Hablábamos el viernes con Estefanía y Nacho que, de un tiempo a esta parte, empresas, despachos y oficinas varias han venido implantando progresivamente una costumbre que no es más que el reflejo de la decadencia de la sociedad en que vivimos. Para colmo de males se ha utilizado para denominarla, el vocablo inglés "casual" en lugar de la palabra española "informal". Me refiero a la autorización para que todo el personal, desde el Presidente al bedel, se alivie a la hora del vestir prescindiendo de traje y corbata y utilizando en su lugar cualquier "prenda" del agrado de cada uno, con el que se sienta a gusto y confortable en su puesto de trabajo. Una medida más que coloca a las empresas que la adoptan en el politicocorrectismo, al mismo tiempo que la aleja del buen gusto y la búsqueda de la excelencia.
Y es que no hay nada como dejar rienda suelta al personal para comprobar lo variado y atrevido que es el mal gusto, que no entiende de condición social ni económica. Salen a relucir entonces cómodos zapatos de goma o sandalias que nos hacen añorar los ventilados zapatos de rejilla de antaño. Aparecen camisas de fantasía -frescas y cómodas- que son todo un derroche de imaginación y una auténtica horterada. Las gordas sin complejos castigan al personal en verano dejando rebosar sus flotadores por los contornos de camisetas talla 6 meses y bermudas de talle bajo sobre las que asoman los inevitables tangas bajo el obligado tatuaje oriental. Es la sublimación de la falta de respeto por los demás, institucionalizada por la sociedad.
Siendo conscientes de que el buen gusto y la elegancia son minoritarios, y que la permisividad en el vestir será fuente inagotable de conflictos dificilmente solucionables, auguro un limitado porvenir a esta nueva conquista del sistema y la vuelta a la uniformidad del traje y corbata -no exento de excesos y abusos- que, por lo menos, nos evitará tener que contemplar el insorportable espectáculo, sobre todo en verano, del hortera convencido de que la comodidad no está reñida con la elegancia.
LFU
3 comentarios:
Así es, tal como lo describes. Pero me da miedo pensar que los que estamos fuera de sitio, o los raros o los "frikis" somos aquellos que seguimos vistiendo con la etiqueta normal. Os habéis preguntado alguna vez qué pensarán los de los zapatos cuadradrados, los de las camisas grises, las de tangas por encima de los pantalones, de nosotros? Estoy seguro de que dentro del universo de gente cada vez somos una minoría.
Monky.
Existe otro colectivo, con el que me encuentro frecuentemente en el ascensor, al que no les permiten vertir "casual". En la planta 0 están con la camisa por fuera, sin chaqueta y sin corbata. Cuando se apean en su planta (la 17 en este caso), despues de escuchar todo tipo de comentarios de mal gusto, observo que ya visten "formal", eso sí, con un hueco entre la garganta (la conocida "nuez") y el cuello de la camisa donde caben dos dedos, y otro entre el ultimo boton de la camisa y el nudo de la corbata de unos 4 cm.
Alejandro Cuñ.
Por desgracia vivimos en el imperio del mal gusto, en el reino de lo grosero y lo chabacano. No hace falta más que dar una vuelta por cualquiera de las playas de nuestro litoral. el espectáculo es lamentable, no sólo ya por el vestuario (por llamarlo de alguna forma), sino por la total falta de respeto a las mínimas normas de urbanidad. Por ejemplo, si la Jessica o Vanesa de turno hace sus necesidades en el agua se entera de la noticia hasta radio Moscú, tal es el volumen medio de las conversaciones playeras del famoso "pueblo". Pero no podemos pedir más a una población cuyo referente intelectual son personajes de la "talla" de Ramoncín y Sabina (el amigo del príncipe), su libro de cabecera el "Qué me dices" y su autor favorito Boris Izaguirre. Lo dicho, se empieza por quitar la corbata, se sigue por la apología del mal gusto y, por supuesto, de la homosexualidad, y se acaba votando lo que se vota. ¡Pobre España!
Antonio Vallejo
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