Dolor, rabia, indignación, tristeza. Cada uno de estos sentimientos se me anudan en el estómago de forma persistente desde que hace unos días tuve noticia de la carnicería que vienen protagonizando con el beneplácito y silencio de las autoridades, un grupo de salvajes alimañas con bata blanca y manos manchadas de la sangre inocente de cientos de miles de niños, a los que diariamente se enviaba a la trituradora, para borrar sus rastros. Sí, a la trituradora. Sí, a niños de ocho meses, los mismos que tenía mi hija Paloma cuando la vi nacer emocionado. Claro que previamente se habían encargado de acabar con sus pequeñas vidas, bien hundiéndoles el cráneo, bien inyectándoles una letal sustancia en sus pequeños corazones. Dicen que, en sus conversaciones, los hijos de puta comentaban jocosamente el número de “rompe-cocos” que había hecho cada uno. Y estoy seguro de que estos canallas habrán llorado alguna vez viendo La Lista de Schilnder, El Pianista o La Vida es bella. Claro que las víctimas de los Hitler y las de Stalin ya tenían carné de identidad y estos niños nunca podrán obtenerlo.
¿Qué sociedad es ésta que hemos creado? ¿Alguien ha escuchado a alguno de nuestros políticos rasgarse las vestiduras por la masacre cotidiana que miles de niños están padeciendo en Barcelona, en Madrid y en toda España? Unos, los de la izquierda, callan porque no les importa; no hay contradicción con su código moral, pues el aborto es una “conquista social”. Otros, los de la derecha, miran para otro lado para no molestar demasiado, y de tanto adoptar acomplejados perfiles bajos, están arrastrando por el suelo su propia dignidad y el humanismo cristiano que dicen defender.
Digámoslo claro: El aborto, como cualquier crimen, no es un ningún derecho de la mujer. En cambio, los embriones, los fetos, los niños, sí tienen derecho a vivir. El mismo que tiene un niño de dos años a seguir viviendo. Me repugna la indiferencia con la que la mayor parte de nuestra sociedad mira para otro lado ante el fenómeno del aborto, por el simple hecho de que el feto no ha salido del vientre materno. ¿Acaso un recién nacido es menos dependiente que un embrión de 4, 5 y 6 meses?. Triturar a un feto de ocho meses, o de dos, o de seis, o de unos cuantos días, es lo mismo que hacerlo con un niño recién nacido, cerrando la puerta para que nadie lo vea.
Vivimos en una sociedad hipócrita, que se escandaliza con las imágenes de los cadáveres amontonados en los campos de concentración de hace sesenta años, y asiste impasible e indiferente al holocausto diario de cientos de miles de inocentes criaturas, cuyo destino no es ya el horno crematorio, sino una fría e implacable trituradora, en la que se termina su dolor, se ahoga su llanto y se borra para siempre cualquier rastro de su existencia.
Estoy seguro de que algún día, no muy lejano, las generaciones venideras contemplarán con verdadero horror el estéril sacrificio de millones de vidas en nombre del egoísmo y de la sinrazón. Y yo le pido a Dios la dicha de poder verlo con mis propios ojos.
LFU
¿Qué sociedad es ésta que hemos creado? ¿Alguien ha escuchado a alguno de nuestros políticos rasgarse las vestiduras por la masacre cotidiana que miles de niños están padeciendo en Barcelona, en Madrid y en toda España? Unos, los de la izquierda, callan porque no les importa; no hay contradicción con su código moral, pues el aborto es una “conquista social”. Otros, los de la derecha, miran para otro lado para no molestar demasiado, y de tanto adoptar acomplejados perfiles bajos, están arrastrando por el suelo su propia dignidad y el humanismo cristiano que dicen defender.
Digámoslo claro: El aborto, como cualquier crimen, no es un ningún derecho de la mujer. En cambio, los embriones, los fetos, los niños, sí tienen derecho a vivir. El mismo que tiene un niño de dos años a seguir viviendo. Me repugna la indiferencia con la que la mayor parte de nuestra sociedad mira para otro lado ante el fenómeno del aborto, por el simple hecho de que el feto no ha salido del vientre materno. ¿Acaso un recién nacido es menos dependiente que un embrión de 4, 5 y 6 meses?. Triturar a un feto de ocho meses, o de dos, o de seis, o de unos cuantos días, es lo mismo que hacerlo con un niño recién nacido, cerrando la puerta para que nadie lo vea.
Vivimos en una sociedad hipócrita, que se escandaliza con las imágenes de los cadáveres amontonados en los campos de concentración de hace sesenta años, y asiste impasible e indiferente al holocausto diario de cientos de miles de inocentes criaturas, cuyo destino no es ya el horno crematorio, sino una fría e implacable trituradora, en la que se termina su dolor, se ahoga su llanto y se borra para siempre cualquier rastro de su existencia.
Estoy seguro de que algún día, no muy lejano, las generaciones venideras contemplarán con verdadero horror el estéril sacrificio de millones de vidas en nombre del egoísmo y de la sinrazón. Y yo le pido a Dios la dicha de poder verlo con mis propios ojos.
LFU
Me alegra que tu blog se haga eco de la perversa noticia que a mucha gente no deja de causarnos aparte de una tristeza sin límites, un verdadero asombro y bochorno. El que tamaños asesinatos practicados con una escandalosa frialdad, hayan convertido a España en un reclamo, es un ejemplo mas de la degradación moral que padecemos. La pena es que como tu dices, ni la oposición tenga la gallardía de defender, un tema capital como es este.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu entrada de hoy.
Kings
El pueblo que mata a sus hijos es un pueblo muerto y que no merece tener futuro. Nos queda rezar y combatir, con la pluma y con el corazón.
ResponderEliminarSaludos
Luis