"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

31 de octubre de 2023

El martirio del Beato Luis Belda

 

¿Cuántos españoles, y me refiero a los que todavía nos llamamos católicos, tenemos presente el significado del 6 de noviembre? ¿Cuántos podrían contestar, sin mirar en el ordenador, a la pregunta de qué conmemoramos el día 6 de noviembre los católicos españoles?

 

El 6 de noviembre desde el año 2.010, la Iglesia celebra a los 2.053 mártires -12 santos y 2.041 beatos- de la persecución religiosa del siglo XX en España que ya están en los altares. Habiendo unos 2.000 más en proceso de beatificación y llegando la cifra total a 10.000 mártires reconocidos formalmente por la Iglesia.

San Pedro Poveda, presbítero diocesano, fundador de la Institución Teresiana, colegio al que tuve el privilegio de asistir y hacer todos mis estudios de básica y bachillerato, y San Inocencio de la Inmaculada, religioso pasionista, encabezan la multitud de santos, beatos, obispos (13), sacerdotes, consagrados y laicos, que dieron su vida siguiendo los pasos de Jesucristo y siéndole fieles hasta el final. Todos ellos fueron martirizados únicamente, por el hecho de ser católicos practicantes y no estar dispuestos a renegar de su fe, negar a Jesucristo, blasfemar o cometer actos sacrílegos.

Yo personalmente descubrí, la magnitud de esta crueldad y el gran odio a la fe, solo hace unos años al leer un libro escrito en inglés, “The Last Crusade”, por el historiador norteamericano Dr. Warren Carroll; libro que me sentí llamada a traducir al español (La última cruzada), para dar a conocer su contenido: la gran historia de fidelidad a Jesucristo de nuestros antepasados, hombres y mujeres como nosotros, con nuestras mismas debilidades, que al encontrarse en situaciones de extrema dificultad, con la gracia de Dios y la fortaleza de su presencia en los Sacramentos, fueron capaces de coger sus cruces y seguirle hasta el final.

Desde la perspectiva y ojos de este mundo se preguntan, ¿Dónde se hallaba su Dios en el momento que más le necesitaban? Pero para aquellos a los que Dios nos ha concedido el don de la fe, nos es fácil comprender que justamente en esos momentos humanamente imposibles de soportar, fue exactamente su Dios, nuestro Dios, quien les sostuvo y les concedió la gracia y las fuerzas para serle fieles hasta el final, coger sus cruces y seguirle.

 Me gustaría hablar del ejemplo qué nos ha dejado un mártir católico, laico, al igual que la mayoría de nosotros, al que he llegado a conocer a través de un encuentro providencial con uno de sus biznietos en un monasterio benedictino, aquí en E.E.U.U. donde vivo. 

El Beato Luis Belda y Soriano de Montoya, nació en Palma de Mallorca y creció en Madrid donde hizo sus estudios de derecho y ganó las oposiciones de Abogado del Estado, siendo destinado a Almería. Se casó con Josefina Alberti Merello en 1925 y fueron bendecidos con cuatro niñas y dos niños. El último hijo, Rafael, fue póstumo y nació 4 o 5 meses después de haber sido asesinado su padre, además de morir a los pocos meses de nacer.

Al Beato Luis Belda le describen como un hombre recto en su proceder y de honda convicción cristiana, heredada de sus padres. Su aspiración constante era ser cada día mejor, lo mismo de soltero, que después, de casado. Fue además un apóstol incansable, conferenciante y apologista – como demuestra su conferencia dedicada a defender la vida de los concebidos no nacidos o sobre la encíclica de Pio XI “casi connubii”, sobre el matrimonio cristiano- y los múltiples artículos que publicó la prensa católica de Almería. Fue así mismo miembro activo y ejemplar de tres asociaciones de hombres católicos: la Adoración Nocturna, las conferencias de San Vicente Paul y la Asociación Católica de Propagandistas.

Enemigo acérrimo de la política al uso, las circunstancias excepcionales de su momento histórico le obligaron, no obstante, a intervenir en la política y en ella actuó con ejemplar desinterés material, impulsado únicamente por nobles ideales religiosos y cívicos.

 El día 11 de mayo de 1931, ante el suceso de la quema de los conventos, acompañado de cuatro amigos, salió a la calle, logrando con su ardorosa palabra y firme actitud disolver numerosos grupos de turbas desenfrenadas. Él y sus amigos pusieron a buen seguro la santa imagen de la Virgen del Mar, patrona de Almería, y custodiaron el monumento del Sagrado Corazón de Jesús que en vano trataron derruir los elementos radicales.

El creciente clima de hostilidad religiosa le impulsó a comprometerse políticamente como candidato del partido humanista cristiano Acción Popular, del que fue presidente en Almería desde 1.934, y como presidente de la Junta Provincial de Reforma Agraria.

Con gran entusiasmo y actividad asombrosa preparó las tristemente famosas elecciones del 36 en Almería, por creerlo un deber de conciencia en defensa del orden y de la religión. El fracaso de su candidatura para diputado de Cortes causó enorme disgusto en todos los elementos sanos de aquella provincia, creciendo sobremanera su prestigio y el aprecio hacia su persona. Pero el odio y la aversión de sus enemigos se hicieron más y más patentes, recibiendo de Madrid repetidos avisos en forma de ultimátum, como este: “O deja usted la política o le quitamos el destino”. Su contestación estuvo en consonancia plena con su conducta cristiana y valiente.

 Al poco tiempo fue cesado como Abogado del Estado en Almería y posteriormente le quitaron su casa encontrándose con su familia en la calle. Fueron acogidos por una familia amiga, los Ortega González, pero para evitar Luis Belda poner en peligro a su familia y a la de sus anfitriones, decidió entregarse. Fue llevado a la cárcel, donde le fue posible hablar con su mujer durante varios días. El 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor, presintiendo Luis lo que le esperaba, se despidió de su mujer y le dijo, a través de las rejas: “He confesado con el padre Santaella y quiero que hagas saber a los que me han ofendido que los perdono de todo corazón. Que pido perdón al que tenga algún resentimiento conmigo, pero que estén seguros de que si algún daño les hice no fue intencionado”.

 De la cárcel fue trasladado al barco prisión Capitán Segarra. En la noche del día de la Asunción de la Virgen, el 14 de agosto, le sacaron del barco prisión a él y otros diciendo que los trasladaban a Cartagena para ser juzgados. La lista había sido confeccionada en el Casino por milicianos de un Comité Revolucionario de “salud pública” vinculado a la brutal y anticlerical FAI (Federación Anarquista Ibérica), llegados de la provincia de Málaga y siguiendo órdenes de Madrid.

 Con la lista, fueron llamando a los presos, hasta un total de 29, a los que iban maniatando y colocando en los autocares, distribuyéndolos con grupos de milicianos armados. De allí los llevaron a la playa de la Garrofa. En aquel lugar varios milicianos los iban sacando y formándolos en grupos de cinco y después de insultarlos los iban ametrallando.

 Luis tenía 34 años cuando fue martirizado. Posteriormente, todos los asesinados fueron atados conjuntamente y arrojados con pesos en alta mar con unos barcos preparados para este cometido. Unos meses después, a la hora en que mas gentío discurría por la playa del Zapillo, el mar devolvió veintitrés de los cadáveres. Se dijo que a Luis se le reconocía perfectamente; pero los milicianos al saberlo, los metieron en un hoyo rociándolo de gasolina y les prendieron fuego, permaneciendo los cuerpos enterrados en la arena hasta el final de la guerra.

Los que lo presenciaron han transmitido que Luis Belda fue al martirio con entereza, profiriendo, cuando le ataron al grupo de sus compañeros de martirio, un conmovedor grito de “¡Viva Cristo Rey!” que enardeció a todos.

 No olvidemos el ejemplo de los mártires y roguemos a Dios para qué, siguiendo su ejemplo, nos conceda a todos la gracia de serle fieles hasta el final.



¡Beato Luis Belda y Soriano de Montoya, ruega por nosotros!

¡Todos los santos y mártires españoles, rogad por nosotros!

 

Beatriz McNamara

17 de junio de 2023

Mi hermano César





Hoy cumple 50 años mi hermano pequeño, el menor de los 8 y no podía quebrar mi tradición de dedicarle unas palabras en este humilde cuaderno. 


César nació justo cuando mi padre juraba el cargo de Ministro del primer y único gobierno de Carrero Blanco. 


Venía, como se dice, con un pan debajo del brazo y a fe que eso ha marcado su vida, en la que la afición al buen pan y a la buena cocina es ya una seña de su identidad. Pero apenas pudo disfrutar de los días de vino y rosas, porque la historia es la que fue y nuestro padre tuvo que pagar un alto precio por su lealtad. 


César tenia -y tiene- genio, o carácter -que es más eufémico- y es normal porque tenia siete hermanos encima educándole, lo que definitivamente forjó su carácter. Pero tras ese genio se esconde un corazón de dimensiones inabarcables.


César es, sin duda, el mejor y más fino escritor de una familia de lectores en la que él tomó la delantera como lector empedernido. Nadie ha escrito nada más profundo ni más bonito sobre nuestros padres que él, cuando su corazón se lo ha dictado. Nadie ha escrito versos tan certeros y sentidos, recogiendo así el testigo poético de nuestro padre. 


Es un hombre tranquilo, no por irresponsabilidad sino porque tiene una fe como he conocido pocas. Su vida adulta no ha estado exenta de sobresaltos y espinas, pero siempre ha afrontado los problemas sin desmoronarse, aceptando que todo tiene un porqué y un para qué, con paciencia infinita y confianza en Dios. 


César es un amigo modelo, de esos que sólo se cuentan con los dedos de una mano a lo largo de la vida. Leal, noble, dedicado, y generoso como pocos, jamás ha dejado a un amigo desamparado en la tribulación. 


Su matrimonio es un límpido espejo de su vida. Tuvo la inmensa fortuna de encontrarse con la dulzura de Carmen, para emprender juntos, desde muy temprano, la aventura apasionante de una vida fecunda. Sus cuatro hijos, de los que presume con legítimo orgullo, le quieren, le admiran y le cuidan. Y son un testimonio vibrante de amor filial. 


Su casa, como lo fue la nuestra, es casa de puerta abierta, de reuniones alegres, cuidados caldos y picantes viandas. Es una casa feliz, porque por mucha gente que haya, sabe hacer que todo el que llega se sienta principal. 


Es, ademas de fino jurista, un ejemplo de amor filial, de hermano, de tío y de padre de familia. Es, sin lugar a dudas, el mejor apoyo que nadie pueda soñar. 


Como es el pequeño, no sé si le he dicho alguna vez que le admiro y que le quiero. Debí hacerlo aquella noche en la que llevamos juntos, hombro a hombro, al Cristo de la Buena muerte por las calles de Madrid. Y ya iba siendo hora de hacerlo.


 


Dios te guarde, querido hermano. 


Tu hermano que tanto te quiere. 


Luis Felipe.










 

9 de mayo de 2023

EL MEJOR REGALO. (Mi tributo al Mater Salvatoris)

 

EL MEJOR REGALO

(Mi tributo al Colegio Mater Salvatoris)

 

Tenía que llegar. El próximo viernes, mi hija Victoria se despedirá oficialmente del Colegio Mater Salvatoris cerrando para mí un ciclo -mejor dicho, un camino- que ha durado 18 años y que hubiera querido que durase para siempre. Porque resulta imposible reflejar, en unas pocas líneas, el torrente de gratitud que mi corazón siente hacia la Compañía del Salvador en la hora de un adiós que me resisto a que sea definitivo.

Hace 18 años, mi mujer y yo llevamos por vez primera a nuestra hija mayor al edificio de Infantil. Sentí aquel día el desgarro de dejarla allí, mientras sus ojos llorosos me imploraban su rescate. Pero entonces recordé aquella frase escrito en los muros de mi viejo colegio de Chamartín: “Bajo Tu manto sagrado, mi madre aquí me dejó”.  Y aquél mar de lágrimas de sus ojos azules, pronto habría de tornarse en un mar de sonrisas, en un mar de flores a María, de bailes regionales y marchas militares, de procesiones en la Virgen Niña y Rosarios de colores en la Virgen de Fátima. Aquellas lágrimas de niña atribulada contagiaron para siempre mis ojos de padre para brotar con fuerza cada día del mes de mayo, cada “¡Buenos días!” de la oración de la mañana en los porches de primaria, en aquellas inolvidables primeras comuniones, en los festivales bajo un sol de justicia y en las emocionantes confirmaciones, primorosamente organizadas por unas religiosas que llevan por hábito una sonrisa revestida de ternura.

Una noche, hace apenas un año, nuestra hija Paloma nos dijo: “el Mater Salvatoris es el mejor regalo que habéis podido hacerme jamás”. Fue una frase que se quedó grabada a fuego en mi corazón, porque nacía de lo más profundo del suyo. Y porque, bien mirado, jamás regalo alguno nos podía había generado un rédito mayor.  

El Mater había sido el Colegio de mi mujer, pero ha terminado siendo también el mío. Comenzamos nuestra andadura en el Colegio de la mano de la inolvidable Madre Madurga, para quien cualquier problema se convertía en un reto y jamás abandonaba a una niña, porque decía que el fracaso de una sola niña era un fracaso colectivo. Su sonrisa y su cordialidad eran tan limpias como su mirada y su sola presencia llenaba de autoridad, respeto y cariño cualquier espacio del colegio. Bajo su tierna mirada ha transcurrido la mayor parte de la vida de mis hijas, convirtiéndose en un referente para nosotros.

En el Mater, mis hijas han adquirido innumerables saberes, pero sobre todo unas raíces profundas en la Fe, que les ayudarán a resistir cualquier temporal que la vida les depare. El colegio, verdadero oasis en medio de un mundo que vive al margen de Dios, ha templado y fortalecido las finas cuerdas de su espíritu preparándolas para dar un testimonio valiente de vida cristiana en la universidad, en la familia y en la vida.

Me decía ayer mi hija Victoria que siente una mezcla de tristeza y alegría al afrontar su marcha del Colegio. Porque su mirada joven e inquieta vuela lejos, pero sé que una parte de su corazón quedará para siempre atrapada entre los jardines del colegio en el que ha sido tan feliz.

Siempre me ha sorprendido qué lentas pasan las horas tristes y qué fugaces las felices. Recuerdo cuando, bajo los soportales del porche de primaria, me entristecía pensar que pronto dejaría de compartir el ofrecimiento de obras con mis hijas. Y ahora, cuando se acerca inexorable el día en que habré de dejar de recorrer el camino al Mater, quisiera que el tiempo se detuviera, pues confieso que me asalta una profunda sensación de orfandad.

Estoy seguro de que la Madre Clara, síntesis armónica de ternura y autoridad, me permitirá que, de cuando en vez, me acerque de nuevo a esa recogida capilla para dar rienda suelta a mi legítima nostalgia y dar gracias a la Madre del Salvador por el inmenso regalo  de haber podido disfrutar de tantos años de felicidad en la vida de mis hijas cuyo lema, hasta el final de sus días será el de “Madre, que quien me mire Te vea”.

 

Luis Felipe Utrera-Molina

16 de febrero de 2022

Juan Belmonte, Casado y Abascal

Todos los que hemos sido niños alguna vez recordamos cómo, al principio, todos corríamos en busca del balón y, a medida que crecíamos, aprendíamos a estar en nuestro puesto para aprovechar la ocasión.

Esa es la imagen a la que me han transportado, por un lado, los líderes del Partido Popular, Teodoro García Egea y Pablo Casado (o viceversa) con la inefable y agresiva diarrea verbal que han desplegado, aún con las urnas de Castilla León de cuerpo presente, y, por el otro, Santiago Abascal con su mesurada respuesta de mano tendida.

La prudencia y la templanza son quizás, las virtudes cardinales que deben adornar a cualquier líder político; la precipitación, por el contrario, es muestra de evidente bisoñez.

Digan lo que digan los tertulianos a sueldo de uno y otro lado, el resultado de las elecciones de Castilla y León ha sido catastrófico para Ciudadanos, que ha perdido más de 150.000 votantes, muy malo para el PSOE, que ha perdido casi 120.000, malo para el PP que ha perdido 55.000 y extraordinariamente bueno para Vox, que ha ganado137.000 votos.  Y el resultado práctico es que el PP necesita el apoyo o la abstención de Vox -o el apoyo o abstención del PSOE- para poder formar gobierno. Todo lo demás está muy bien para discusiones de café, pero esa es la realidad desnuda del proceso electoral.

Lo único que el PP no puede permitirse es una repetición electoral, que castigaría con fuerza a Mañueco y reforzaría a su rival en la derecha que ha demostrado más músculo de lo esperado tanto en le medio rural como el urbano. Así que Casado se encuentra ante una encrucijada ciertamente difícil, que puede condicionar definitivamente sus posibilidades de llegar a la Moncloa.

Ante una situación como esa, lo último que debe hacer -y lo primero que ha hecho Casado- es precipitarse. Hacer declaraciones altisonantes y darse golpes de pecho es propio de macho alfa marcando territorios, pero impropio de alguien que aspire a liderar una nación.  Tendría que haber esperado en su sitio, esperando el momento propicio para fijar posición sin abrasarse, pero ha querido recibir al toro de Vox a portagayola y eso tiene sus riesgos.

En contraste, Abascal, a quien la legión mediática de la izquierda presenta como un peligroso fascista, ha visto de lejos salir de chiqueros al toro de las provocaciones peperas y, en lugar de recibirlo como un bisoño novillero, ha preferido permanecer en el burladero, viendo cómo se comporta el morlaco para saber por dónde bajarle la mano, suavemente, con mano izquierda y sin estridencias.

No lo tiene fácil Casado, porque si se echa en manos de Vox, de nada le va a valer su impostada imagen de nieto de represaliado por el franquismo pues la izquierda con todo su poder mediático le acusará de fascista. Y si se echa en manos de Sánchez, perderá buena parte de su electorado de derecha que seguían fieles por aquello del “voto útil” y jamás le perdonarían que se abrazase al socio de Bildu que ha indultado a los golpistas. Y mucho menos con unas elecciones andaluzas en lontananza con una presunta candidata en la derecha que puede hacer estragos en las filas del votante popular.  Pero los líderes, como los toreros, se forjan ante las dificultades.

Decía Belmonte que el toreo era “parar, templar y mandar”. Pero Casado no parece haber leído a Chaves Nogales. No para de moverse, engancha la muleta y no sabe estar en su sitio, mientras Santiago Abascal, en una posición ahora sí, más cómoda, espera tras la barrera fumándose un puro con la mano tendida para ver si su adversario, esta vez, es capaz de dar la talla.


LFU

11 de febrero de 2022

Mi adiós a José Manuel Sánchez del Águila

Hay personas que se mueren y otras que se nos mueren. A mí se me ha muerto José Manuel Sánchez del Águila, con quien he mantenido una amistad breve pero intensa y al que me unía una fervorosa comunión de ideales.

Los dos nos conocíamos sin conocernos. Nuestros padres fueron amigos y camaradas e integrantes de una cuaterna armónica que sólo la muerte ha podido quebrar. Quiso la Providencia que el regalo de nuestra amistad naciese de un acto mezquino, pues hasta en lo más oscuro el hombre puede descubrir la belleza. Cuando la Diputación de Sevilla aprobó la moción para revocar -de forma ilegal- la Medalla de Oro de Sevilla concedida a mi padre por su labor al frente del Gobierno Civil de Sevilla, a José Manuel fino jurista y duro litigador, le faltó tiempo para asumir de forma altruista la quijotesca defensa en los tribunales de un hombre que había hecho de la voluntad de servir el credo de su vida. Aún recuerdo la conversación que mi padre y él mantuvieron una tarde de primavera tras leer mi padre su escrito de alegaciones y cómo José Manuel le recordaba que aún lucía con orgullo las flechas de oro que este le regaló hacía muchos años en cuyo reverso aparecía grabada el nombre de la Centuria Cardenal Cisneros. Los Tribunales le dieron la razón y consiguió con sus armas de abogado restituir el honor intacto de su viejo defendido.
José Manuel, rodilla en tierra en el centro de la imagen, junto a su padre y el mío y otros flechas de la Cardenal Cisneros en el Palacio de El Pardo 

Lector y escritor impenitente y apasionado de los libros, tenía alma de poeta y soñaba en voz alta con primaveras y luceros. Era alérgico al sectarismo, pero valiente hasta la extenuación. Jamás dejó de proclamar su filiación falangista pese a que ello le condenara al exilio interior. Era, cómo no, un romántico empedernido que se enamoraba de las cosas, de los paisajes, de los libros y de la vida. José Manuel era de esos hombres con una capacidad infinita de entusiasmarse.  

Hablaba con indisimulado orgullo de sus padres, de su mujer y de sus hijos, de su viejo dos caballos y de sus veranos en Sotogrande. Sólo quien busca el bien, la verdad y la belleza puede decir que está buscando a Dios y doy fe que José Manuel lo buscaba -y lo encontraba- en cada esquina de esa Sevilla a la que tenía entregado el corazón. Tenía en su cuerpo y en su corazón la huella de duros zarpazos de la vida, pero era -y no es un tópico- inasequible al desaliento. 

Hace tan sólo unos meses recibí un mensaje suyo en el que, con inmenso orgullo me decía :“he sido abuelo de una niña preciosa”. Esa niña a la que dedicó un precioso poema: 

El mundo de mi nieta. 
Me enamoró la luz de su mirada, 
el dulce acento de su llanto tibio,
y ese amago de pena, mientras sonríe. 
Y ese sol que lleva a cada lado, 
Y es Lucía, y su alegría. 

 Me atrevo a decir que este mundo lleno de odios, mezquindades y mentiras no era digno de un hombre cabal como José Manuel, pero su apostura, su dignidad de hombre y su coraje eran una nota discordante que desafiaba como un limpio destello a esta atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. Era un joseantoniano puro: coraje, elegancia, estilo y caballerosidad; en palabras de Foxá, era, como los viejos caballeros, "un lirio en un vaso de hierro". 

 Conservo como un tesoro el pergamino que me regaló de aquel soneto de Angel María Pascual, “Envío”, y la carta en la que me decía que era el soneto de los falangistas en el exilio interior”. José Manuel siempre lució con orgullo su lucero azul, ese lucero en el que desde ayer hace guardia con su padre, con el mío y con todos aquellos que con emoción entonaron esa limpia canción de rosas, de amor y primavera que anuncia un nuevo amanecer. 

Hoy, José Manuel, que el cielo parece más limpio y se anuncia la primavera, quiero darte las gracias, enviarte mi dolor y poner en tu pecho las cinco rosas que, como pocos, has merecido. Me hubiera gustado que la vida nos hubiera regalado unos años más contigo, pero tengo la seguridad de que ahora nos mirarás con ojos indulgentes desde el lugar de privilegio que Dios tiene reservado para quienes pasan por la vida haciendo el bien, sin proclamarlo. 

José Manuel Sánchez del Águila

¡PRESENTE!

Luis Felipe Utrera-Molina

2 de diciembre de 2021

Santiago

 


Conocí a Santiago Abascal hace alrededor de 20 años. Un amigo común quiso presentarnos porque, según me dijo, nos unía a ambos un denominador común: el amor a la patria y la admiración por nuestro padre, que no dejan de ser dos formas de cumplir el cuarto mandamiento.

Almorzamos juntos en dos o tres ocasiones, la última ya a las puertas ya de la primera sede de Vox en un piso de la calle Diego de León. No recuerdo lo que hablamos; es posible que cometiera incluso el atrevimiento -y la solemne estupidez- de darle consejos sin que me los pidiese, pero creo sinceramente que nos caímos bien. Me llamaron la atención su fuerza y la claridad de su mirada. No era la suya una mirada esquiva o dispersa, sino una mirada limpia, franca y descarada, como la de quien sabe que la luz que entra por su balcón cada mañana viene a iluminar la tarea justa que Dios le tiene asignada en la armonía del mundo.

La siguiente vez que me lo encontré fue en un semáforo. En moto él, y yo en el coche con mi mujer. Se quitó el casco, me dio un toque en la ventanilla y dijo: ¡Luis Felipe! Y al ver que me quedaba con cara de haba, me dijo: ¡Santiago Abascal!. Y entonces, caí.  

Aún no era famoso y ni él ni yo podíamos imaginar lo que vino después.

Decir que somos amigos sería pretencioso por mi parte, pues, aunque siempre hemos mantenido el contacto, ni siquiera nuestras mujeres se conocen. Pero él sabe bien el profundo aprecio y admiración que le tengo.  No soy mucho de dar la lata, y cuando Santiago pasó de vocear sobre el cajón de frutas a liderar la tercera fuerza política de España, me limité a seguirle como uno más, en La Latina, en Vistalegre, y en tantos sitios y a enviarle, de cuando en cuando, mensajes telefónicos que nunca ha dejado de contestar, aún en los momentos más delicados, como tras la contestación al indignante discurso de Pablo Casado en la moción de censura.  

Hace unos días tuve la suerte de compartir de nuevo mesa y mantel con Santiago junto con un grupo de amigos comunes, en casa de un buen amigo. Hablamos de lo divino y de lo humano, pero, como aquella primera vez que nos conocimos, me volvió a impresionar, la fuerza, la limpieza y la claridad de su mirada. La mirada de alguien que es capaz de decir que es de Amurrio sin despeinarse, cuando la conversación se eleva más allá de lo inteligible; la mirada de alguien sin ambición pero que no está dispuesto a ejercer de capitán araña; la mirada de quien no tiene miedo, porque sabe lo que implica vivir rodeado de cobardes; la mirada de alguien que, no sin un cierto vértigo, se ha convertido en todo un referente en defensa de la unidad y de la grandeza de nuestra patria.  

No sé lo que nos deparará el mañana. Como me gusta decir, si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes y como le dijo mi padre a su viejo capitán cuando cesó como ministro, para pasar de la choza al palacio hay que tener el corazón preparado para pasar del palacio a la choza.  Que Santiago es de esos, no me cabe la menor duda.  Sabe que ahora tiene amigos como setas, pero sabe también que de todos esos, podrían ser legión los que mañana desvíen la mirada. Y sabe bien que, pase lo que pase, en el resplandor de las estrellas o en la soledad de la caída, podrá contar siempre con mi aliento, y mi amistad y con una mirada lealmente correspondida.


Luis Felipe Utrera-Molina

1 de diciembre de 2021

El peligro de la politización del poder judicial

Artículo publicado en El Debate
No ha pasado desapercibido entre la opinión pública el reciente -y bochornoso- espectáculo del reparto entre los dos primeros partidos nacionales (PP y PSOE) de cuatro de los vocales del Tribunal Constitucional. 

Resulta paradójico que el PP haya hecho cuestión de principios la negativa a repartirse los asientos del Consejo General del Poder Judicial hasta que no se garantice su elección por jueces y magistrados y, sin embargo, haya accedido a pactar el nombramiento como vocales del Alto Tribunal de personas de claro perfil ideológico, prescindiendo de cualquier criterio de independencia, mérito y capacidad. 

Estéril es dirigir este reproche a un Gobierno que defiende sin complejos la necesaria intervención del legislativo en el poder judicial. Pero no es de recibo que un partido que se afirma liberal se preste a colaborar en el desprestigio de un Tribunal cuya independencia resulta absolutamente vital por ser una pieza clave del Estado de derecho. 

La Constitución trató de forzar el consenso en el nombramiento de los magistrados del Alto Tribunal estableciendo una mayoría cualificada de 3/5 de las Cámaras y garantizar la independencia de los magistrados alargando su mandato a 9 años. Pero los dos partidos mayoritarios han pervertido desde hace décadas el espíritu del legislador constituyente, convirtiendo al Tribunal Constitucional en un órgano que, con contadas excepciones, refleja la composición del legislativo en cada momento, siendo notorio el carácter «conservador» o «progresista» de ponentes y vocales, con lo que se elimina todo atisbo de la necesaria independencia que debe presidir la actuación del Tribunal. 

Desde la sentencia de la expropiación de Rumasa por Decreto Ley han sido muchas las ocasiones en las que el Tribunal Constitucional ha sido altamente obsequioso con el poder de turno, no sólo en sus pronunciamientos, sino también en sus silencios, como lo demuestran los once años que lleva el Tribunal sin pronunciarse sobre el recurso de inconstitucionalidad contra la denominada ley Aído de 2010, que consagró el aborto como derecho subjetivo. 

La premura del Gobierno por modificar la actual composición del Tribunal Constitucional ha sido explicitada con singular descaro en el Congreso por el portavoz de Podemos, escandalizado por que se hayan admitido a trámite y estimado tantos recursos interpuestos por Vox, eso sí mediante resoluciones extemporáneas que no han impedido la efectiva vulneración de derechos fundamentales. Iglesias Turrión se ha apresurado a apostillar que el Tribunal Constitucional debe tener una composición progresista en línea con la mayoría parlamentaria. 

En definitiva, los partidos mayoritarios se muestran cómodos con el reparto de los vocales del Tribunal Constitucional, socavando cualquier atisbo de independencia de un órgano creado para garantizar el amparo de los ciudadanos frente a violaciones de sus derechos fundamentales por parte de alguno de los poderes del Estado y para controlar que la producción legislativa del ejecutivo y legislativo se ajusten a la Constitución. 

La independencia judicial y el Estado de derecho no se defienden con palabras sino con hechos. Hasta la fecha ha habido cuatro fórmulas diferentes de elegir a los vocales del Consejo del Poder Judicial: la primera, en 1980, la segunda en 1985, la tercera en 2001 y la última en 2013. Y el resultado de la labor de los partidos mayoritarios es que los veinte vocales son elegidos por mayoría de 3/5 de las Cortes: ocho entre juristas de reconocida competencia con más de quince años de experiencia, y doce entre jueces y magistrados en servicio activo. Esta fórmula obedece a un propósito del poder político de influir de forma decisiva en la política judicial, condicionando los nombramientos judiciales al perfil ideológico de sus miembros. 

Mientras esto sucede, socialistas y populares se dan golpes de pecho y aplauden sin recato –en un colosal acto de cinismo– la condena del Tribunal de Justicia de la Unión Europea a Polonia por entender que se ha producido una quiebra en la impermeabilidad del Consejo Nacional del Poder Judicial frente a influencias directas o indirectas de los poderes Legislativo y Ejecutivo. Aquello de la paja en el ojo ajeno. 

Nadie que defienda la pervivencia del actual sistema de nombramiento de los vocales del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional puede presumir de demócrata, sino más bien de lo contrario. Porque la confianza en que los jueces y tribunales resuelvan los conflictos sociales y los problemas de los ciudadanos con plena independencia del resto de poderes del Estado es el último baluarte de los ciudadanos contra el abuso de poder de la administración y del legislativo.

Es verdad que vamos cuarenta años tarde, pero como reza el viejo refrán castellano, nunca es tarde si la dicha es buena. Ha tenido que llegar un Gobierno falaz, dispuesto a retorcer la ley a su antojo, indultar a golpistas y secuestradores de menores, profanar sepulturas por decreto ley y eliminar cualquier atisbo de independencia de la Fiscalía General del Estado para que los españoles tomen conciencia del peligro de muerte que corre la libertad ante la tentación totalitaria de controlar todos los resortes del poder. 

La sociedad civil debe rebelarse contra esta anomalía democrática y exigir un cambio radical en el sistema de nombramientos que salvaguarde la independencia del poder judicial frente al poder político. Y es que en la defensa de la separación de poderes frente a las pulsiones totalitarias del Gobierno nos jugamos algo más importante que la democracia: la libertad. 

Luis Felipe Utrera-Molina 

27 de julio de 2021

La guerra civil no fue un golpe de estado.

 


Artículo publicado en La Razón 
https://twitter.com/larazon_es/status/1418922671421730819


Carta al General Francisco Franco



Mi general: 

Dudo mucho que se acuerde de mí. Nos conocimos en su despacho del Palacio del Pardo el 19 de diciembre de 1974. Yo tenía sólo seis años y a usted le temblaban las manos del parkinson. Mi padre intuía su final y quiso que yo pudiera ser algún día testigo del hombre al que había empeñado su lealtad hacía casi cuarenta años en un juramento de fidelidad que cumplió hasta el último día de su vida. 

No olvidaré jamás lo que usted me dijo entonces: «sólo te pido una cosa: que seas tan bueno como tu padre». Aunque no lo entendí del todo hasta mucho después. Era la muestra de gratitud de quien comenzaba a sentir el dolor de la soledad y el frío de la traición, a quien le había demostrado el calor de una lealtad sin fisuras.

Muy lejos estaba yo de imaginar que, por azares de la vida, su hija Carmen me honraría nombrándome Albacea de su herencia y menos aún que me cupiera el honor de defender con mis armas de abogado a sus nietos en su dignísima oposición contra la profanación y secuestro de sus restos mortales, ordenada por el gobierno, allanada por la jerarquía eclesiástica, tolerada por la oposición y bendecida por los más altos tribunales de nuestra nación en unas sentencias que pasarán a la historia de lo más nefando de nuestro acervo jurisprudencial.   

Mal podía suponer yo que, cuarenta y cinco años después de aquella tarde, llevaría sobre mis hombros su féretro, tras fracasar una lucha titánica en la que la política más baja y la cobardía de tantos triunfaron sobre el imperio de la ley y del derecho. Sobre aquella caja quedaron para siempre una cruz, su bandera y cinco rosas rojas de dolor y de esperanza.

Ya peino canas, mi general. Y si de joven ya pronunciaba su nombre con respeto, ahora lo hago con más admiración; porque he leído su Diario de una Bandera y he leído a Arturo Barea y a Luis Suárez, a De la Cierva y a Paine, a Preston y a Moa, a Aznar y a Hills; porque he podido bucear en algunos de sus papeles más íntimos y me ha impresionado su honradez, su austeridad y su probidad; porque las mezquindades de los miserables sólo sirven para aquilatar el valor de los grandes hombres; porque los que le siguen atacando casi medio siglo después de su muerte son los mismos que están arruinando y humillando a esta nación pactando con sus enemigos. Cómo resuenan hoy aquellas palabras de su testamento “Creo y deseo no haber tenido otros (enemigos) que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida”

El gobierno más indigno de nuestra historia acaba de aprobar un proyecto de ley para prohibir su elogio, borrar su nombre y falsificar su vida, al estilo de las damnatio memoriae que algunos emperadores romanos promulgaban contra sus predecesores.  Pero pinchan en hueso, porque hoy la historia ya no se puede borrar. Y porque, mi general, ser blanco de un gobierno infame es un timbre de honor. El comunismo jamás perdonará a quien le derrotó por primera vez, pero cada vez hay más españoles que, frente a la verdad oficial del gobierno de la mentira, valoran el esfuerzo de aquella generación de españoles que sacrificó su juventud para detener el marxismo e hizo posible con su esfuerzo el bienestar material que disfrutamos.

Winston C. Churchill escribió que “el pasado de la URSS es impredecible”, en alusión a la revisión continua de la Enciclopedia Soviética, que de una edición a otra convertía los héroes en traidores; o restauraba como líderes modélicos a quienes ya habían sido condenados y ejecutados por las nomenklaturas del momento. Lo mismo cabe decir del pasado de España, mi General, merced a la irresponsabilidad de una clase política acomodada entre la mentira y el complejo.

Esta España es muy distinta de la que usted vivió. En vez de mirar unidos al futuro, España vive secuestrada por el más rancio aldeanismo separatista y los muertos de aquella lejana guerra, olvidada por tantos, se han convertido en mercancía arrojadiza para sembrar el odio y la discordia entre sus hijos y sus nietos.

 

Permítame que, ahora que está prohibido, le dé las gracias y con usted a todos los que, como mi padre, arrimaron el hombro para hacer una España mejor. Por salvar a la Iglesia de su aniquilación, por crear un verdadero Estado de bienestar, la clase media y unas cuentas saneadas, por la seguridad social, por las más de cuatro millones y medio de viviendas sociales, por los pantanos y otras muchas obras de las que hoy se apropian los que sólo viven del lodazal de la discordia.

Cuenta con mi respeto, mi gratitud y mi admiración, tres delitos en uno que me llenan de orgullo, pero no olvide nadie que el tiempo trae consigo la justicia, deja pasar la tormenta y ve crecer los laurelesNo sé si Dios me permitirá verlo, pero estoy seguro de que la verdad triunfará al final sobre la mentira.

Quedo (ilegalmente) a sus órdenes.

 

Luis Felipe Utrera-Molina


21 de mayo de 2021

EL GOBIERNO DE LA MENTIRA

Uno de los síntomas más alarmantes de la degradación moral que afecta a nuestra nación es, sin duda, la pasmosa indiferencia y el mimetismo con que los españoles asisten a la normalización de la mentira en sus representantes políticos. A diferencia de la mayoría de las sociedades occidentales, que castigan con dureza el descubrimiento del engaño y la impostura en sus políticos, la sociedad española no sólo no penaliza el engaño o la mentira sistemática de su clase política, sino que parece asumirlo como un elemento de uso común, como algo natural e inevitable, acaso como una fatalidad. 

 Aun admitiendo que todos nuestros gobernantes, con mayor o menor descaro, han faltado en algún momento a la verdad, existe una clamorosa unanimidad a la hora de considerar que Pedro Sánchez ha fulminado todos los récords a la hora de decir una cosa y su contraria, eso sí, sin perder la compostura y con la insólita complacencia de unos medios de comunicación que no se rasgan las vestiduras ante una reiteración abrumadora y sin precedentes de falsedades, engaños y medias verdades. 

Es difícil pedir que sea fiel a la verdad quien comenzó engañando erga omnes plagiando su tesis doctoral. Pero tan lamentable impostura se vio ampliamente superada cuando Sánchez se presentó a las elecciones asegurando con contundencia que jamás pactaría con Podemos, para abrazarse a Pablo Iglesias a las 24 horas de cerrarse las urnas. Aún resuena el célebre: “si quiere se lo digo cinco veces o veinte, con Bildu no vamos a pactar”, o el no menos mendaz: “no voy a permitir, con todos los respetos hacia los votantes de Esquerra Republicana, que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas”, que en unos pocos días se vieron desmentidos al pactar con todos ellos para llegar a la Moncloa. 

Consciente de la rentabilidad de la mentira, Sánchez no sólo le perdió el miedo, sino que contagió de impostura al resto de su gobierno que, desde entonces, no ha cejado en utilizar la mentira de forma sistemática. Mintió el gobierno al permitir que se celebrasen las manifestaciones del 8M ocultando la alarma de la OMS sobre la rápida evolución de la pandemia; mintió Marlaska con descaro cuando, para justificar el cese ilegal de Pérez de los Cobos, negó haber solicitado el informe sobre el 8M; mintió el gobierno al desaconsejar hace un año el uso de la mascarilla ocultando que la verdadera razón era el desabastecimiento; mintió sobre el comité de expertos que nunca existió; mintió Sánchez en julio de 2020 cuando proclamó a los cuatro vientos que habíamos “vencido al virus y doblegado la pandemia”; mintió Ábalos en los casos Delcy Rodríguez y Plus Ultra y ha mentido sistemáticamente el gobierno al ocultar y falsear una y otra vez el número de muertos causados por la pandemia. La última mentira ha sido el pueril intento de polarizar la campaña de Madrid en torno a una inexistente amenaza “fascista”, conscientes de la falta de un proyecto mínimamente serio que ofrecer. Y lo más grave es que esa relación no es en modo alguno exhaustiva, sino meramente ejemplificativa, que habrá quedado superada cuando se publique este artículo. 

 Este gobierno merece pasar a la historia como el gobierno de la mentira, pues ha sido su seña de identidad el falseamiento constante de la realidad como arma política, amenazando con hacer saltar por los aires la pacífica convivencia de los españoles. Jean-François Revel sostenía que “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira» y Albert Camus afirmaba que “existe un nexo biológico entre el odio y la mentira”. Puede afirmarse que mientras más se odia, más se miente, pues la mentira no deja de ser la máscara del odio. Y es precisamente el odio (y el sectarismo como subproducto), uno de los rasgos que mejor definen a Pedro Sánchez: un odio que le sirvió para alcanzar el poder traspasando las líneas más elementales de la ética y la moral; un odio que alimenta y extiende con la imposición de una visión cainita de nuestro pasado para crispar la vida política y dividir la sociedad en buenos y malos; un odio que amenaza con la voladura controlada de los pilares del Estado de derecho, que socava la necesaria neutralidad de las instituciones y encuentra su caldo de cultivo en una sociedad cobarde, medrosa y domesticada. 

 Existe una contraposición metafísica entre la mentira y la libertad, pues sólo quien vive en la verdad es realmente libre. Haríamos bien en no olvidar la advertencia profética del propio Camus “Allí donde la mentira prolifera, se anuncia la tiranía”. Y es que a este gobierno no le interesa una sociedad libre, que pueda formar libremente su opinión -y su voto- conociendo la verdad, sino una sociedad cautiva, mediatizada por el odio y manipulada por la mentira. 

Pero, al igual que el odio es una pasión que acaba aniquilando a quien la padece, nadie que se alía con la mentira se libra de sucumbir a su servidumbre. Se trata de una simbiosis letal. Es cierto que el mal deslumbra y atrae por su poder y su astucia, pero indefectiblemente acaba siendo siempre derrotado por el bien. Son muchas las señales que anuncian el despertar de muchas conciencias aletargadas y es que los españoles, atenazados por los efectos de la pandemia, empiezan a estar hartos de la asfixiante sensación de impostura y falta de libertad que ha presidido la acción de este gobierno. Por eso me atrevo a predecir que, más pronto que tarde, Pedro Sánchez verá declinar su estrella y acabará siendo consumido por la soberbia que devora implacable a los que se han alimentado sin escrúpulos del fruto de la impostura. 

 Luis Felipe Utrera-Molina Abogado

19 de enero de 2021

Lo esencial

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En el curso de una entrevista concedida a la televisión francesa TF3 en febrero de 2016, el Rey D. Juan Carlos reveló la siguiente anécdota: "Días antes de morir, Franco me cogió la mano y me dijo: Alteza, la única cosa que os pido es que preservéis la unidad de España. No me dijo 'haz una cosa u otra', no: la unidad de España, lo demás... Si lo piensas, significa muchas cosas".

Apenas un mes antes de su muerte, la mañana del sábado 18 de octubre de 1975 -según conocemos por el testimonio de su hija Carmen- Franco se encerró en su despacho para escribir el que sería su testamento político. En su último mensaje pidió a los españoles perseverar “en la unidad y en la paz”; “alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España” y añadió finalmente lo siguiente: “Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria.”

No es casual que Franco mencionase hasta tres veces la palabra “unidad”. En su testamento político no hay mención alguna al Movimiento Nacional, a los Principios Fundamentales o al Ejército. En los umbrales de su muerte, el viejo general, con la perspectiva de sus casi 83 años de vida y 39 años en el poder, consciente ya de que el edificio institucional que había construido iba a ser rápidamente desmontado, quiso advertir a su sucesor y a todos los españoles, sobre lo que consideraba esencial y acaso más frágil, consciente del peligro latente que representaban para España los movimientos centrífugos, agazapados durante su mandato a la espera de mejor ocasión.

No tardaron mucho los nacionalismos periféricos en sumarse con entusiasmo al proceso de la transición, tras el Real Decreto-ley 20/1977 sobre Normas Electorales que les concedía un peso político asimétrico y desproporcionado con el que poder condicionar el futuro de la nación y el título VIII de la Constitución de 1978 que establecía un marco competencial a las autonomías propio de un Estado Federal. Sólo puede achacarse tan peligrosa claudicación a la irresponsabilidad de quienes pilotaron la transición, embriagados en el empeño conseguir consensos que poder exhibir como medallas al precio que fuera. Las pocas voces que en aquél entonces se alzaron advirtiendo del peligro que todo ello entrañaba para la unidad nacional (Fernández de la Mora y mi padre, entre otros) fueron silenciadas y condenadas al ostracismo, acusados de sostener pretensiones cavernarias, contrarias al progreso y a la modernidad.

Hoy, 45 años después de la muerte de Francisco Franco, la unidad de España está herida de muerte. Durante las últimas décadas, los otrora nacionalistas -ya abiertamente separatistas- han jugado hábilmente sus cartas arañando concesiones de los distintos gobiernos de izquierda o derecha que han ido socavando de forma progresiva la presencia de España en Cataluña y en las provincias vascongadas y la conciencia de pertenencia a una patria común.  Primero fueron cesiones fiscales y política lingüística, luego vendrían las competencias de educación, orden público, supresión del servicio militar, etc., que han utilizado siempre con patente deslealtad con el objetivo de extirpar de raíz cualquier seña de la españolidad de esas tierras.   

Ahora, cuando la unidad de España agoniza en manos de un gobierno social-comunista, amancebado con quienes no disimulan en reivindicar las repúblicas vasca y catalana, y algunos -el primero, el rey D. Juan Carlos- se rasgan las vestiduras ante el denigrante espectáculo que la actualidad cotidiana nos depara, es momento de recordar la clarividencia del hombre que llevó sobre sus hombros el peso de nuestra patria durante 40 años y que, al rendir la vida ante Dios, quiso advertirnos y pedirnos que veláramos por lo esencial. 

Nadie, o muy pocos, quisieron escucharle entonces y el tiempo se ha encargado de darle la razón, cumpliéndose los pronósticos más sombríos.  Asistimos atónitos e impotentes a la deconstrucción progresiva de la nación más antigua de Europa, mientras se desactivan con precisión de bisturí las únicas instituciones que la Constitución consagra como garantes de la unidad indisoluble de la patria: la Corona y las Fuerzas Armadas. 

Dicen los hombres de la mar que el momento más oscuro de la noche es el que precede a la aurora y conviene no olvidar que nuestra Patria ha sabido resurgir de sus cenizas en peores coyunturas. Si Dios quiere que España no perezca en manos de sus enemigos, algún día habrá de rendir homenaje y desagravio a quien puso hasta el final, por encima de toda mira personal, la defensa de la sagrada unidad de la nación española.  


Luis Felipe Utrera-Molina


13 de noviembre de 2020

Consideraciones sobre las elecciones presidenciales 2020. Por Beatriz Silva Lapuerta

 


    Como española y americana, me siento obligada a clarificar algunos puntos sobre las elecciones Presidenciales 2020 de EEUU.

            Comprendo claramente que existe una gran confusión en EEUU y mundialmente ya que los medios de comunicación masivamente han decidido, otorgándose un poder que no les corresponde, proclamar Presidente a Joe Biden. Debo clarificar que esto es simplemente erróneo, FALSO.

            Todavía no ha habido ni un solo estado que haya declarado un ganador y no lo harán hasta que “el colegio de electores” se reúna en las respectivas capitales de sus estados para votar, y esto no ocurrirá hasta principios de diciembre como pronto (os recuerdo que el sistema americano es muy diferente al español).

            Dadas las serias acusaciones (algunas de las cuales ya se han presentado o están presentando pruebas con gran fundamento) de irregularidades de votos y fraude, numerosos “estados clave” se encuentran bajo escrutinio y todavía pendientes de recuentos. Existe un gran número de serias irregularidades. Así, tanto como a muchos les gustaría el que las elecciones 2020 ya estuvieran resueltas, lo cierto es que NO LO ESTAN.

            Si algunos recuerdan, las elecciones Presidenciales del año 2000 no se decidieron hasta el 12 de diciembre.

            El frenesí por declarar a Biden como ganador se basa solo en propaganda y distorsión. Los medios de comunicación y los encuestadores han promocionado de un modo descarado una Victoria arrolladora para Biden en sus predicciones. Si bien esto podría haber sido un error de juicio, no descarto que haya expectativas elevadas intencionalmente para afectar la participación de votantes etc.

            Lamentablemente, hasta la Conferencia de Obispos de EEUU (USCCB) en una declaración emitida por el Presidente de la misma, el Arzobispo José Gómez, dio la bienvenida al “Nuevo Presidente” Biden.

            Tales declaraciones ignoran por completo el marco constitucional para las elecciones presidenciales y la resolución de disputas y denuncias de actividades delictivas por parte de algunos funcionarios que supervisan la distribución y tabulación de los votos.

Existe una tradición de UN VOTO POR PERSONA. Existe evidencia de que ha habido violaciones a este principio con votos presentados con nombres de personas fallecidas, personas con múltiples votaciones a su nombre y otras muchas irregularidades.

Estos asuntos se encuentran ante los tribunales, presentados por quienes buscan reparación por delitos que, si se prueban, son punibles bajo la ley federal.

Espero que esto clarifique LO QUE ESTA EN JUEGO. El resultado de unas elecciones en un país democrático, no es declarado por los medios de comunicación, sino por el recuento veraz de votos realizado de acuerdo con la legalidad.

Beatriz Silva de Lapuerta