Por Fernando Sánchez Dragó
Publicado en "El Mundo" Lunes, 20 de septiembre de 2010
Soy testigo presencial de los supuestos delitos que se juzgan y de la época en la que se cometieron. No pueden decir otro tanto Almodóvar, Javier Bardem, Juan Diego Botto o Almudena Grandes, y menos aún los bisnietos de las presuntas víctimas. Recuerde asimismo que mis palabras no son fruto de ideología, por carecer yo de ella, ni del afán de medro. “Vengo aquí por la indignación de tanta mentira. Las cosas no fueron como se cuentan” Al contrario: pueden costarme caras.
Nada tengo que ganar y sí mucho que perder. ¿Por qué, entonces, me meto en la boca de lobos que no son feroces, pues con sus plañidos sólo quieren estar cara al sol que más calienta? Se lo explicaré: vengo aquí movido por la indignación que tanta mentira me produce. Las cosas no fueron como sus testigos las cuentan. Yo estuve muchas veces en Correos y nadie me torturó.
Todos los españoles, todos, fueron víctimas de una guerra cuya estúpida crueldad se divide a partes iguales entre los Hunos y los Hotros. Y en cuanto a la posguerra, cierto es que los años del franquismo lo fueron de sombras para algunos, sobre todo al principio, pero también de luces para muchos. Y aun me atrevería a decir, jugándomela, que las segundas fueron más que las primeras. En la España de Franco que conocí sólo sufrían persecución quienes desde posturas radicales -las mías, por ejemplo- y buscando pelea se enfrentaban al Régimen. Créame si le digo que éramos pocos. Mis recuerdos lo son de un país abierto, alegre, divertido y más libre, en lo menudo, que el de ahora. Basta de mentiras. No reabra trincheras. No dé vivas a la República, que lo fue de infamia. Sobresea al asunto. ¿Habeas corpus? Pues aquí está el mío, señor juez. Ecce homo.»
4 comentarios:
Ni más cojones. Ovación cerrada a este tipo que en ocasiones me revienta.
La verdad es la verdad, dígala Agamenón o Sánchez Dragó.
Mis dieciocho años de franquismo, del 57 al 75, son años donde la calle era más amable que las sombras y demonios que podía vivir en casa (o, al menos, en una de esas casas, digna de PSICOSIS o ¿QUE FUE DE BABY JANE?). Ahora, por el contrario, la calle (la política, el gobierno, el spam, la telebasura, el doble lenguaje, la ingeniería social que vuelve decreto ley situaciones que hasta no hace mucho eran objeto de atención penal o psiquiátrica...) me asquea y sólo la casa monoplaza y los pocos amigos (de trato o de relectura o de revisionado en pantalla o de reescucha en vinilo o cd) son la ventana que en mi infancia y adolescencia supuso el exterior de un país lleno de inocencia y de esperanza, más cercano de lo que hoy se nos quiere hacer creer a esas películas con Tony Leblanc y José Luis Ozores, donde los excesos, desmesuras y arbitrariedades, frente a las actuales, no eran al menos contra natura.
Pero si todo esto de la "Memoria Histórica" no ha sido más que ideología de salón, un juego de mesa para distraer al personal y hacerse el super-rojo de manera que los más zafios, vagos, resentidos de sí mismos, hipócritas y hasta algunos pobres inocentes le siguieran votando a ojos cerrados(a ZP); mientras la crisis se nos echaba encima...
El tío éste (ZP) les señalaba hacia detrás mientras nos despeñábamos por delante.
No ha hecho política presente.
Aquí todos enzarzados en un asunto de hace 70 años, con la que estaba cayendo... ¡Qué pena, España!
Disuelta, rotos todos y rota el alma común, como el espíritu de un loco que pierde su centro y se desestructura: España...
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