Sabido es que una de las enfermedades más comunes de los que forman nuestra clase política, derivada del virus de lo políticamente correcto y que afecta por igual a la izquierda y a la derecha, es la de citar con arrobo a Manuel Azaña, personaje nefasto para la historia de España al que la izquierda ha elevado a los altares con la tácita anuencia de una derecha acomplejada y con claros síntomas de alzheimer historiográfico. Claro que lo que más se cita de Azaña no es lo de "Ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga", "todas las iglesias de España no valen la vida de un republicano"o "España ha dejado de ser católica", sino aquello de las tres pes: Paz Piedad y Perdón, algo que está muy bien escribirlo cuando has perdido una guerra, pero que debiera haber escrito mucho antes, cuando las milicias del Frente Popular sembraban el terror delante de sus propias narices. Ayer, releyendo la magnífica novela de Agustín de Foxá, "Madrid de Corte a Checa", me detuve de nuevo en la genial y descarnada semblanza que el autor, inmisericorde, hace de Azaña, muy alejada de lo políticamente correcto, que es obligado transcribir, para compensar tanto botafumeiro:
"Tenía una cara ancha, exangüe, con tres verrugas en el carrillo, y unos lentes redondos, bajo las cejas alzadas. Vestía de oscuro. Hablaba frío, despectivo, extenso. Construía la frase literariamente salpicándola de cinismo, de ironía, de orgullo, porque quería "epatar", desconcertar, herir. Era árido y de metáforas apagadas. Se veía la carga enorme de rencor y desilusión, que era su motor y su fuerza. Era un lírico del odio, un polemista de la venganza.
Allí estaban de pie, detrás de él, sus largos años de humillación y de silencio. Hería su brazo porque había sido amansado demasiado tiempo por el manguito burocrático, y quemaba su lengua sometida a los humildes "un servidor" o "a las órdenes de su señoría" del registro de últimas voluntades.
Era el símbolo de los mediocres en la hora gloriosa de la revancha. Un mundo gris y rencoroso de pedagogos y funcionarios de Correos, de abogadetes y tertulianos mal vestidos, triunfaban con su exaltación. Era el vengador de los cocidos modestos y los pisos de cuarenta duros de los Gutiérrez y González anónimos, cargados de hijos y de envidia, paseando con sus mujeres gordas por el Parque del Oeste, de los boticarios que hablan de la Humanidad, con h mayúscula, de los cafés lóbregos, de los archivos sin luz, de los opositores sin novia, de los fracasados, de los jefes de negociado veraneantes en Cercedilla, de todo un mundo sin paisaje ni sport, que olía a brasero, a Heraldo de Madrid y a contrato de inquilinato."
LFU
3 comentarios:
Qué gran escritor Foxá (y qué clasista también, el señor conde). Madrid de Corte a Checa, imprescindible.
Si, lo del olor a contrato de inquilinato y lo de los opositores sin novia es algo cruel. También lo de los Gutiérrez y González.... Pero es que el Conde de Foxá escribía -y hablaba también- sin pelos en la lengua. Lo mejor, sin duda "Era el símbolo de los mediocres en la hora gloriosa de la revancha"
Lo mejor de Foxá lo escribía Curzio Malaparte en "Kaputt", cuando coincidió con él en Finlandia durante la IIGM. Si no lo han leído...
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