27 de agosto de 2007

Nerja, verano de 2007.


Próximo ya el final de estas vacaciones de verano, es hora de recapitular, de hacer acopio de lo esencial. Dios y mi mujer saben que nunca podré agradecerles lo bastante la enorme dicha de poder pasar casi un mes con mi mujer y mis hijas, con mis padres y con todos mis hermanos, cuñados, cuñadas y sobrinos -ya somos 35- en un ambiente de alegría contagiosa que es capaz de hacer olvidar todos los sinsabores de la vida. Es el regalo más grande que Dios les ha dado a mis padres, sin duda como recompensa de una vida llena de privaciones y sacrificios, que al final se han visto compensados con creces. En una casa con tanto bullicio es mérito de todos y cada uno convertir la convivencia en camaradería, conciliar el sueño siestero en medio de los gritos de tanta chiquillería, aceptar con resignación las manías de los otros, pero nada de esto sería posible si Dios no habitase, como lo hace cada día, entre los jazmines de El Alamillo.


LFU

2 comentarios:

  1. Mi amiga Constanza cuando le hablo de nuestro verano en Nerja, siempre envídia, sanamente por supuesto, la suerte que tenemos de poder reunirnos toda la familia en un lugar cono este. Yo también agradezco a Dios y a mis padres este inmenso regalo, y aunque estoy con Ipe en que es mérito de todos convertir cada día la convivencia en camaradería, todo sería imposible si no fuera por el esfuerzo titánico de nuestra madre y la paciencia de nuestro padre, muchas gracias a los dos. Reyes

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  2. Toda la razón. Muchos acabaríamos en un siquiátrico si tuvieramos que organizar una casa con tanta gente durante un mes.

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