autonomía de Cataluña tras los sucesos de Octubre del mismo año en los que Companys proclamó el Estado Catalán.
Subió a la tribuna de oradores un joven diputado de 31 años, de nombre José Antonio y pronunció un brillante discurso para defender la derogación del Estatuto que hoy, setenta y tres años después, está de plena actualidad y resulta estremecedoramente profético:
(...) Cataluña existe con toda su individualidad, y muchas regiones de España existen con su individualidad, y si queremos conocer cómo es España y si queremos dar una estructura a España, tenemos que arrancar de lo que España, en realidad nos ofrece, y si nos obstinamos en negar que Cataluña y otras regiones tienen características propias es porque tácitamente reconocemos que en esas características se justifica la nacionalidad, y entonces tenemos el pleito perdido si se demuestra, como es evidentemente demostrable, que muchos pueblos de España tienen esas características.
(...) Se ha dicho que la autonomía viene a ser un reconocimiento de la personalidad de una región; que se gana la autonomía precisamente por las regiones más diferenciadas, por las regiones que han alcanzado la mayoría de edad, por las regiones que presentan caracteres más típicos. Yo agradecería -y creo que España nos lo agradecería a todos-, que meditásemos sobre esto; si damos las autonomías como premio a la diferenciación, corremos el riesgo gravísimo de que esa misma autonomía sea estímulo para ahondar la diferenciación. (...) Por eso entiendo que, cuando una región solicita la autonomía, en vez de inquirir si tiene las características propias más o menos marcadas, lo que tenemos que inquirir es hasta qué punto está arraigada en su espíritu la conciencia de la unidad de destino; que si la conciencia de la unidad de destino está bien arraigada en el alma colectiva de una región, apenas ofrece ningún peligro que demos libertades a esa región para que, de un modo o de otro, organice su vida interna.
¿Es éste el caso de Cataluña?. Acaso los que le concedieron el Estatuto pensaron que la conciencia de la unidad de destino estaba tan arraigada en Cataluña, que el Estatuto no iba ser nunuca instrumento de disggregación, y podía ponerse en sus manos sin ningún peligro para la unidad. Ahora bien, aquello que en el mejor caso fue una presunción (...) ha sido evidentemente destruido por la prueba en contrario. Los dos años de experiencia en Cataluña han sido dos años de deshispanización, y si en dos años se avanzó lo que se avanzó en el camino de la deshispanización, con el instrumento puesto en manos de los que ejercieron el gobierno de Cataluña, la presunción se invierte, pensar que si dejamos entregado el Estatuto en manos semejantes, probablemente comprometemos, ponemos en trance de pérdida definitiva, el sentido de la unidad de destino nacional que debemos exigir arraigado en todas las tierras de España. (...)
Once días después, el 11 de diciembre de 1934, el Congreso rechazó la enmienda y el joven Primo de Rivera subió de nuevo a la tribuna a explicar su voto negativo:
El pueblo catalán presenta una faz de melancolía de vencido que no promete, ni mucho menos, una adhesión a la unidad hispana. El pueblo catalán se siente dolorido en lo suyo y no crea el Sr. Presidente que el pueblo catalán va a cambiar de representantes cuando de nuevo los elija.
(...) cuando se compruebe de nuevo que en Cataluña no está suficientemente afianzada la unidad de destino, será una repetición, ya sin discvulpa, de todos los riesgos, de todas las traiciones, de todas las crueldades que han estado a punto de deshacer de nuevo la Unidad de España. Ya es tarde para que os diga esto. ya habéis votado desechando la petición de que el Estatuto se derogase. ¡Bien! Os habéis retorcido el corazón una vez más; pero habrá un día en que España, defraudada y exasperada, entre en este salón a retorcernos a todos el pescuezo."
Lástima que los Constituyentes de 1978 no tuvieran en cuenta tan medidas y profundas reflexiones. Ya no son dos, sino treinta los años en los que se ha caminado indefectiblemente hacia la deshispanización de Cataluña con el beneplácito de los gobiernos de España preocupados sólo de asegurarse los votos de unas minorías. La marcha atrás parece ya una quimera y alguien tendrá que poner el pescuezo para que España se lo retuerza.
LFU
Mi más sinceras felicitaciones por el artículo.
ResponderEliminarFco Javier (Barcelona)